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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un cadáver honorable

El 9N ha sido una matanza ritual, con sacrificios a la vanidad y al orgullo de Artur Mas

Lluís Bassets

Este culebrón culmina la actual temporada con un final espectacular. No como en Borgen, civilizado y sutil, sino como en Juego de Tronos, con sangre a raudales, ejecuciones rituales y venganzas.

1.- Rueda la cabeza más preciada. El conductor del proceso, el timonel del viaje a Itaca, tira la toalla. Promete volver y sus fans ya le presentan como mártir del proceso que resucitará como primer presidente de la república independiente. Quieren vender la derrota como victoria, tejer con él una leyenda, como la del rey portugués don Sebastián, desaparecido en la derrota de Alcazarquivir y esperado desde entonces como salvador de la patria.

Para convencerle de que debía echar la toalla han servido todos los instrumentos, con la adulación ante todo. La grandeza de su gesto, una talla política que crece, la visión del hombre de Estado, el auténtico líder de un pueblo… etcétera. No es la vanidad su única virtud. Cuenta también el orgullo herido, que necesita mayores sacrificios. Eso es lo que explica este inexplicable pacto de investidura, tejido todo él con el crudo lenguaje del poder.

Sus puntos esenciales son los tres primeros, en los que se aseguran a la mayoría de gobierno los dos diputados que complementan la mayoría presidencial, se prohíbe a los cupaires formar mayorías indeseables para el procés y se garantiza la investidura en primera votación. Los otros dos puntos son meramente ornamentales a efectos de la investidura y de la estabilidad parlamentaria, y tienen como única función satisfacer el orgullo herido de Mas. En ellos la CUP hace autocrítica y propósito de enmienda y además se compromete a remodelar el grupo parlamentario “para visualizar un cambio de etapa”. Es de temer que esta factura, vengativa y divisiva, también pasará pronto otras nuevas facturas.

2.- Sufre la idea más apreciada, el derecho a decidir, que es el principio democrático. Hasta ahora valían más las urnas y los votos que los pactos pasteleados en los despachos. Este acuerdo pasteleado a oscuras y a toda velocidad se ha alcanzado para evitar las urnas, para que los ciudadanos no volvieran a pronunciarse. El independentismo quiere congelar la foto del 27S porque sabe que la cima alcanzada difícilmente se repetirá. Su idea de democracia no corresponde a las mayorías repetidas y persistentes a favor de la independencia que exigía el Tribunal Supremo canadiense en su sentencia famosa sobre la Ley de Claridad para validar la eventualidad de un referéndum, sino a la creación momentánea y oportunista de una mayoría para desconectar. Un dato preocupante para todos los demócratas.

3.- Sufre el parlamento, ninguneado y manipulado de formas partidista como institución, de forma que se ve obligado a realizar en ocho horas, en domingo, y sin atender a las formalidades y a la cortesía parlamentaria, lo que en circunstancias normales llevaría al menos dos días. Pero no es extraño, el proceso deja un reguero de muertos y heridos inacabable, entre los que se encuentran casi todas las instituciones catalanas, desde la presidencia y los medios de comunicación públicos hasta el parlamento, todo bajo la presidencia de un cadáver más que excelente, honorable.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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