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BARRIONALISMO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Arquitectura lumínica

Hay un balcón en Alcorcón que es una obra de arquitectura lumínica que dejaría boquiabierto a Edison por la cantidad, el brillo y la destreza para diseñar formas

El balcón de Thiago y Valentina en Alcorcón.
El balcón de Thiago y Valentina en Alcorcón.L. M.

Creo que en Alcorcón, salvo alguna Administración de lotería que ha repartido pellizcos económicos suculentos por el municipio varios años seguidos, desinflando las angustias de esta crisis infinita, no nos hace falta que lleguen estas fechas para que se produzcan acciones honrosas y destacables. Prueba de ello es que en noviembre, María del Rosario, una trabajadora de la empresa de servicios municipales de Alcorcón, encontró los cien décimos extraviados del sorteo por excelencia en las inmediaciones de la estación de Renfe y decidió entregárselos a la policía para que sus dueños, los miembros de una asociación abulense, los recuperaran. En total, devolvió dos mil euros. ¿Milagros? No, mi barrio o cualquier otro en donde existan todavía valores que no prescriben el 7 de enero, cuando terminan las fiestas, y que ponen la convivencia o el pensar en los demás en el centro.

Con todo, no puedo negar que algo cambia al concluir noviembre. En infinidad de hogares se ponen manos a la obra y construyen belenes que ocupan medio salón, que cuentan con más figuras que el cuadro de El Jardín de las delicias de El Bosco y que son de un hiperrealista y minucioso que cualquiera diría que comenzaron a colocarlos en verano.

Pero es que luego están las terrazas, que son la oportunidad de demostrar lo que vale un peine o una bombilla. Cómo ha cambiado todo desde que yo era pequeña, cuando se veían las típicas luces diminutas y alargadas, las mismas que se ponen sobre el árbol de Navidad, que con sus tres colores básicos le daban algo de alegría a las balaustradas. Luego, llegaron los papanoeles o los Reyes Magos que parece que escalan y que dan la impresión de que van a entrar a robar a casa.

Pues bien, cuando creíamos que eso y las banderolas de tela granate con el Niño Jesús en medio eran el top del adorno, me topé con un balcón por mi jurisdicción que ni Vigo en cuanto a iluminación se refiere. Toda una obra de arquitectura lumínica que dejaría boquiabierto a Thomas Alva Edison, por la cantidad, el brillo y la destreza para diseñar formas. Hay una especie de lluvia, estrellas, un cartel como los que tienen las farmacias pero, en lugar de anunciando paracetamol, deseando feliz Navidad, y en grande, en gigante, en inconmensurable, dos nombres: Thiago y Valentina, que pueden leerse desde Leganés, como poco. Si eso no es espíritu navideño, absolutamente nada lo es.

O quizá, sí. Espíritu navideño también eran los villancicos que salían de los radiocasetes de casi cada piso y de los pulmones de quienes los habitábamos, cuando yo era una niña. A veces, íbamos portal por portal con las panderetas o las botellas de anís en las que percutíamos con un palo y pedíamos el aguinaldo. Sabían que éramos la hija de la Sofi o de Amparo y si no recordaban nuestros nombres, al menos, tenían claro que éramos del portal 14 o del 16, vamos, del vecindario.

Sin embargo, hay más cosas que para mí son típicas de la Nochebuena como que un montón de familias, cuando aún teníamos mayores que no vivían en la provincia, fuéramos a visitarles al pueblo. Ya se sabe que en esta comunidad, pese a que hay gatos, también provenimos de muchos lados, de modo que estén donde estén, disfruten.

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