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POP

Morrisey, una marca más en el mercado

El ex líder de los Smiths dejó claro que no se encuentra en estado de gracia

Venía de un concierto tan irregular que superarlo no se antojaba titánico. Y sí, Morrissey, favorecido por las dimensiones de una sala de tamaño humano, donde las distancias juegan a favor del magnetismo, pasó de nuevo por Barcelona mejorando la impresión de su más reciente visita, hace apenas medio año en un Sant Jordi Club que se le hizo demasiado grande. Y quizás por el recuerdo de aquel concierto y por su cercanía en el tiempo, la estrella no alcanzó a agotar todas las entradas de Razzmatazz, lo que en sí mismo ya es una prueba de que esta imagen icónica del romanticismo artístico no atraviesa por sus mejores momentos, quedando su popularidad incólume sólo en una suerte de guardia pretoriana que morirá con él.

Morrissey


Razzmatazz

Barcelona, 29 de abril

En muchos sentidos su paso por Razzmatazz recordó a su anterior visita, ya que el concierto alternó momentos irregulares, en buena medida coincidentes con el paso por escena de los temas de su último disco, con arranques en los que el público celebraba bien los momentos más afortunados de su carrera en solitario, bien los recuerdos de los ya lejanos Smiths. Y la sala jugó a favor, pues desengancharse del concierto resultaba más difícil dada la proximidad de una figura a la postre icónica cuya gestualidad, fundamentada en un ego de proporciones bíblicas, resulta a la postre llamativa. Aún con todo Morrissey no firmó un concierto memorable, quizás más debido a su repertorio y a la manera de alternar material que a sus prestaciones vocales, en Razzmatazz bastante mejores que en su más reciente visita.

Así las cosas, Morrissey no dejó la sensación de artista en estado de gracia o de creador que aún está por entregar sus mejores instantes. Pagado de sí mismo hasta el extremo de someter a sus espectadores a una introducción al concierto consistente en un vídeo de media hora en el que repasó sus referencias culturales, un capricho que no funcionó en absoluto colmando la paciencia de muchos asistentes, Morrissey lleva camino de ser sólo Morrissey, una marca en sí misma ajena al transitar del mundo. Eso sí, la grosería de sus denuncias visuales animalistas continuaron en clave de brochazo que entró en contradicción con la elegancia, finura, clase, distinción y refinamiento de los que presume como sus grandes activos.

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