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EN EL DIVÁN / JUAN ROIG
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Éxito y superación del padre

Tímido y complaciente al principio para alzarse en un enérgico, severo y apasionado nuevo Moisés de la tierra de Levante, con mandamientos que van más allá de la filosofía empresarial.

Rafael Tabarés Seisdedos

1. La palabra se inventó para pagar el precio de existir, para mentir rumbo a la muerte. Las palabras hermosas y también las deleznables, las que nos socorren cuando flaquea el ánimo, las que nos dan o nos quitan la honra, todas son agua clara, aire limpio que nos arropa desde el cielo materno hasta una tumba. No hay un solo ser humano que no sea un descubridor de palabras. Empieza descubriendo las voces del hambre y del sosiego y del amor, las veintitantas letras del abecedario, pasa por la pronunciación de un nombre, los rostros, los animales y los astros hasta producir milagros como la palabra escrita. Ya nadie recuerda que en la evolución humana las palabras pensadas, el lenguaje y la literatura, sirven en lo profundo para olvidarnos de nuestra condición corporal, es decir, para lograr la renuncia a nuestra propia materialidad. Por lo pronto, la supremacía de la espiritualidad nos conmina a aceptar la preeminencia de las ideas, los recuerdos y los procesos cognitivos sobre los instintos y la percepción sensorial de nuestro cuerpo. Nos encontramos que este proceso ha seguido dos caminos aparentemente irreconciliables: por un lado, el pensamiento crítico y la ciencia con un fundamento racional, observacional y experimental; por otro, la fe y la religión con un acento afectivo muy fuerte para aceptar la existencia de un Ser Divino. Aunque se han dado otras posibilidades de mezclar las esencias de una y otra vía, el encuentro con los números, las figuras geométricas o los sistemas axiomáticos provocan asombro y hasta fascinación, eso que sólo se puede dar en la realidad grandiosa de lo infalible. Bill Gates (Microsoft) 76.000.000.000 de dólares; Amancio Ortega (Zara) 64.000.000.000; Juan Roig (Mercadona) 4.800.000.000. Al lado de ellos, los demás no llegamos a la sombra de una sombra. Cifras con tantos ceros como la velocidad de la luz o la distancia a la que están las estrellas lejos de este mundo, cantidades que nos arrojan a la perplejidad con la misma contundencia que la fuerza de la gravedad nos clava en el suelo. Los súper-ricos ejemplarizan la intersección entre el razonamiento con cantidades o símbolos y el anhelo de identificarse con seres humanos extraordinarios, con el Ser Supremo para buscar su protección. Si fuera así, cuanto más se magnificara a los súper-ricos, más protección podrían sentir sus creyentes y sus mercenarios. Nuestra comprensión de la naturaleza de los súper-ricos y de la abrumadora desigualdad o inequidad de ingresos de las personas y familias, especialmente en las tres últimas décadas, no debería limitarse a las descripciones dadas por los profesores de economía Emmanuel Saez y Thomas Piketty en la UC Berkeley y la Paris School of Economics. Además, deberíamos considerar la fuerza descomunal de la comunión entre las matemáticas financieras y la nueva representación de Dios para engendrar algo inevitable, soberbio, con carácter de imbatible: el homo oeconomicus, un ser grandioso que desea poseer riqueza por encima de todos. En nuestro ámbito, su puesta en escena es la empresa familiar valenciana y su representante en los altares de la lista Forbes o Bloomberg es Juan Roig.

