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Magentí, el hombre del pantano

El acusado del asesinato de dos jóvenes en Susqueda era poco sociable y estaba en tratamiento psicológico

Jordi Magentí, el pasado martes durante el registro de la casa de su tío en Anglès.
Jordi Magentí, el pasado martes durante el registro de la casa de su tío en Anglès.TONI FERRAGUT

Jordi Magentí ha vuelto al pantano de Susqueda: esa presa repleta de meandros, en el interior de Girona, donde solía salir a pescar, cazar, caminar, buscar setas… El paraje le relajaba, contaba a los suyos. Iba antes de matar a su primera esposa, Josefa García, hace 21 años. Y allí regresó en cuanto salió de la cárcel. Lo visita casi a diario. Pero esta vez no ha subido con el todoterreno Land Rover Defender blanco de su tío, al que cuida y con el que vive, en Anglès (Girona). Viaja en un coche de los Mossos, que le detuvieron hace tres días. El coche sube por el lado derecho de la presa, el que él frecuenta, el más solitario y bonito.

Cuando se paran, muy cerca de la fuente del Cal Borni, da un par de golpes al cristal y pide un cigarro. “¡Menos mal! Es el primero”, exclama. Se lo puede fumar, pero tiene que salir del coche. Frente a él está el joven juez que dirige su caso, el fiscal, sus abogados y la unidad de desaparecidos de la policía catalana que investiga los asesinatos de Marc y Paula en agosto. “¿Usted pesca habitualmente aquí?”, le pregunta el magistrado, señalando a una especie de playa, con una edificación medio derruida. Allí encontraron los cadáveres de Marc y Paula y allí mismo sospechan que les mató. Él baja la cabeza, no quiere responder a nada que pueda usarse en su contra. Ya lo ha dicho mil veces: no asesinó a los dos jóvenes de 21 y 23 años. Ni siquiera los conocía.

Su coche estuvo
en la zona el día
de la desaparición
de la pareja

Con la chaqueta puesta, chupa el cigarro repetidamente. “¿Puedo decir una cosa?”, le pregunta al juez. “Soy inocente, no lo hice. Como si tengo que decirlo un millón de veces. Como no lo he hecho, no voy a asumir una cosa que no he hecho”, repite. Si le acusan, se defiende, es porque en está en tratamiento psiquiátrico y porque mató a su primera mujer. Pero, por si acaso, no va a responder a nada. “Si digo alguna tontería, me han jodido”.

Conoció a su mujer cuando ella tenía 13 años; el día que cumplía 37 la mató

Así que no contesta a por qué negó que su coche estuvo en el pantano el día del asesinato (24 de agosto), el siguiente y el otro. Algo que está grabado por las cámaras de seguridad. O por qué luego aseguró que sí había oído unos disparos en el pantano pero no supo decir cuándo. O por qué le contó a su actual mujer —que cinco días después del doble crimen se fue a su país natal, Colombia— que tenía problemas en España. Él solo tiene reproches contra los Mossos, a los que dice que ayudó en el medio año que hace que investigan el doble crimen: “He ido colaborando, diciendo cosas de sitios, para acabar así…”. Así que termina el cigarro, entra en el coche y regresa a los juzgados donde el magistrado decreta su ingreso en prisión. El motivo por el que Magentí habría asesinado a los jóvenes es una incógnita. Quizá descubrieron una plantación de marihuana que tenía en la zona y que compartía con su hijo, detenido por tráfico de droga. O quizá discutieron porque mientras él pescaba los jóvenes le incordiaron con el kayak… O cualquier otra cosa que ni él quiere contar ni ellos pueden hacerlo. Pero los Mossos no tienen duda: sostienen que él es el asesino.

