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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Instantes de fragilidad

Silvia Munt dirige a Emma Vilarasau y David Selvas en 'La resposta', drama del irlandés Brian Friel que se estrena en el Goya

Vilarasau y Selvas en 'La resposta' que dirige Sivia Munt en el Goya.
Vilarasau y Selvas en 'La resposta' que dirige Sivia Munt en el Goya.David Ruano

No acaba de desvanecerse, ni con la cuidada dirección de Silvia Munt, ni con las buenas interpretaciones de Emma Vilarasau y David Selvas, la artificiosa atmósfera dramática que se respira en el montaje de La resposta, drama del irlandés Brian Friel que se estrena en el Goya con traducción de Pau Gener. Quizá el nudo argumental y los conflictos que plantea Friel -la crisis de un escritor que vive una sequía creativa tan angustiosa como su situación económica y familiar es el punto de partida-, sean demasiados esquivos, con personajes no siempre creíbles en una pintura coral de frágiles relaciones con demasiados tintes de Chéjov en el ambiente.

La acción transcurre en la modesta casa, situada en una zona rural irlandesa, en que residen Tom Connolly y su mujer Daisy, un matrimonio en horas bajas, con una hija ingresada en un sanatorio mental, cuya angustia existencial marca el tono de una reunión con familiares y amigos que también llevan a cuestas una pesada mochila de frustraciones y rencores. Friel pinta un retablo sobre la fragilidad humana, pero los colores resultan a veces confusos por acumulación de tópicos.

LA RESPOSTA

De Brian Friel. Traducción: Pau Gener. Dirección: Silvia Munt. Emma Vilarasau, David Selvas, Àngels Gonyalons, Àlex Casanovas, Carme Fortuny, Ferrán Rañé y Eduard Buch. Teatre Goya. Barcelona, 8 de julio. Hasta el 12 de agosto.

Tom suelta demasiadas citas literarias que restan naturalidad a los diálogos. Daisy vive su frustrada carrera de pianista ahogando sus penas en alcohol y se pasa la obra entre botellas y copas. Tienen como invitado alojado en la casa a un agente literario -también marcado por la depresión- enviado por una universidad de Texas para valorar la posible compra de los archivos del escritor, con un talonario a punto que podría salvar su arruinada economía.

Para aumentar aún más las dosis de drama existencial, celebran una reunión a la que acuden los padres de Daisy, una doctora jubilada con problemas de movilidad y un padre dicharachero, pianista de bar y cleptómano. También acuden al encuentro unos amigos, un escritor de éxito comercial que bebe como un cosaco, en cruel y permanente duelo verbal con su mujer, trillado remedo de la pareja estelar de ¿Quién teme a Virginia Woolf?

Entre reproches, amarguras y falsas ambiciones transcurre un drama tejido a base de conflictos sin resolver y personajes que buscan respuestas constantemente. Vivir sin aceptar la incertidumbre conduce a la infelicidad, y en ese punto difuso de las relaciones de pareja, familia y amistad, se mueve con suaves matices Silvia Munt, que logra los momentos de mayor belleza e intensidad poética en las proyecciones en vídeo que muestran la ternura de Tom en sus visitas a su hija Bridget.

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En esos instantes de fragilidad es donde más impresiona el montaje, que tiene a favor el buen trabajo de Vilarasau y Selvas. También tienen buenos momentos Àngels Gonyalons y Àlex Casanovas -quizá deberían rebajar el punto histriónico como matrimonio que no se soporta- mientras que Carme Fortuny y Ferran Rañé se ajustan con más naturalidad al carácter de los padres de Daisy. Más irregular resulta Eduard Buch como inestable tasador de manuscritos.

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