Sciammarella

2. Para comprender mejor la empresa familiar valenciana y el hecho singular de Juan Roig es imposible prescindir de los fenómenos de la vida psíquica que tienen lugar en las familias que se organizan de acuerdo con el sistema patriarcal. Los hijos sienten veneración y gratitud hacia el gran padre al que pretenden emular como modelo o, incluso, mejorar. Francisco Roig Ballester, el patriarca, funda tantas empresas (Cárnicas Roig, Mercadona, Pamesa Cerámica, la Cooperativa Ganadera Valenciana Agropecuaria El Saladar) que cabría preguntarse si su capacidad creativa responde a algún mecanismo de sobrecompensación por quedarse huérfano a muy corta edad. Además, su necesidad de control era tal que abarcaba todo el proceso productivo desde la cría del ganado hasta la venta directa. Las trayectorias empresariales de dos de sus hijos, Juan al frente de Mercadona y Fernando como principal responsable de Pamesa Cerámica, son de éxito y de superación de la del padre. Pero aquellas no pueden entenderse sin esta porque provienen de ella y, en los aspectos más sobresalientes, son su continuación. Los hijos también sienten sobrecogimiento hacia el patriarca porque se le teme, desconfianza hacia uno mismo por no tener fe en las propias fuerzas para superarlo y rencor por el sometimiento a su omnipotencia. Ante un padre que despierta sentimientos ambivalentes tan marcados, el afecto, el equilibrio emocional y las habilidades compensatorias de la madre son fundamentales para proteger a los hijos. Sin embargo, la intensidad del vínculo con el padre y la madre no es uniforme, ni permanente, habiendo hijos más expuestos o protegidos que otros. Por lo general, los nombres de los miembros de un clan familiar son la consecuencia del pulso invisible de los progenitores. Francisco es el nombre del patriarca y del primogénito mientras que la madre deja su huella en el nombre de su hija Trinidad y en el último de sus hijos, Alfonso, que corresponde a su apellido paterno. Siguiendo por estas excursiones psicológicas podemos agregar el desarrollo de un patrón: identificación durante la infancia con el padre, rebelión contra éste en la adolescencia y juventud para acabar pareciéndose cada vez más a su progenitor. La evolución puede ser aún más clara cuando la contradicción entre padre e hijo ha sido muy notable. Tal vez estas y otras circunstancias que pudieron rodear a la familia Roig Alfonso, como los celos fraternos, acabaron por moldear el carácter de Juan Roig. Tímido y complaciente al principio para alzarse en un enérgico, severo y apasionado nuevo Moisés de la tierra de Levante, con mandamientos que van más allá de la filosofía empresarial. Sus Tablas de la Ley aparecen repletas de sentencias contundentes, bíblicas: “Cada vez hay más bazares chinos porque hacen la cultura del esfuerzo que nosotros no hacemos”. “En España no estamos primando la educación y la cultura del esfuerzo. Suspendes tres asignaturas y pasas de curso”. “La crisis durará más o menos años dependiendo de si los españoles cambiamos nuestra actitud y pensamos más en nuestros deberes y menos en nuestros derechos”. “Los españoles tiramos a la basura al año 18.000 millones de euros en absentismo, de personas que no van a trabajar pudiendo ir”.

3. “El fiscal ataca al juez por imputar a la Infanta”; “Muere a los 83 años el poeta de los ojos tristes”; “Una figura mundial de la ciencia abandona España”; “Cristiano llora su reconquista”; “El hambre mata en Siria: Awad al-Saidi, estuvo alimentándose durante meses de verduras podridas, hierbas del suelo, pienso para animales y de perros, gatos y ratas”; “Eros: ocho escenarios para mantener la chispa”; “3.600.000.000 de seres humanos, es decir, la mitad de la población mundial disponen de la misma riqueza que 85 personas”. Se trata de los titulares de noticias e informaciones de unos días atrás que dibujan una sociedad donde la brutalidad más feroz y la espiritualidad más refinada se conjuran en las ondas de radio, televisión o en Internet. Con el paso de los años este mundo exterior se han ido asimilando a la vida psíquica de una forma asombrosa porque en todos nosotros conviven los deseos exuberantes, la vergüenza, el odio, las ansias de poder, la envidia y, también, la infinita compasión y la justicia. Por este motivo, no es sorprendente que nos preguntemos por el efecto que puede tener el mestizaje de emociones, ideas y situaciones nobles y elevadas junto con otras bajas y deleznables que vienen desde dentro y desde fuera; ¿qué puede provocar en la vida interna de Juan Roig que la mitad de la renta mundial esté en manos del 1% más rico de la población y la otra mitad en las miles de millones de manos del 99% restante? ¿Cuánto deberemos esperar hasta que el egoísmo, el amor a uno mismo, encuentre un límite en el amor a otros? Hasta la fecha, la mala digestión de unas y otras historias lo resuelve él ofreciéndose como héroe o mesías para el establecimiento de un nuevo orden basado en el trabajo y el sacrificio pero, si bien es cierto que la cultura del esfuerzo es una opción óptima para la realización personal, cuando aparece el sufrimiento y el dolor innecesarios o la frustración por no alcanzar la recompensa, entonces se convierte en castigo. Derroche y castigo. Improductividad y castigo. Absentismo y más castigo. Juan Roig como personaje es un buen ejemplo de historias mezcladas y cargadas de emociones desmesuradas e inversas como algunos aspectos maravillosos de su esfuerzo empresarial que van de la mano con otros mesiánicos o las acusaciones de pagos a la caja b de Luis Bárcenas, el que fuera tesorero del Partido Popular. A la mayoría, por el contrario, la asimilación de los extremos nos empuja a malvivir en la cuerda del funambulista, a recuperar nuestro equilibrio psíquico cerrando los ojos mientras nos balanceamos sobre el abismo. Nos confunde, nos adentra en lo absurdo porque rompe la utopía de progreso y la misma noción de civilización, porque hace añicos la convicción de que los hombres y las mujeres preferimos el respeto a la dominación, la verdad a la ignorancia, la libertad al vasallaje, la palabra a la oscuridad. Por decirlo todo: la “ceniza del gran hastío” (Edmund Husserl) está ahogando a las masas hasta el punto de olvidarse de sus derechos, de su dignidad.

Rafael Tabarés-Seisdedos es Catedrático de Psiquiatría en la Universitat de València

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