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análisis

El día de la marmota

Con este nombre conocemos la famosa película de culto cuyo protagonista pasa más de treinta años viviendo ininterrumpidamente los acontecimientos de un mismo día. Con este sentimiento podríamos definir lo que nos está pasando en la política vasca y española: vivir atrapados por una suerte de máquina del tiempo que nos devuelve al pasado.

Primero hemos sentido indignación por el desmantelamiento progresivo del sistema de bienestar que ha afectado a salarios, condiciones de trabajo, sistemas públicos de servicios o régimen de pensiones. Ahora se abre paso el estupor: el Gobierno español proyecta la modificación de la vigente ley de interrupción voluntaria del embarazo, vivida por cierto con absoluta normalidad por la sociedad española y hace su presentación pública, estratégicamente planificada, en víspera de las fiestas navideñas —momento que siempre ayuda a minimizar la crítica y la protesta—; lo hace pisoteando el derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad y enterrando una parte importantísima de la larga lucha de las mujeres por conquistar su libertad y derechos, y con ello los de toda la sociedad.

Siempre se habían medido los logros de la acción política por sus avances. Esa es la historia de las democracias. Hasta hoy, hasta que ha llegado este nuevo tiempo que se caracteriza por una permanente vuelta al pasado: menos derechos, menos libertades, menos igualdad. Toda una insoportable paradoja.

Tampoco la política vasca se libra de la vuelta al pasado. Ha sido en vísperas navideñas cuando el PNV ha presentado pomposamente en el Parlamento vasco una iniciativa para la creación de una Comisión sobre el autogobierno vasco. Parece definitivamente olvidado que en el año 2001, nada menos que hace trece años, se constituyó una Comisión Especial para el Autogobierno Vasco que, tras un prolijo trabajo, elevó conclusiones que fueron votadas y aprobadas. En aquella VII legislatura, también la izquierda abertzale estaba presente en el Parlamento vasco, el PNV —fuerza más votada que gobernaba junto a EA y EB— propuso a la sociedad vasca el mismo asunto con igual pomposidad —¡hasta el portavoz parlamentario del PNV era el mismo!—. Pero ¿cuántas veces hay que debatir, analizar, marear los argumentos y estirar la semántica? ¿Se volverá de nuevo a pedir opinión de expertos, políticos relevantes en un desfile interminable con el que consumir las horas del debate político hasta las próximas elecciones? La Comisión de Autogobierno del año 2001, cuyos trabajos a lo largo de más de un año constaron de más de 14 jornadas de trabajo y 59 comparecencias del más amplísimo espectro político y técnico, abordo —y cito textualmente— “la cuestión del respeto y cumplimiento del pacto estatutario y las opciones de actualización del mismo en función de las potencialidades que contiene”. Tras el intenso trabajo concluyó que “la actualización del pacto estatutario requiere hoy la aceptación de un nuevo pacto con el Estado que incorpore nuevas formulas de relación que lleven a superar tanto el incumplimiento de lo previsto en el Estatuto de Autonomía, como en el disenso referido al reconocimiento del derecho de libre determinación o, cuando memos, el referido a que la sociedad vasca pueda ser consultada a este respecto”. En este sentido, el Parlamento vasco —decían las conclusiones aprobadas— tiene pleno derecho a proponer a la sociedad vasca las formas de organización política que en cada momento estime y el Estado tiene el deber democrático de respetar esa voluntad y aceptar la negociación.

¿Acaso la novedad del momento es que quienes votaron estos principios se desdicen ahora de los mismos? ¿Quizá alguno de los que entonces votaron en contra los abraza? Parece probable que no ocurrirá ni lo uno ni lo otro, pero consumimos el tiempo de la legislatura hasta las próximas elecciones y vuelta a empezar. Mientras tanto, una sociedad vasca cada vez más envejecida y que requiere de prestaciones y servicios observa que en aquello que tenemos competencia apenas nos preocupamos de desarrollarlo. Hablo de la Ley de Servicios Sociales que requiere liderazgo y consenso. Un área, los Servicios Sociales desaparecida de la agenda gubernamental. Es un reto, cuesta trabajo, sin duda es más fácil dejarse atrapar por “el día de la marmota”.

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