_
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Rubio Llorente, jurista de Estado

Un maestro que supo estar siempre en los lugares clave de nuestro derecho constitucional

Francesc de Carreras

Francisco Rubio Llorente, fallecido hace unos días, era un viejo profesor, de los de antes, no sólo por edad, sino por estilo y maneras: curiosidad infinita, vocación inacabable por el saber, diálogo constante con colegas, amigos y discípulos, responsabilidad por el papel de los expertos e intelectuales en la sociedad. Ciertamente, el derecho constitucional fue su principal ocupación pero además se interesó siempre por otras muchas cosas, quizás esta es la razón de que alcanzara el reconocimiento de maestro.

A excepción de su esposa, que tenía el privilegio de llamarle Francisco, los demás colegas y amigos le llamábamos Paco, Paco Rubio, Rubio o, sin solemnidad y cierta ironía, el Maestro; los más jóvenes, ya desde hace años, lo trataban de don Francisco. Con ello quiero decir que era persona afable y directa, un gruñón rudo y bondadoso. No estaba en un pedestal sino que le gustaba estar rodeado de aquellos que apreciaba, el trato con él era llano y franco, en ocasiones callaba más que hablaba: un rictus de su rostro, un leve suspiro o un cambio de tema, delataba lo que pensaba, pero se reservaba, para no ofender a quien tenía enfrente.

La aportación intelectual que quedará para las generaciones futuras es su obra escrita, prácticamente compendiada en los tres volúmenes de la tercera edición de La forma del poder. Sin embargo, quien se quede sólo con esta obra, con ser importante, no habrá comprendido su trascendencia para el derecho constitucional español de la democracia.

En efecto, lo que le debe principalmente el derecho constitucional a Rubio es, paradójicamente, que éste pase a ser estudiado desde un prisma jurídico y no político. Hasta la ley de universidades de 1984, en primero y segundo curso de la carrera de Derecho se impartía la asignatura Derecho Político, siguiendo una tradición española que provenía del siglo XIX. Con el franquismo, en el Derecho Político, o se explicaban las leyes fundamentales franquistas o se explicaba lo que le daba la gana al profesor. La mayoría optó por esto último y la asignatura era interesante en la medida que lo era el profesor.

Sin embargo, para saber Derecho lo que allí se enseñaba servía para muy poco o para nada. ¿Qué había que hacer cuando estábamos transitando hacia un sistema democrático, con una Constitución como norma superior del ordenamiento, derechos fundamentales directamente aplicables y un Tribunal Constitucional como garantía jurisdiccional última? Había que cambiar la asignatura. En broma —pero con un fondo serio— decíamos que en lugar de derecho político debíamos estudiar derecho jurídico, una obvia tautología.

Y allí aparece como líder Rubio Llorente. Dio un grito de alerta: había que rectificar la dirección emprendida en el siglo XIX y había que construir un nuevo derecho constitucional, al modo de los alemanes, los italianos y que empezaban a reemprender los franceses. El método jurídico, no el político, debía ser el eje básico de este cambio. Las fuentes del derecho, la interpretación jurídica, los derechos fundamentales, la constitución como norma, la función de la jurisprudencia, el papel de los principios... Casi nada del Derecho Político nos servía. Los educados en el anterior sistema tuvimos que hacer un gran esfuerzo que resultó apasionante.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Rubio estuvo presente en el momento constituyente como letrado de Cortes, después pasó a ser director del Centro de Estudios Constitucionales, director hasta su muerte de la Revista Española de Derecho Constitucional, junto a Enterría, Arozamena y Aragón participó en la redacción del anteproyecto de ley del Tribunal Constitucional para, finalmente, durante trece años desempeñar el cargo de magistrado de este Tribunal en su apasionante primera y brillante etapa. Tras jubilarse en la universidad, fue designado presidente del Consejo de Estado y el Gobierno Zapatero encargó a este órgano un informe sobre la reforma constitucional, referencia ineludible todavía en esta materia. Este itinerario lo sitúa siempre en los lugares clave de nuestro derecho constitucional democrático. Rubio no sólo fue un teórico, también un práctico y, además, en lo más profundo de su personalidad estaba su convicción de ser un servidor del Estado, derivada de sus convicciones socialdemócratas.

La vida de Rubio ha sido completa, incluso quizás murió a tiempo, a tiempo de que los achaques de salud le impidieran ser lo que siempre había sido: un jurista de Estado, un intelectual, un curioso impenitente, un amigo de la conversación. Sólo nosotros, los amigos y discípulos, quedamos algo huérfanos, para nosotros se ha muerto a destiempo, cuando aún lo necesitábamos.

Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_