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Y eso le ha devuelto a la cárcel, donde ya fue encerrado el 6 de diciembre de 1997 tras admitir que mató a Josefa. La pareja se había separado en abril de mutuo acuerdo, en septiembre ella había presentado formalmente los papeles del divorcio, en octubre él se enteró de que se veía con un hombre y la amenazó: o volvía con él o la mataría. Ella lo denunció a los Mossos, contó que su exmarido tenía un carácter “fuerte y agresivo”, que la había pegado algunas veces y advirtió de que tenía una escopeta de caza. Pero nadie se la quitó. Le disparó tres veces de frente y la remató por la espalda cuando estaba en el suelo. Ese día, cumplía 37 años.

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La había conocido cuando ella tenía 13 años y él 16. Por aquel entonces, él trabajaba de cerrajero. Había estudiado hasta los 14, pero no quiso seguir. Luego se fue a la mili y al volver empezó a trabajar en la fábrica textil Antex. Poco después se casaron. Cuando la asesinó, llevaban casi dos décadas de matrimonio y sus hijos tenían 7 y 16 años. Hacía cuatro que estaba en tratamiento psicológico.

En el juicio, los psiquiatras le diagnosticaron una “personalidad límite”. Magentí padecía dificultades para relacionarse, era inestable, impulsivo y solía perder el control, lo que le llevaba en ocasiones a tener “descargas explosivas”. Vivía con resentimiento y sensación de abandono y tenía un bajo concepto de sí mismo. Le costaba afrontar los problemas cotidianos e intentaba compensar su inseguridad interior con “una gran necesidad de que ser tenido en cuenta”. “Sus aspiraciones están muy por encima de su capacidad operativa”, contaron los forenses. Y advirtieron de que podía actuar de forma incontrolada, distraída, irresponsable e incluso agresiva en momentos de tensión.

En prisión, intentó suicidarse en dos ocasiones. La primera, justo al entrar, con los cordones de los zapatos. La segunda, al año siguiente, acuchillándose en el abdomen. Al salir, regresó a Anglès, un pueblo pequeño, de 5.000 habitantes y a escasos 15 kilómetros del pantano. Los médicos le concedieron una baja definitiva por el trastorno límite de personalidad que padecía.

En el pueblo cuentan que siempre había sido un hombre arisco, reacio a relacionarse. Al mudarse con su tío Gaspar, con movilidad reducida, algunos creyeron en su reinserción. Además, en 2013, se casó con una mujer colombiana, con la que tenía planes para mudarse a su país y veía regularmente a sus hijos.

Pero en el pueblo no acababa de encajar su regreso. Ni siquiera le aceptaron en la sociedad de pescadores, a la que pertenecía antes del asesinato. “Ya no quisieron saber nada de él”, explican algunos vecinos, que coinciden en que el pantano “era su vida”. El lunes, 21 años después de que asesinase a bocajarro a Josefa, Magentí fue detenido de nuevo en Anglès. Los Mossos le interceptaron a las siete de la mañana, cuando salía de casa de su tío e iba al bar JB donde desayunaba cada día, solo.

Cuatro disparos

Los disparos retumbaron a mediodía del 24 de agosto en el pantano de Susqueda, donde Paula y Marc fueron con su kayak. Un belga que vive en la zona aseguró a los Mossos que oyó tres tiros, un grito o una especie de discusión, y otro disparo más. Y provenía de la zona de la Rierica, donde supuestamente pescaba Jordi Magentí, de 60 años, ahora detenido. En un primer momento, los Mossos no dieron mucha credibilidad al relato del hombre. El kayak de los jóvenes y el coche de Paula, un Opel Zafira, hallados poco después de la desaparición, estaban en la parte opuesta del pantano. Pero cuando los cuerpos salieron a flote, 33 días después de la desaparición, la declaración del belga tomó un cariz muy distinto: los cadáveres estaban cerca de la Rierica, y presentaban disparos. Marc llevaba a sus espaldas una mochila, con una piedra grande en su interior. Tras los análisis, los Mossos concluyen que la roca procede también de la Rierica, en concreto de una especie de playa con una masía en ruinas.

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