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Un coche rojo en un crimen sin aclarar

La familia de una joven hallada muerta en 1992 pide ayuda para resolver el caso

Carmen sostiene una foto de su hija, Soledad Donoso, asesinada en Córdoba en 1992 y cuyo caso se reabrió hace un año.
Carmen sostiene una foto de su hija, Soledad Donoso, asesinada en Córdoba en 1992 y cuyo caso se reabrió hace un año. JUAN MANUEL VACAS

El cadáver de Soledad Donoso fue hallado el 12 de octubre de 1992 en la orilla del Guadalquivir, dos semanas después de que la joven desapareciera. El lunes 28 de septiembre había salido de su casa, en la plaza de San Pedro, en pleno casco histórico de Córdoba, para ir a trabajar a una pizzería de la avenida Barcelona. Su madre, Carmen, lo recuerda muy bien porque al día siguiente era el cumpleaños de la abuela de Soledad. El trayecto solía hacerlo en moto pero, esa tarde, su hermana Mari Carmen se la pidió. Así que salió de casa y la joven de 18 años emprendió camino a pie. Soledad torció a la izquierda, seguramente hacia la plaza del Vizconde, y nadie más de su familia volvió a verla con vida.

Dos semanas después, el cadáver encontrado en el Guadalquivir no parecía arrojar pistas de lo que le había sucedido. La acción de la lluvia, muy fuerte esos días, junto a las alimañas, habían deteriorado mucho los restos. Una investigación policial, que la familia y los letrados que la representan consideran más que cuestionable, hizo el resto. El caso se cerró a pesar de que la familia insistiese en que a Soledad la habían asesinado y que un amigo suyo era, para ellos, el principal sospechoso. Este individuo ha sido imputado por el posible delito del homicidio de Soledad Donoso 20 años después, tras un trabajo arduo de la familia para reabrir el caso, que se había cerrado en los años 90 ante la aparente falta de avances en la investigación.

Solo la familia mantuvo vivo el recuerdo de la muerte de Donoso recordándola en una carta que publicaba cada aniversario de la desaparición en el Diario Córdoba. Los años pasaron y la fecha para el archivo definitivo del caso, en 2012, se acercaba inexorable. Si no había novedades, se cerraría del todo. La familia emprendió entonces una campaña de pegada de carteles en busca de datos, pistas, testimonios que se hubiesen escapado 20 años atrás y que mantuviesen viva la llama de las pesquisas.

Ángeles Zurera, cinco años sin noticias

M. J. A.

En Córdoba hay otro caso sin resolver y en el que una mujer se esfumó sin dejar rastro. En esta ocasión, ni siquiera se ha recuperado su cadáver, aunque toda la familia de Ángeles Zurera considera que está muerta desde que desapareciese el 2 de marzo de 2008. Ángeles tenía 42 años y vivía en Aguilar de la Frontera. La mañana de ese día dejó en casa su ropa, su documentación, su dinero. Hasta sus gafas. Se han cumplido cinco años desde la última vez que se le vio y el caso no se ha resuelto. La familia y la Guardia Civil siguen apuntando a su exmarido, sobre el que pesa una condena firme de malos tratos contra Ángeles. Pero a pesar de que fue imputado hace dos años, nada se ha sabido de la suerte de la mujer y los 2.500 folios de sumario repartidos en tres tomos tampoco dan con la clave.

El 3 de marzo unas 700 personas se manifestaron por las calles de Aguilar en recuerdo de Ángeles y reclamando que siga la investigación. Lo cierto es que no se ha parado. Al ser el exmarido de Ángeles, y principal sospechoso de su desaparición, el propietario de una empresa de construcción y movimiento de tierras, a lo largo de estos años se han levantado solares e inmuebles ligados de alguna forma a él. “Agujeros de este tipo ya se han abierto muchos, aunque no ha trascendido a los medios porque la intención no es darle publicidad, sino que se siga buscando”, explicaba hace un mes Antonio Zurera, hermano de la desaparecida. Este familiar dijo que “la imputación del exmarido permanece y el sumario tiene cientos de indicios que apuntan en la misma dirección”. “No se ha encontrado una prueba aclare qué le pasó a mi hermana. Pero el resultado del sumario es que mi hermana no está viva”, lamenta Antonio.

