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Los comunes silencian sus peticiones soberanistas para facilitar el nuevo Gobierno

El partido de Ada Colau asume un papel secundario, frente al PSOE y ERC, para facilitar la investidura

Àngels Piñol
Ada Colau, Rosa Lluch, Jaume Asens e Irene Montero en el acto en Santa Coloma de Gramenet en el acto
Ada Colau, Rosa Lluch, Jaume Asens e Irene Montero en el acto en Santa Coloma de Gramenet en el actoAlejandro García (EFE)
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El partido de Ada Colau, Catalunya en Comú, planteaba en su programa electoral sondear fórmulas con el Gobierno central para lograr la libertad de los líderes independentistas encarcelados y crear foros de diálogo que algún día desemboquen en un referéndum de autodeterminación. Esas reivindicaciones figuran en su hoja de ruta, pero ahora los comunes las han silenciado, previsiblemente, para no entorpecer las negociaciones entre el PSOE y Esquerra y permitir así la investidura de Pedro Sánchez. Van con pies de plomo para que nada se tuerza.

La formación de la alcaldesa de Barcelona ya saludó el acuerdo entre el presidente en funciones y Pablo Iglesias, que han sometido a la consulta de las bases —empezó el sábado y acabó ayer domingo—, como primera medida urgente para frenar la ultraderecha encarnada en Vox.

“O las izquierdas hacen un frente amplio o nos vamos todas a la mierda”. Con una advertencia tan drástica como demoledora, Ada Colau lanzó ese mensaje a Pedro Sánchez la misma noche electoral —el pasado 10 de noviembre— para transmitirle la imperiosa necesidad del pacto tras la estruendosa irrupción de la extrema derecha en el Congreso de los Diputados. El acuerdo se cerró un día después y la primer edil barcelonesa lo saludó agradeciendo que se impusiera el “sentido común” para hacer frente a los “discursos del odio” y empezar una nueva “etapa de diálogo”. No ha dicho apenas nada más en las redes sociales sobre las negociaciones de Gobierno salvo subrayar que una ONG del prestigio de Amnistía Internacional ha pedido la liberación de Jordi Cuixart y Jordi Sànchez. Únicamente el viernes, en una llamada para que los inscritos a la confluencia participaran en la consulta, dijo: “Yo lo tengo claro. Necesitamos un gobierno progresista”.

Tampoco ha sido más explícito Jaume Asens, cabeza de lista de Catalunya en Comú en el Congreso de los Diputados y exteniente de alcalde en el Ayuntamiento de Barcelona, que tampoco ha vuelto a hacer ninguna alusión a las conversaciones tras celebrar el acuerdo.

Tras asumir su papel secundario frente al PSOE y ERC, los comunes parece que se han borrado del mapa y se han impuesto un silencio para que la investidura de Sánchez culmine. La realidad también es que el PSOE ha preferido excluir a Podemos de las conversaciones con los independentistas republicanos. Los comunes, en cualquier caso, son conscientes de que el punto número 9 del acuerdo, el que hace referencia a Cataluña, dista un mundo de sus postulados. El texto solo menciona que el Gobierno garantizará la “convivencia” en la comunidad y la “normalización de la vida política” fomentando el diálogo siempre dentro de la Constitución. La elección de la definición del conflicto como un “problema de convivencia” es una enmienda a la totalidad del planteamiento de los comunes, que siempre se han referido a un problema de carácter político. Sánchez, de todas formas, días después corrigió esa definición al aceptar el uso de “crisis política”.

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Punto de partida

“El número nueve es un punto de partida. Y abrir el diálogo es muy buena noticia”, señala el portavoz Joan Mena, que apunta que su objetivo es que se acabe llenando de contenido. La declaración de Pedralbes está en el horizonte. Conscientes de la escasa ambición de ese texto, los comunes se han sacudido de encima las airadas críticas de la CUP y de Junts per Catalunya, que les acusan de haber olvidado con facilidad pasmosa la amnistía o el referéndum. Su objetivo es preservar el acuerdo para lograr un bien mayor. Y experiencia ya tienen: en mayo ya sufrieron peores ataques cuando recibieron un alud de críticas por aceptar los votos del exprimer ministro francés Manuel Valls para reeditar la alcaldía de la capital catalana.

El espacio, además, acaba de reajustar su dirección, donde las corrientes internas —la de los comunes federalistas— se han integrado en un sola lista para dirigir el partido, mientras que los anticapitalistas de Desbordem han renunciado a participar en los órganos de dirección por falta de debate democrático y por el acuerdo “entusiasta” mostrado por el partido por el acuerdo con “el PSOE del 155”.

El partido se ha volcado en llamar a la participación para reforzar la idea de la necesidad imperiosa de un acuerdo. La incógnita es si al final todo este triángulo entre La Moncloa, el Govern y el Ayuntamiento acabará comportando la aprobación de los Presupuestos de la Generalitat.

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