El desahucio del Vicente Calderón
El Atlético de Madrid no se plantea volver a su antiguo estadio, que será derruido el próximo verano
El Vicente Calderón es hoy una casa encantada. Hace un año que nadie canta goles aquí, pero su eco recorre aún la estructura, con claros signos de abandono. Suciedad, paredes agrietadas, papeles por el suelo, césped sin cuidar y operarios apilando asientos en las gradas. “La situación es ya irreversible”, explica un empleado del Atlético que prefiere no revelar su nombre. Cientos de ellos acuden aún cada día al viejo estadio porque la actividad de oficina continúa. Sin embargo, el club no se plantea volver a jugar al fútbol en él. Ni siquiera ahora que una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha anulado el plan urbanístico para el Metropolitano.
“Vivimos este proceso con total tranquilidad. La sentencia no es firme y se pude recurrir. El juez no toma medidas cautelares, por lo que todo se queda como está”, afirma un portavoz del Atlético. La entidad no ha desarrollado ningún plan de contingencia por si finalmente le prohíben jugar en el nuevo estadio, del que ya disfrutaron la pasada temporada. La vuelta al Calderón ni siquiera es una opción porque el viejo campo ya no está preparado para albergar este tipo de eventos. “No queremos hablar de supuestos. El Atlético tiene la propiedad del Metropolitano y va a disputar la Liga en él”, insiste este portavoz. El primer partido de la temporada en casa está previsto para el 25 de agosto a las 20.15: un derbi ante el Rayo Vallecano.
El Atlético disputó su último partido en el Calderón el 21 de mayo de 2017. Ni la victoria ante el Athletic de Bilbao, ni la clasificación para la Champions ni el doblete de Fernando Torres pudieron secar las lágrimas de una afición que se despedía de más de medio siglo de historia para mudarse a un estadio más funcional. Lo que le sigue es un proceso gradual de abandono. Hoy la semicircunferencia que rodea el viejo campo está repleta de locales cerrados. El bar El doblete fue el primero en bajar el cierre metálico. Le siguieron otros, como el Restaurante 1903. La tienda oficial y el museo fueron los últimos en abandonar, a finales del año pasado. Se diría que el estadio es un fantasma si no fuese porque cientos de trabajadores acuden a sus oficinas cada día. Lo harán hasta final de año.
Oficinas en el recinto
Varios empleados departen en la puerta de las oficinas donde trabajan, en el interior del estadio. Lo hacen ante una cristalera, junto a un emblema del club pintado en la pared de un pasillo tenue que parece una ciudad. Hay tiendas y entidades bancarias aún operativas. “Nadie nos ha dicho hasta cuándo estaremos”, reconoce una trabajadora frente a un cajero de la galería. Un operario del club, taladro en mano, reconoce que “es imposible volver a jugar en el Calderón”, tras meses de abandono y de retirada de elementos. A las oficinas se accede por la única puerta operativa, la número cinco, junto a la M-30.
Para llegar hasta ellas también hay que atravesar unas escaleras desde las que se observa el terreno de juego. El césped está alto, sin cuidar, pero todavía verde. En las gradas una decena de operarios con chalecos reflectantes apilan asientos, aunque la mayoría siguen en su sitio. El club los vende a los aficionados como recuerdo de un estadio que será derruido el próximo verano, aunque el plan inicial era hacerlo este.
La pretensión es derribarlo en época estival para minimizar los problemas que ocasionaría en el tráfico y en los diferentes centros educativos de la zona. Los vecinos, como Ignacio Cabañas, no quieren ni oír hablar de la vuelta del Atlético al paseo de los Melancólicos: “Ahora el barrio es más tranquilo y pronto se llenará de viviendas y zonas verdes. Al final, el fútbol solo beneficiaba a cuatro bares”.
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