"Mantengo todas las esperanzas en quien está trabajando en descubrir la verdad y encontrar las pruebas que lleven a señalar al culpable", añade.

El sumario de Zurera estuvo a punto de ser archivado. Pero la Audiencia Provincial reabrió el caso en noviembre de 2011 después de que el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Aguilar de la Frontera dictase en junio de es año el sobreseimiento provisional de la causa contra el exmarido, al considerar que se había investigado todo lo que se había podido y no se había determinado nada.

Aquella petición de auxilio tuvo respuesta. Para empezar, contactó con la familia un criminólogo e investigador canario, Félix Ríos, que representaba a la asociación Laxhmi que busca dar salida a las familias afectadas por crímenes que no hayan podido ser resueltos por la policía o los jueces. Ruiz y dos letrados repasaron los miles de folios del caso buscando lagunas y nuevas pruebas que realizar. Finalmente, la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Córdoba admitió en mayo de 2012 la petición de la familia de reabrir la investigación.

Desde entonces, el juzgado ha ordenado la práctica de una decena de diligencias, entre ellas la exhumación en agosto del cadáver de Soledad. Los restos fueron nuevamente examinados en un estudio antropológico y toxicológico. Y lo que hace 20 años no se descubrió, hace ocho meses aparecía claramente. Todo indica que Soledad Donoso no murió por causas naturales. Fuertes golpes propinados antes de su fallecimiento en la cara y en su brazo, apuntan a un episodio de extrema violencia que le dejó unas lesiones que pudieron causarle la muerte.

Mientras esa línea de investigación avanzaba, la reconstrucción de lo que pudo haber pasado, también. El número de contacto dispuesto por la familia de Soledad recibió el testimonio de varios testigos que, 20 años después, decían haber visto a una mujer que coincidía con la descripción de Soledad. “Aquello fue de una emoción enorme. Nunca nadie se había acercado a decirnos nada. Tal vez porque tenían miedo. Pero ahora han empezado a hablar”, dice Mari Carmen Donoso. Recogiendo todos los relatos, se puede reconstruir la escena. Cuando salió de casa rumbo al trabajo, Soledad se topa rápidamente con alguien que conoce y conduce un coche deportivo rojo, un Golf GTI muy parecido al modelo que en 1991 salía de las fábricas. Se monta y sigue camino. “Tal vez le dijo que la acercaba al trabajo”, supone Mari Carmen.

Otros testigos situaron el mismo vehículo u otro muy parecido, en la zona del Arenal alto, un rato después. De allí se habrían bajado un chico y una chica joven, del aspecto de Soledad. Mantuvieron una fuerte discusión. Él, que portaba una litrona en la mano, termina golpeándola repetidas veces, antes de salir con el coche a toda velocidad. Dos semanas después, muy cerca de allí, se encontró el cadáver de Soledad.

Además de los nuevos testimonios, los familiares y los investigadores descubrieron que varias de las personas que declararon al final de la instrucción en los años 90 afirmaron que sus primeros testimonios podrían haber sido cambiados, modificados u omitidos. Y en todos ellos, señalaban al mismo joven del que siempre había sospechado la familia.

Pero, ¿era ese mismo joven quién conducía el Golf GTI rojo en el que se montó Soledad y que llegó al Arenal? Félix Ríos, Penélope Castejón y la madre y hermanos de Soledad Donoso están seguros que se trata del imputado. Pero todavía no hay pruebas que vinculen al sospechoso con ese vehículo. Si los investigadores lo logran, el caso ganaría mucha consistencia. Por eso, han activado una campaña a través de los medios de comunicación para tratar de recabar esta información vital. Han dispuesto un número de contacto para recabar testimonios: 652182069.

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