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'IN MEMORIAM'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Muriel Casals, la sonrisa del soberanismo

"Los que la conocieron saben que la suavidad y elegancia de sus formas no escondían la gran solvencia de su pensamiento y convicciones"

Muriel Casals.
Muriel Casals.gianluca battista

Muriel Casals se ganó por méritos propios el reconocimiento de mucha gente en el liderazgo del proceso soberanista. Los que la conocieron saben que la suavidad y elegancia de sus formas no escondían la gran solvencia de su pensamiento y convicciones. De trato apacible e ideales fuertes, hizo del diálogo uno de sus mejores atributos. Siempre prefirió el razonamiento a la consigna y el pensamiento al verbo fácil y rápido. Quizás por eso, contribuyó como la que más a hacer del proceso soberanista una revolución de las sonrisas. Su sonrisa es uno de los iconos más valiosos de estos últimos años de movilizaciones multitudinarias. [Casals, parlamentaria de Junts pel Sí y expresidenta de Omnium Cultural, falleció el domingo en Barcelona a los 70 años. Permanecía hospitalizada desde que el 30 de enro sufriese un traumatismo craneoencefálico tras ser atropellada por una bicicleta en la capital catalana].

Muriel Casals fue siempre una mujer que supo dar valor a la acción unitaria. Tenía la gran virtud de buscar activamente el consenso hasta alcanzarlo. Sabía del valor de la unidad, quizás porque venía de la escuela del PSUC de los años oscuros de la dictadura y porque había trabajado codo con codo con uno de los artífices de la mítica Assemblea de Cataluña, Antoni Gutiérrez Díaz, el Guti, en una escuela de trabajo unitario.

No es casualidad que ella fuera uno de los grandes arquitectos de Junts pel Sí, convencida de que solo desde la unidad y la confluencia se podía ganar la mayoría parlamentaria en las elecciones del 27-S. Y, como tantas otras cosas, logró sacar adelante el proyecto como ella se sentía más cómoda, trabajando, con más discreción que exposición pública. Nunca rehuyó el protagonismo ni su proyección mediática. Sabía que era un peaje a pagar, pero nunca lo exigió. Nunca compitió para acaparar la atención de los medios, ni para tener el minuto de gloria que muchos políticos de la vieja escuela matarían por tener. Muriel Casals, a pesar de ser de la generación de la posguerra, no fue nunca una política al uso. Sí suponía su gran preocupación. Creía en la política y amaba la política. Sabedora de que una sociedad no puede vivir sin política, estaba dispuesta a que nadie la hiciera en nombre de ella. Pero también supo aportar savia nueva, un estilo diferente a los rígidos estilos que el sistema institucional mostraba y todavía ofrece. La política como servicio a la comunidad del propio país.

La trayectoria de Muriel es de una trazabilidad precisa. Había en ella un hilo rojo que todo lo cosía y que culminó de manera coherente con su liderazgo en el proceso soberanista.

Mujer de marcada sensibilidad social, mirada progresista sobre las dinámicas sociales, situada durante muchos años en el espacio ideológico de la izquierda, comprometida desde siempre con los valores de la izquierda nacional, con un fuerte compromiso a favor de la lengua catalana y de la excelencia cultural y educativa del país y, con él, de sus hombres y mujeres. Una posición que expresaba con naturalidad —siguiendo aquel hilo rojo— en la universidad, comprometiéndose en equipos de dirección de su Universitat Autònoma y en la Fundación Autònoma Solidària, o impulsando la federación de universidades de todos los países catalanes.

Muriel siempre creyó en la importancia de la iniciativa social y asociativa. La recuerdo especialmente en los años que compartimos juntos en la Fundación Jaume Bofill, ella como miembro del patronato y yo como director. De esto hace aproximadamente diez años y la preocupación compartida era cómo podíamos ayudar a transformar la sociedad catalana para hacerla más justa y menos desigual a partir de la investigación social en ámbitos como las políticas educativas, el fenómeno de las migraciones y las desigualdades sociales, entre otros.

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Con Muriel, el compromiso social y nacional fueron de la mano, siempre dos caras de la misma moneda. En este sentido, es bueno poner de relieve que una de sus aportaciones intangibles, pero más valiosas, al proceso soberanista fue hacer muy natural la idea de la independencia como el paso necesario para poder construir un país socialmente justo.

Muriel, seguiremos andando sin ti. La gente de la ANC, Omnium y la AMI te echaremos de menos. Y seguiremos tus pasos, buscando siempre la máxima unidad en favor de la plena soberanía, creyendo de forma insobornable en unos principios democráticos y en la búsqueda de unos objetivos nacionales y sociales. Abiertos al diálogo, pero decididos a seguir avanzando hasta convertir nuestro sueño en realidad. Hasta siempre, querida Muriel.

Jordi Sánchez es presidente de la Assemblea Nacional Catalana.

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