“Tenemos mucho por desaprender”
Agnès Mateus y Quim Tarrida reivindican sin complejos los derechos de la mujer en ‘Rebota, rebota y en tu cara explota’, en el Antic Teatre
En una pasarela se atropellan insultos (zorra, guarra, puta, perra..., estan en el orden del día); divertidísimos chistes machistas; nombres (de grandes mujeres) que ni nos suenan; películas de princesas (que, posiblemente, en realidad, acaben violadas); canciones cantadas a toda velocidad (mejor no pillar el mensaje); retahílas de casos documentados de violencia (una parte ínfima de la realidad, claro). Todo esto pasa, a un ritmo vertiginoso y con una rabia desbordante, en Rebota, rebota y en tu cara explota, la creación de Agnès Mateus y Quim Tarrida que se puede ver en el Antic Teatre de Barcelona hasta este domingo. La obra, que se estrenó en el festival de nuevas tendencias de Terrassa este año pasado, está coproducida por el propio Festival TNT, el Antic Teatre i Konventzero, y cuenta con el apoyo de la Nau Ivanow, el Teatre La Massa de Vilassar de Dalt i La Poderosa.
“La mujer se expone en las pasarelas”, observa Agnès Mateus. “Pero esta es más bien oscura, está lejos de las cuestiones absolutamente superficiales, estéticas i físicas que mandan en las otras”. Esta está en el polo opuesto. Muestra las miserias, tan a menudo asumidas (“aprendidas”, matiza Tarrida), de una situación incómoda e injusta.
El escenario está casi desnudo: la alfombra (ya hemos dicho que roja no es...), una mesa, una carretilla, unos colgadores… Poco más. Mateus, sola prácticamente la hora que dura el espectáculo, arma un monólogo atrevido, agresivo y corrosivo cantando unas cuantas verdades que incumben a todo el mundo. “Si en Hostiando a M. [el anterior espectáculo de Mateus (Grec 2017)] el hilo conductor era la violencia de un estado policial, ahora la violencia es mucho más sutil y, por supuesto, está mucho más extendida. Aquí todo es más inquietante y más duro porque cualquiera se siente implicado y tocado”, dice la actriz.
“La cosa no es tan sencilla como parece”, reconoce Tarrida. “Muchos nos creemos que somos equitativos, que respetamos a las mujeres, que luchamos contra cualquier tipo de abuso. Y resulta que no: los hombres tenemos que tomar conciencia de un abuso que es mucho mayor de lo que pensamos”. Empezando por los dos autores (los dos, sí: él y ella). “Hemos hecho un ejercicio de empatía brutal”, admite Mateus.
“¿Solución? Ponernos manos a la obra, empezando por no recortar en Cultura ni en Educación, porque son los pilares básicos para evitar cualquier tipo de discriminación y de abuso. Nos han enseñado muchas cosas que hay que replantearse. ¡Tenemos tanto por desaprender…!”, dice el coautor de la obra. “Hace falta redireccionar nuestra educación. Todas, absolutamente todas, hemos sufrido acoso, desde una mano en el metro, un comentario en el bar o una mirada babosa en el trabajo”, añade ella.
Con humor cáustico (“esto es como darte una ostia, pero riendo”, dice ella) y un punto cabaretero, Mateus nos sube a una montaña rusa de sensaciones en la que inquietantes proyecciones acompañadas por deliciosa música de violines, mudas (¿nadie habla, nadie dice nada… a nadie le importa?), silencian la potencia de las acciones de Agnés en el escenario, amplificadas por potente música electrónica, cuando no por algún machacón reggaetón hipercombustionado. “Los vídeos, de naturalezas muertas, son pausas en las que la imagen aporta una contraposición extraña, una poética dentro de la tragedia”, explica Quim Tarrida. “Es un espacio para que el espectador busque en las secuencias algún elemento que le ayude a interpretarlas”.
Sin embargo, Rebota, rebota no pretende dar lecciones. “No se trata de dictar sentencia, no hace falta”, dice Mateus. “Queremos despertar el espíritu crítico del espectador, que tiene mil referentes para llegar a sus conclusiones”. La protagonista llega a las suyas, que no tienen por qué ser las mismas que las de cada uno. “Yo no olvido ni perdono”, declara. “Esta educación cristiana no me va. Creo que no estoy preparada para perdonar según qué cosas. ¿Puedo perdonar a quien haga daño a mi hija? No, claro que no”.
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