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“Donde cabe uno no caben tres”

Victor Perea trajo a su familia en plena crisis y ahora sopesa regresar a Panamá

Víctor Perea emigró para huir de la violencia de su país sin contar que España estaba inmersa en la crisis.
Víctor Perea emigró para huir de la violencia de su país sin contar que España estaba inmersa en la crisis.GIANLUCA BATTISTA

En el barrio panameño donde vivía Víctor Perea es habitual que te atraquen a punta de pistola. Con dos sueldos en casa su situación económica era cómoda, pero cuando nació su hijo, decidió emigrar a España sin sopesar que “el ambiente estaba tan difícil”. Había vivido un año en Barcelona, trabajando de pintor, y regresó en 2010 con el objetivo de traer al resto de la familia, que vino poco después. “Como conocía gente, esperaba encontrar empleo”, pero solo consiguió algunas faenas de albañil y electricista. Tampoco contaba que no es lo mismo alimentar una boca que alimentar tres y menos cuando una es de un niño de cuatro años. “Cuando estaba solo compraba un quilo de arroz y lo comía hasta cuatro veces por semana. Ahora no solo necesito más arroz. También necesito carne, leche... Dónde cabe uno no caben tres”.

Gracias a la recomendación de un amigo, Víctor acudió desesperado a un asistente social municipal. Como carecían de documentación les derivaron a Cáritas. La organización pagó durante tres meses los 280 euros mensuales de su habitación en un piso de Hospitalet del Llobregat, que compartían con otro matrimonio y una chica, todos latinoamericanos. También les suministró comida y proporcionó un curso de electricista para él y otro de geriatría para su esposa. Ambos recibieron clases de catalán, porque las ayudas económicas están supeditadas a la asistencia a cursos de formación.

Durante mucho tiempo, la ayuda de la organización fue la única fuente de ingresos de esta familia, salvo faenas ocasionales. La mujer de Perea encontró un trabajo cuidando un niño tres días a la semana por 450 euros al mes, pero acabó perdiendo el empleo al ser intervenida quirúrgicamente. Ahora, la situación se ha complicado y sopesan regresar a Panamá: “ya estamos cansados de esta situación y si nos quedamos es por nuestro hijo, que está aconstumbrado a vivir aquí tranquilo y felix. Allá los niños se crían en medio de la violencia”. Mientras, se han mudado a otra habitación más barata y sobrevive con “los trabajillos que van saliendo” y las ayudas que se ven obligados a pedir a algunos amigos del otro lado del Atlántico: “Ellos hacen lo que pueden y, aunque al cambio no es mucho, siempre ayuda”.

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