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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Yo soy del “no”

Bajo ningún concepto, deberíamos haber aceptado la oferta de la Generalitat en el ERE de RTVV

Ciertamente Canal 9 no se merecía ese final épico del 29 de noviembre de 2013. Un plató de informativos (el mismo desde el que tantas mentiras se habían contado) lleno de trabajadores resistiendo en pie el “golpe de estado” perpetrado desde la Generalitat en forma de cierre de la emisora, era muy poco coherente con la trayectoria de la televisión pública valenciana.

Así que, para ser consecuentes con la pobre historia de la cadena, el pasado fin de semana, los mismos dignísimos trabajadores del 29 de noviembre, aprobamos en asamblea darnos oficialmente por vencidos, aceptar el generoso ERE que nos ofrecía el Consell del PP y a otra cosa mariposa. “Coge el dinero y corre”, aunque se puedan añadir matices, nos define bastante mejor como grupo que la resistencia de los últimos meses a la que tantos oportunistas se habían sumado.

Yo soy del “no”. Yo creo que, bajo ningún concepto, deberíamos haber aceptado la oferta de la Generalitat. Y si en algún momento me asaltan dudas sobre mi posición, haber visto cómo la alegre muchachada de los sindicatos amarillos de la casa (CSIF y USO) defendían el “sí”, me señala claramente dónde está mi sitio.

Alberto Fabra, el PP, los mismos que hace cuatro meses no tenían 40 millones para cumplir una sentencia judicial y para que Canal 9 siguiera funcionando, disponen ahora de casi 90 para indemnizarnos, sacudirse un problema que les apretaba más de lo previsto y clausurar definitivamente la televisión pública valenciana. No tenían 40 millones para abrir pero sí tienen 90 para cerrar. Lo que no tienen es vergüenza. Y nosotros entramos a su juego.

Son 90 millones para comprar nuestro silencio, para poder llegar con un poco menos de ruido a las elecciones europeas y buscar un resultado que mantenga vivo a Alberto Fabra hasta las autonómicas de 2015. Así de simple. Y lo dicho, nosotros nos prestamos.

Claro que como trabajadores tenemos todo el derecho a recibir una indemnización justa que compense la pérdida de nuestro puesto de trabajo, claro que muchos no merecíamos perder una plaza ganada en oposición en buena lid, pero habíamos comprometido con la ciudadanía (y con nuestra propia conciencia) que no solo estábamos hablando de dinero. Nuestra lucha era la lucha contra el abuso de poder, contra la manipulación informativa, contra el desprecio a la gente, contra la mafia política de aquellos a quienes daba igual aprovechar un viaje del Papa para robar que insultar la memoria de los 43 muertos en el accidente del Metro. En nombre de todo esto tocaba decir que no.

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Sé que cada cual arrastra su personal historia y sus íntimas circunstancias vitales pero las bondades económicas del ERE ofrecido por la Generalitat y su asquerosa generosidad no son excusa. No hay que pedir perdón a nadie por haber tenido durante muchos años mejores condiciones laborales que la media del sector, pero tampoco podemos olvidar que así ha sido. Si no lo reconocemos nos equivocamos. Igual que se equivocan quienes, desde la envidia miope, se alegran de nuestras desgracias sin darse cuenta de que estamos todos en el mismo barco y de que si no se respeta la ley con nosotros, trabajadores públicos, menos se respetará todavía con los del sector privado.

Hemos pasado mucho tiempo explicando a la gente el valor de mantener en pie Canal 9, su necesidad democrática, su importancia para hacer país. Todas las protestas de los últimos meses, las dos grandes manifestaciones a las que tan masivamente respondió la sociedad, todas nuestras movilizaciones, la persecución cargada de rabia y dignidad a la que hemos sometido a Alberto Fabra, todo eso nos obligaba a seguir.

Sí, en un primer momento hubiéramos recibido una indemnización bastante menor que la que no darán ahora, pero habríamos podido luchar por incrementarla en los tribunales con la cabeza alta, añadiendo a nuestras demandas que seguíamos fieles a la necesidad de recuperar Canal 9, que “RTVV no es tanca”, que un país que no tiene espejo en el que mirarse acaba por no reconocerse.

Nos ha podido la urgencia, el egoísmo, y hemos vuelto a perder los de siempre. En el primer ERE ya cayeron los que durante años intentaron resistirse a la manipulación, al uso y abuso de RTVV por parte del PP. Muy mayoritariamente se quedaron en la casa los que nunca salieron a reivindicar nada, los que siempre decían que sí a todo. Ganaron quienes, ajenos absolutamente a la responsabilidad de sus trabajos, solo se movían por dinero.

Luego, cuando Alberto Fabra, incapaz de aceptar una sentencia judicial, optó por cerrar, los obedientes se vieron en la calle y se transmutaron en “plurales”, y empezaron a hablar de democracia informativa, y se hizo la unidad en la resistencia.

Ahora, tras meses de protestas, ha vuelto a plantearse el viejo dilema siempre presente en RTVV: principios o dinero... Y los “plurales” han dicho que ya estaba bien de pelea, que muchas gracias a los de las trincheras, pero que ellos recuperaban su singularidad y cogían el cheque. Han ganado los que han estado ganando durante casi 20 años, los máximos responsables del fraude social en que acabó convirtiéndose RTVV; ellos han sido, una vez más, mayoría.

Con la decisión de este fin de semana, se rompe toda posible continuidad entre la vieja RTVV y el futuro sistema audiovisual público del País Valenciano que, obligatoriamente, gane quien gane, se creará después de las próximas elecciones autonómicas de 2015. Diga lo que diga el acuerdo final de nuestro ERE, con el “sí”, con la aceptación del dinero, se ha perdido la legitimidad para reclamar la recuperación de nada.

Llegados a este punto, lo que nos resta es batallar para que en el futuro no haya espacio para los ganadores de siempre, para los culpables de todo. Por más cambios de ropaje que puedan hacer, han de perder de una vez. Su derrota será la victoria de todos. Ese es ahora el reto, quizá el definitivo, de los que, como yo, apostaban por el “no”: evitar que la historia se repita. Es lo menos que se nos puede exigir, lo mínimo a lo que nos debemos comprometer.

Julià Álvaro. Periodista de Canal 9.

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