“En el franquismo, el matrimonio era una estafa”
Ana María Pérez del Campo ayudó junto a otras mujeres a redactar la ley del divorcio en 1981
Ana María Pérez del Campo (Madrid, 82 años) es una pionera. En 1961, cuatro años después de haberse casado a los 21, con dos hijas y embarazada, protagonizó un caso emblemático al separarse públicamente de su marido. Era algo revolucionario para España de la época.
¿Tuvo apoyo de su familia?
Crecí en una familia conservadora que apoyó al bando golpista en la Guerra Civil. Me dijeron que dejara que él hiciera su vida y yo la mía, pero manteniendo las formas. Evidentemente, yo no quería seguir siendo una esclava.
Dice que ser de derechas y feminista es imposible. ¿Por qué?
Porque son dos conceptos contradictorios. La derecha nunca ha querido ni oír hablar de la palabra feminismo y ahora, al ver la gran capacidad del movimiento, dicen que ellos también lo son.
Usted se sumó a la lucha por la Ley del Divorcio.
Dimos batalla durante la dictadura. Es una ley por la que peleamos muy duro. Conseguimos que se aprobara en 1981, pero estuvimos muchos años luchando.
Usted no esperó a la ley.
Sí, el matrimonio era una estafa. Empecé mi separación en 1969, aunque el proceso duró muchos años.
¿Cómo nació la Federación nacional de asociaciones de mujeres separadas y divorciadas?
Pionera contra la violencia machista
Ana María Pérez del Campo ayudó, junto a otras mujeres, a redactar la ley del divorcio en 1981 y fundó en los años ochenta la primera casa de acogida de víctimas de violencia de género. Fue la primera mujer en utilizar el concepto "terrorismo de género" para denunciar la violencia contra las mujeres.
Babel Pérez Serrano y yo la fundamos en vida del dictador. Nos tuvimos que someter a un interrogatorio policial y ellos creyeron que la federación era para salvar el alma de nuestros maridos. Íbamos en busca de mujeres a los cursillos de cristiandad. Empezamos en 1974 para enseñar a las mujeres los derechos que tenían, y los que aún no tenían.
¿Qué derechos tenía usted por aquel entonces?
Muy pocos, y al casarte tenías menos. No podías trabajar, conducir o tener una cuenta bancaria sin autorización marital. Vivíamos en situación de esclavitud.
¿Cómo se debería educar en una sociedad feminista?
En una sociedad de iguales. La desigualdad se aprende desde la guardería. Veo a las jóvenes muy contentas como si hubieran alcanzado la igualdad entre los sexos, pero la verdad es que estamos retrocediendo a pasos agigantados. Los derechos que tienen hoy en día son gracias a lo que nosotras hemos luchado tanto tiempo.
¿Cómo se combate con la violencia machista?
Eso es terrorismo sexista. Los maridos, o las parejas, matan más que ETA. Pero como en los años 90 no teníamos forma de contar a las muertas, nos pusimos a la tarea de hacerlo. Y por eso ahora el gobierno las cuenta. Este año ya van 40 mujeres asesinadas en España.
¿Cómo rehabilitar a un hombre machista?
El origen del problema está en la educación que dan los padres. Por lo tanto, yo prefiero dividir entre aquellos padres que son padres y aquellos padres que simplemente son reproductores de la especie. Y esto es algo instintivo, genético, como cualquier otro animal. A esta categoría pertenecen los que maltratan.
¿Qué le queda por hacer en esta lucha después de 80 años?
Yo he hecho todo lo que he podido en mi lucha porque siempre fui consciente de que no lo hacía por mí, sino por las que venían. Mi ideología feminista va a perdurar hasta el día en que me vaya de este planeta, y ya tengo el pasaje.
¿Qué les falta por alcanzar a las mujeres?
Las mujeres ya pueden entrar a la universidad y hacer una carrera, pero nunca van a llegar a ser la directora de un periódico.
En EL PAÍS tenemos una directora.
Sí, pero es la excepción. La excepción confirma la regla.
¿Hay un antes y un después del 8-M de este año?
Ahora las mujeres creen que lo están logrando porque son más listas, y no. Las de antes también éramos listas, pero nos enfrentamos al poder. El 8-M marcó algo, pero también las sufragistas. Las mujeres no pueden quedarse en el 8-M cuando ha sido una lucha continua.
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