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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El comparsa de la foto

¿Tendrá la valentía moral el PP de hacer con Aznar lo que los laboristas han hecho con Blair sobre la guerra de Irak? Obviamente, esta es una pregunta retórica

J. Ernesto Ayala-Dip

Es verdad que ahora mismo tendría que estar preocupado por los acuerdos probables e improbables de los líderes políticos para intentar formar gobierno en España. También tendría que decir algo sobre el cambalache de Convergència este fin de semana para finiquitar su harakiri y de paso tapar sus antiguas vergüenzas tresporcentistas. Soy consciente de que estos temas son prioritarios. Sé que hoy tocaría hablar de las famosas estructuras de estado, pensadas sobre todo para que se las cargue el Tribunal Constitucional inapelablemente. Alguien también podría con toda razón avisarme de que no es poco el dilema ante el cual Rajoy pone a Pedro Sánchez: él gobernando o unas terceras elecciones para alcanzar la mayoría absoluta. Pero como las prioridades me las marco yo, voy a expresar lo que realmente ahora mismo me pide el cuerpo. Hablar del señor Aznar y su tenebrosa vinculación con una de las más irresponsables y pavorosas decisiones que se tomaron en materia de política internacional, no bien comenzado este ya globalmente tétrico siglo veintiuno.

Dos recientes noticias me llevaron a 2003 y a la declaración de guerra contra el Irak de Sadam Hussein. Por un lado el informe Chilcot. Y por otro, el nombramiento estos días del expresidente de la Comisión Europea José Manuel Durao Barroso como presidente no ejecutivo de Goldman Sachs International. Hemos pasado más de una década sentándonos ante el televisor para ver imágenes dantescas, semana sí semana también, con cientos de muertos en Bagdad por acción de terroristas suicidas. Más de una década con las víctimas de siempre en Kenia, Estambul, Londres, Madrid, París, Kabul, etcétera.

Con esas imágenes siempre en nuestras retinas, nos enteramos del nombramiento del señor Durão Barroso. Pero léase las razones que da la firma que lo ficha para justificar el nombramiento: “Su perspectiva, juicio y consejo aportarán gran valor al consejo de GSI, Godman Sachs, así como a nuestros accionistas y a nuestra gente”. A nuestra gente, sobre todo. El expresidente europeo prontamente respondió que “si mi consejo puede ser de utilidad en esta circunstancia (se refiere al Brexit), estoy listo para ayudar”. Eso nos llena de tranquilidad, que uno de los que no salieron en la foto de las Azores, pero estuvo en el paripé guerrero, esté tan dispuesto a ayudar, aunque no nos diga cuál será la minuta de tan loable sacrificio.

El informe Chilcot nos habla de la responsabilidad del señor Blair en tan nefasta decisión. (Un informe, por cierto, que alienta el propio partido laborista). En este histórico informe se dicen cosas terribles. Se dice por ejemplo, según nos informa el corresponsal diplomático y de defensa de este mismo diario Miguel González, que durante los días 27 y 28 de febrero de 2003, José María Aznar, entonces presidente del gobierno español, fabulaba con su homólogo Tony Blair una estrategia de comunicación en donde debía quedar registrado ante la opinión pública que se habían hecho todos los esfuerzos posibles para evitar la guerra. Guerra que se declararía un mes más tarde, una vez urdida la patraña desinformativa. En este mismo informe, a Aznar no se le da el protagonismo que hubiera querido el exmandatario español, salvo el de ostentoso comparsa. Ya se puede imaginar el lector a Aznar (Ansar le llamaba Bush) poniendo sus pies junto a los del tejano en su rancho. La misma infantil prepotencia del que cree que manda algo en la arena internacional, que mostraba en la foto de las Azores.

La pregunta que me hago es la siguiente. ¿Tendrá la valentía moral el Partido Popular de hacer lo que hicieron los laboristas, respecto a su propio antiguo líder? ¿Convocar una comisión de investigación (no vinculante) sobre la responsabilidad del señor Aznar en los desmanes internacionales a lo que se prestó, aunque fuera como triste comparsa, tan decididamente, incluida su connivencia con el engaño premeditado? Durante el último tramo del segundo gobierno de Aznar, Mariano Rajoy ocupaba el puesto de portavoz y responsable máximo del Ministerio de la Presidencia. La pregunta que me hago, no hace falta que lo aclare, es meramente retórica. Todos sabemos que Rajoy no hará nada en esta delicadísima materia (alguna vez llegó a afirmar que la mejor manera de hacer algo, a veces es no hacer nada, que ya es hacer). Yo me contento con descifrar que en el informe Chilcot, el que va por el mundo dando lecciones (y cobrando lo suyo) de moral, queda también como un forajido.

J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario.

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