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OBITUARIO

Albina Francitorra i Alenyà, una sonrisa a tiempo

Escritora, feminista y madre de la también escritora y periodista Montserrat Roig, nació en Barcelona en febrero de 1912

Albina Francitorra y Tomàs Roig.
Albina Francitorra y Tomàs Roig.

La mañana del 3 de diciembre de 2010 me dirigía a una residencia para la tercera edad que estaba —y todavía está— al final del paseo de Sant Joan, cerca de la zona de Arc de Triomf, en Barcelona. Había quedado allí con el historiador Pau Vinyes, al que había conocido no hacía mucho, Facebook mediante. Yo, entonces, acababa de publicar un libro sobre las primeras universitarias de España, sobre aquellas cosas de cómo las mujeres empezamos en esta aventura del mundo profesional y universitario. Pero en fin, el hecho es que el tal libro no resultó ser trabajo de balde, porque lo cierto es que me sirvió para que Pau Vinyes considerase que yo, esta humilde servidora, debía conocer a su abuela: Albina Francitorra.

Esa fue la primera vez que la entrevisté. La nariz aguileña, los ojos algo hundidos, con aquella humedad tan propia de la vejez que, a menudo, le empañaba la mirada haciéndola todavía un poco más profunda, más inquietante incluso. Los labios finos tenían, sin embargo, esa jovial disposición de “una sonrisa a tiempo”, como decía el gran Serrat. Irónica sin crueldad; educada sin afectación; inteligente sin ostentación y culta sin vanidades, Albina me resultó ser una mujer del siglo XX, una de aquellas que había tenido la suerte de vivir la España y la Cataluña de antes del gran desastre, que había de llevárselo —como siempre y una vez más— todo por delante.

Albina nació el 3 de febrero de 1912, en la calle Roger de Llúria, en una familia de la pequeña burguesía barcelonesa. Su padre era constructor, “hacía casas para vender”, me dijo; y su madre una ama de casa que iba a pasar a su hija la vocación de leer y, sin quererlo, la de escribir. Fue en una ocasión de aquellas que Albina tachaba de ridículas, una de aquellas costumbres, “el día de recibir” se llamaba, en que ella y su hermana, junto con su madre, habían ido a visitar a una amiga. Se hablaba mucho de catalanismo, eran los días de Cambó y de Macià, porque ellas, a pesar de no tener el derecho a las urnas, también hablaban de “esas cosas”, y, al despedirse, aquella mujer le hizo algunas carantoñas “linda, qué linda…”, le decía; pero luego pasó a la hermana mayor y exclamó “¡esta sí que es guapa!”. Al salir, Albina se sintió herida en lo más hondo de su juventud, se enfrentó a su madre y le dijo que ya no volvía más, que a partir de aquel día no contara más con ella para ir “de visitas”, que ella iba a buscarse un trabajo.

Nació en el seno de una familia de la pequeña burguesía barcelonesa

Las novelas de Folch i Torres y de Tot vent le enseñaron a escribir en catalán y un concurso literario para la revista El hogar y la moda le dio la idea. Vinculada al círculo de la biblioteca Bonnemaison, empezó con artículos para el periódico La Rambla y siguió con más colaboraciones, como fue el caso de Nosaltres Sols, que dirigía Daniel Cardona, y también, ya con el conocimiento del que sería su marido, Tomàs Roig, para Presència, de Girona, entre otros. Sus textos giraban en torno a la independencia, vinculando sin tapujos cuestiones de género con las de nacionalismo. Con una conciencia nítida de mujer, argumentaba que las mujeres eran la mitad de la población y que, por lo tanto, no podían verse ni tenían derecho a sentirse desvinculadas del escenario político del que ellas eran, sí o sí, parte integrante y activa. Participar en el proceso de catalanización y trabajar por una plena democratización era una tarea que tocaba a todas, “la fémina que no ha dejado nunca de serlo y que desde su juventud tan solo se encamina en los pasos para ser esposa, esta que no se preocupa de la emancipación femenina, (…) la que prefiere una novela de amor a todos los libros de filosofía y de historia. Esta puede, sin perder ni un centímetro de su encantadora femineidad, trabajar para Cataluña (…)”. Estas eran las palabras de Albina que yo, aquella mañana del 3 de diciembre, le volví a leer en el salón de la residencia. Abrió los ojos de par en par, me miró directamente y me preguntó: “¿Eso lo he escrito yo?” “Sí, Albina”, le contesté, “lo has escrito tú”. Cómo nos reímos.

Su talento literario y rostro de mujer fuerte dejaría huella en su hija Montserrat
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Esa ironía provocadora que mantuvo durante más de cien años no era para menos. La parte más conocida, ya la sabrán: en 1932 se casó con el abogado y también escritor Tomàs Roig i Llop. Tuvo siete hijos y el tiempo para escribir se le fue escapando. Su marido consideró que “en casa, con que escribiera uno, ya era suficiente”, pero su talento literario y rostro de mujer fuerte dejaría su huella en la de su pequeña Montserrat, (Barcelona, 1946-1991), como su madre, escritora, periodista, de izquierdas, catalanista y feminista, uno de los nombres más representativos de la literatura catalana de las décadas comprendidas entre final de los sesenta y principios de los noventa. Albina, además de mentora, actuó como secretaria y archivera de su hija Montserrat.

La guerra, el encarcelamiento de su marido, la muerte de cinco hijos, el franquismo, no fueron suficientes para borrar ni las ganas de seguir viviendo de Albina (se licenció en Filología, publicó artículos académicos, colaboró con Òmnium Cultural,…) ni esa “sonrisa a tiempo” ni ese brillo sagaz e irónico de su mirada que sobrevivió en su lenguaje y en la ternura de su gesto de mujer moderna educada a la antigua. “Hoy el mundo es un lugar un poco más tonto y un poco más miserable”, le he escrito a Pau, Facebook mediante. He tenido la inmensa suerte de entrevistarla. También tengo la suerte de decirle adiós y gracias.

Hoy, a las 13,30, en el Tanatori de Les Corts de Barcelona, se celebrará la ceremonia de despedida de Albina Francitorra.

Betsabé Garcia es filóloga e historiadora.

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