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MADRID ME MATA
Columna
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¿Y si actuamos como si Madrid Central siguiera existiendo?

Si la gran mayoría de madrileños tomase la misma decisión, la calidad del aire seguiría en aumento

Elvira Sastre
Acceso a Madrid Central controlado por agentes de Movilidad.
Acceso a Madrid Central controlado por agentes de Movilidad.JAIME VILLANUEVA

Últimamente no dejo de leer noticias en prensa y de buscar lo más comentado en las redes sobre lo que va a pasar con mi ciudad, con Madrid. El tono apocalíptico tras la salida del Ayuntamiento de Manuela Carmena, quien ha sido, en mi opinión, una de las mejores políticas de este país, no calla, y he de confesar que me siento incapaz de resistir a él y eso me afecta. Me ha hecho ser una ciudadana participativa y comprometida casi sin darme cuenta, por lo que ahora siento que quiero más a esta ciudad pequeña e importante, de tendencias poco gustosas para mí pero con posibilidades infinitas de rearmarse y convertirse en un lugar mejor, porque así lo hemos visto. El caso es que querer siempre potencia el resto de las emociones, entre ellas la preocupación, y en eso ando estas semanas.

En los peores momentos trato de acudir a la base de toda esta emoción política y lo que encuentro es un respeto profundo a la democracia. No puedo luchar contra lo que ha elegido una sociedad porque defiendo la libertad de todos por encima de cualquier argumento a mi favor, pero sí que puedo disgustarme con lo que llega, con sus planteamientos y sus maneras, y también con ciertas medidas que para mí deberían estar fuera de los programas y dentro del sentido común, como las normas medioambientales, la lucha contra la lacra machista, la celebración de grandes logros sociales como el Orgullo o la más que vilipendiada memoria histórica –¿cómo vamos a hacer futuro si no recordamos quiénes somos?–.

Siempre he pensado que hay algo sobre lo que ningún político debe decidir: mi libertad. Creo que los ciudadanos deben estar íntimamente ligados a la política, pero con medidas y actos individuales en beneficio de la urbe, creando una conciencia social única, a pesar de lo que digan desde los despachos. No valen la resignación y el «estoy en contra de la contaminación, pero voy a conducir mi diésel por el Centro». Esto se traduce, por ejemplo, en que a pesar de implantar medidas en contra del medioambiente, yo tengo la capacidad de no participar en ellas y seguir adelante con mis principios.

Por eso he decidido que aunque el nuevo Ayuntamiento quiera poner fin a Madrid Central, voy a seguir actuando como si existiera, porque mi ciudad respira mejor y eso es un hecho, igual que pienso seguir reciclando aunque ya no haya carteles por las calles que me animen a ello. Si la gran mayoría de madrileños que apoyan esas medidas tomase la misma decisión, la calidad del aire seguiría en aumento. Por eso, voy a seguir celebrando nuestros logros donde quiera hacerlo, denunciaré la violencia machista en cualquier altavoz que me presten y trabajaré por recuperar la memoria de aquellos que derribaron, porque creo que la única manera de combatir el odio es con más amor.

Soy solo una, pero un pequeño paso puede hacer camino. Imaginad si nos juntamos todos dónde podríamos llegar.

Madrid me mata.

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