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La resistencia carcelaria de Marcos Ana

‘A voz ahogada’ recuerda la obra que el poeta estrenó de manera clandestina en el penal de Burgos en homenaje a Miguel Hernández

Rocío García
De izquierda a derecha, Ramón Godino, Jordi Martí, Raúl Tortosa e Iván Campillo, actores, junto a Mireia Clemente, de 'A voz ahogada'.
De izquierda a derecha, Ramón Godino, Jordi Martí, Raúl Tortosa e Iván Campillo, actores, junto a Mireia Clemente, de 'A voz ahogada'.

“Hacer teatro es también una manera de luchar”. Dicho y hecho. El poeta comunista Marcos Ana, interno en el Penal de Burgos durante la dictadura franquista, promovió en esta prisión la representación de obras teatrales en las llamadas brigadas, unas enormes naves industriales, con literas a ambos lados, que servían de dormitorio común. Fueron unas funciones nocturnas y clandestinas, que se representaban en escenarios construidos con mantas y sábanas, a voz ahogada, ante el temor de ser sorprendidos en cualquier momento por los carceleros, según recordaba en vida el propio Marcos Ana. Una de ellas se vivió de manera especialmente emotiva: se hizo en 1960 y la titularon Sino Sangriento, como uno de los poemas de Miguel Hernández.

La obra fue el homenaje que los presos políticos quisieron rendir al poeta de Orihuela, en el cincuenta aniversario de su nacimiento. Ahora, cuando se cumplen 75 años de la muerte en la cárcel de Alicante de Miguel Hernández, la compañía catalana Apunta Teatre sube a escena A voz ahogada, un retrato de la vida en las prisiones franquistas, con un recuerdo muy especial a aquella función teatral. El montaje, con dramaturgia y dirección de Iván Campillo (Barcelona, 1972), está en cartel en el Teatro del Barrio hasta el próximo domingo. Sino Sangriento, que no era solo la historia de Miguel Hernández a través de sus poemas, sino también la de otros muchos hombres y mujeres derrotados en la Guerra Civil, no era la primera obra que montaron los presos en Burgos. Bien organizados y liderados por los mandos del Partido Comunista de España (PCE) habían realizado, con anterioridad, otro montaje con textos de Rafael Alberti y María Teresa León y el de Flor nueva de romances viejos, de Ramón Menéndez Pidal.

A voz ahogada está basada en testimonios reales, principalmente el de Marcos Ana (de nombre real Fernando Macarro), que falleció el pasado noviembre, tras pasar 22 años en la cárcel de la que salió en 1961, y de otros presos que compartieron cautiverio, como Lluis Martí Bielsa y Enric Pubill, además de Antonia Jover, nacida entre rejas y alma de esta iniciativa de la Asociación de Expresos Políticos, recogidos durante tres años por Iván Campillo y el resto de componentes de la compañía. También las grabaciones que resuenan en este penal, instalado en pleno centro de Madrid, son auténticas. Y se escuchan las palabras de Marcos Ana: “Triste es saber el martirio y la muerte de Miguel Hernández, triste seguir aquí sepultados en vida por defender los nobles ideales de la democracia y la libertad, pero el dolor no ciega nuestros corazones y deseamos que el nombre de Miguel Hernández sea una bandera de paz y de amor para España”.

El objetivo de Campillo era realizar un retrato, una especie de falso documental, con secuencias casi de cine, y mostrar la vitalidad de todos aquellos presos aún en condiciones penosas. “Hemos querido rendir un homenaje a todos aquellos héroes anónimos que hicieron el homenaje a Miguel Hernández en la prisión de Burgos. El espíritu de Marcos Ana, que siempre huyó del revanchismo, es algo que hemos tenido bien presente. Fue un hombre que no buscó la revancha, sino la justicia y la memoria histórica. Decía siempre que había que pasar página, pero antes había que leerlas”.

La voz de los actores al final de la función del pasado miércoles se ahogó. Acabaron muy compungidos, bañados en lágrimas, mientras una gran foto de Enric Pubill, uno de los protagonistas reales, se mostraba al fondo del escenario. La razón: Pubill había asistido el día anterior al estreno de la obra en Madrid. En el viaje de vuelta a Barcelona, el mismo miércoles, falleció.

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