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LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Viudas

Las viudas ya no son hoy negras ni alegres sino que disfrutan de la vida mientras los viudos se mueren de pena, eternamente añorados de sus esposas

Ramon Besa
Retrato de una mujer sentada a la mesa de un bar.
Retrato de una mujer sentada a la mesa de un bar.Albert Alemany

Las campanas repican en Prats cuando empieza febrero para recordar que la capital del Lluçanès fue quemada por las tropas borbónicas el día de Santa Ágata, virgen y mártir, patrona de las mujeres, a quien cortaron los pechos por rechazar a un senador romano, comprometida como estaba con Jesús. El eco del tañido del pueblo resuena en el Santuari de Lurdes mientras en Perafita se celebra el oficio de La Candelera, en TV-3 se exhiben las últimas imágenes de nieve tomadas por Josep Martínez Castro desde el mirador de la Mare de Déu dels Munts y Joan Vilà explica los secretos del monasterio románico de Santa Maria de Lluçà.

Hay días de invierno en los que el balcón de la comarca es una explosión de feminidad en una tierra labrada por los hombres y defendida por las mujeres, a menudo ignoradas, por no decir invisibles, siempre admirables por su perseverancia y dureza, incombustibles al fuego y aparentemente insensibles al dolor, finalmente reconocidas también en la profundidad de Cataluña. Algunos somos hijos afortunados de madres esclavas de una tarea titánica que empezaba por cuidar de la familia y acababa por atender a la cocina después de dar de comer al ganado y limpiar las cuadras, incluso el día del patrón Sant Pere.

No tenían más ayuda que la de nuestras abuelas, aún más abnegadas, pocas como la mía, convencida de que su suerte consistía en poder disfrutar de un minuto de gloria al día para combatir el dolor de las muchas horas de masculinidad que se contaban de sol a sol desde el campanario que se levantaba ante Cal Estamenya. Allí partía y llegaba cada día el coche de línea que de vez en cuando conducía Paquita, la primera mujer que, al decir del pueblo, se sacó el carnet de conducir de primera especial en España. El mayor elogio que recibía era que más bien parecía un hombre por cómo conducía el autobús por La Trona camino de Vic.

La suya ha sido una obra ingente no reivindicada por miedo, o porque posiblemente la amargura les impedía hablar

La mayoría de oficios eran extraños a las mujeres. A muchas se les caía la casa encima, pendientes y serviciales con los hombres, heroínas por su capacidad de trabajo y resistencia, por no desfallecer jamás, hoy felizmente redimidas, algunas felices con sus maridos y otras dichosas por hacer al fin lo que les da la gana en casa, en la calle y en la plaza; anónimas cuando asoman por Barcelona.

Las viudas ya no son hoy negras ni alegres sino que disfrutan de la vida mientras los viudos se mueren de pena, eternamente añorados de sus esposas, incapaces ya de ser buenos o malos, entregados a su suerte y a su Dios.

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Los lunes y miércoles toca gimnasia, mover el cuerpo un rato, y después ejercitar la memoria de forma entretenida; a veces alcanza con recordar títulos de películas de cine o en ocasiones se imponen concursos como el de recordar nombres de pueblos que comiencen con la P de Perafita. Los martes hacen ganchillo o punto de cruz y a menudo cosen mantas para alguna ONG. Hay más libertad para los jueves y viernes, destinados sobre todo a asuntos personales y de la casa, cuando no hay cita en la biblioteca para comentar el libro del mes, con su propio autor si es posible, o reunión o almuerzo en el Casal dels Avis.

No pierden ni matan el tiempo, sino que se entretienen también con la radio y la televisión, con excursiones y fiestas, e incluso riñen con el cura si no canta la misa como toca, amas del pueblo como se sienten, solo dependientes de una medalla blanca con un botón rojo conectada al teléfono para cuando se encuentran mal y necesitan asistencia médica en el CAC o en el Hospital de Vic. Aumentan las atenciones para la gente mayor a partir de los servicios municipales o del Consorci del Lluçanès. Y las jubiladas, solas o todavía felizmente casadas, disfrutan mientras puedan escapar de las residencias de Prats o de Sant Boi.

Muchos admiramos a nuestras madres antes de quererlas mientras que nunca quisimos ser como nuestros padres

No es la venganza de las viudas, pues no maldicen a sus hombres sino que muchas les extrañan, les lloran y hasta las hay que les compadecen por más que se sintieran negadas. Pero se recrean con su liberación después de una vida de sacrificio y de tensión, no divulgada sino asumida con resignación cristiana; son mujeres calladas como la tierra, sin cámaras ni megáfono, alejadas de los escaparates, a veces distantes incluso con quienes las reivindican cada día, temerosas de que a fin de cuentas las quieran convertir en hombres, como si su referente fuera solo Paquita la de Cal Estamenya.

La suya ha sido una obra ingente no reivindicada por miedo, o porque posiblemente la amargura les impedía hablar, pero también porque creían que no hacía falta, pues formaba parte de un destino aceptado con la misma naturalidad que ahora consienten que se las vea como unas grandes vividoras. Me gusta que sean descreídas y me encanta esa feminidad que también se visualiza en silencio, tan bella que se impone sin necesidad de un altavoz. Hay que escuchar muy atentamente para reparar en los susurros y los gemidos porque el quejido y los gritos pertenecen a los hombres, en el campo, en el bar y en casa.

Muchos de nosotros admiramos a nuestras madres antes de quererlas mientras que nunca quisimos ser como nuestros padres a pesar de que siempre les amamos. A muchos de nosotros, irracionales a veces y en ocasiones muy cuerdos, siempre partidarios de combatir la violencia de género, nos gusta tanto el amarillo como el rojo, el azul como el grana o el blanco, el seny como la rauxa, el mar como la montaña, la Candelera como Sant Antoni Abad; disfrutamos igualmente de la Virgen del Munts como de Sant Agustí, somos felices en Prats y también en Perafita, incapaces ahora al fin y al cabo de saber si el Lluçanès es hombre o mujer.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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