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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un gigante de nuestra historia reciente

Todos somos los responsables de perpetuar con honor ese espíritu que Suárez mejor que nadie representó

Resulta difícil en cualquier ocasión ensalzar una vida recientemente marchada, capturar con unas simples palabras no solo sus grandes logros, sino las cualidades singulares que iluminaron su persona. Pero aún resulta mucho más complicado cuando se trata de un gigante de nuestra historia reciente, un hombre que movilizó a una nación entera, a sus gentes, a sus sueños futuros y a sus pesadillas pasadas, hacia la justicia y la democracia de la que hoy todos bebemos grandes sorbos.

El trabajo de Adolfo Suárez -casi podríamos decir su lucha-, fue también la lucha de todos los habitantes de España, en general, y de Alicante, en particular, sin importar sus credos ideológicos y sus clases sociales. Hoy, con su adiós casi cuatro décadas después, su figura nos ayuda a enfocar un objetivo velado por el vértigo y la velocidad de unos cambios insólitos que nos engrandecieron y ennoblecieron. La conquista de las calles por las masas, cogidas de la mano y haciendo sentir su voluntad, o el regreso de los políticos a los estrados públicos, también fue nuestro triunfo común, una victoria no exenta de la dignidad y la esperanza perdida tras cuarenta años de Dictadura.

Cuantos no pudimos vivir aquel periodo en primera persona, podemos acercarnos a él, a partir de ahora, con un valioso elemento más de juicio: ser el primer y más grande presidente de nuestra democracia. Quienes sí estuvieron de un modo tienen entre sus manos un talismán que les aviva el recuerdo de una época que nos sirvió para elegir un país definido no por nuestras diferencias, sino por nuestras esperanzas comunes.

Todos, unos y otros, podemos vivir en una nación no marcada por las grietas del conflicto y el odio, sino por los puentes de la concordia y la oportunidad.

Escuché en alguna ocasión que el espíritu de la Transición había muerto; y aunque es cierto que nuestro trabajo y nuestros logros presentes no contienen la misma relevancia y claridad moral que los llevados a cabo en aquellas páginas pasadas, no por ello dejan de ser menos importantes para las gentes del hoy y del mañana. Todos, representantes públicos o ciudadanos, somos los responsables de perpetuar con honor ese espíritu que él mejor que nadie representó, y que no es otro que el mirar hacia un Alicante y una España de libertad sincera y duradera, de justicia y solidaridad.

Hace casi cuatro años, nuestra ciudad erigió en honor a Adolfo Suárez un hermoso parque; creíamos entonces, como creemos hoy, que los grandes hombres y las grandes mujeres que han coadyuvado por conseguir un presente más digno, han de perdurar eternamente en la memoria colectiva del pueblo. El país que le recuerda desde ayer y que le recordará siempre, es el mismo que sabe que lo peor que nos puede pasar es tener que dilucidar, ocho décadas después, si nuestros antepasados estuvieron en el bando de los “buenos” o de los “malos”.

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Es, precisamente, lo que siempre quiso evitar la Constitución. Como dijo alguien, “si somos respetuosos con la memoria de Adolfo Suárez y con nosotros mismos, podremos extraer sus muchas y sabias acciones; acciones capaces de actuar sin crispación sobre este presente necesitado de ilusiones”.

Descansa en Paz, presidente.

Sonia Castedo Ramos es alcaldesa de Alicante

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