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OBITUARIO

Arturo Virosque, expresidente de la Cámara de Valencia

Dirigió la institución cameral durante 15 años y fue vicepresidente de Bancaja

Miquel Alberola
Arturo Virosque recibe en junio de 2009 en un acto al expresidente Francisco Camps y a la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá.
Arturo Virosque recibe en junio de 2009 en un acto al expresidente Francisco Camps y a la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá.SANTIAGO CARREGUÍ

El expresidente de la Cámara de Comercio de Valencia, Arturo Virosque, ha fallecido esta noche en un hospital de Valencia, donde estaba ingresado desde hace unos días. Tenía 82 años y estuvo al frente de la Cámara entre 1995 y 2010, una etapa que resultó muy expansiva para la entidad (inauguró nueva sede en la calle de Jesús, nuevas instalaciones en el parque tecnológico y creó una escuela de negocios), pero que también supuso el preludio del declive cameral. El también presidente de Grúas Virosque, que con 20 años ya era representante de las agencias de transporte en el sindicato vertical, llegó a la Cámara desde la junta directiva de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, en la que ocupó plaza durante 25 años.

La irrupción del empresario en la escena coincidió en el tiempo y en el espacio con el desembarco del PP en la Generalitat. Como dirigente empresarial tuvo una infinita sintonía con el Gobierno valenciano, tanto en los años de Eduardo Zaplana como en los de Francisco Camps. Por este último, incluso movilizó al Consejo de Cámaras, que presidía, para apoyarle en sus momentos más difíciles por las salpicaduras del caso Gürtel. Virosque, asimismo, ejerció de punta de lanza en las irritaciones anticatalanistas que, de forma recurrente, tan oportunas resultaban para que el Consell llenara sus vacíos.

Pero la trayectoria de Virosque no es una foto fija. En los últimos años al frente de la Cámara su cintura ganó algo de elasticidad en equidistancias. Lo mismo propició acercamientos a los empresarios catalanes con el pretexto del corredor mediterráneo que defendió las buenas relaciones entre Barcelona y Valencia gracias a que José Montilla había desalojado a Jordi Pujol en la Generalitat de Cataluña. Incluso, de forma muy excepcional, tuvo palabras amables para algunas acciones del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

Virosque también fue el único que teniendo un cargo decía lo que pensaba. Y quizá casi el último. Era un valor añadido que agradecían mucho los periodistas. Siempre que abría la boca, garantizaba varios titulares. Por ejemplo, fue capaz de, siendo vicepresidente de Bancaja, decir en una entrevista a EL PAÍS que no se fiaba de las instituciones financieras. Esa desinhibición, vista por el retrovisor, incluso le confirió un aire profético en algunos asuntos. Fue el único que habló sin tapujos de la mala situación en la que se encontraba la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), lo que suscitó airadas críticas de algunos consejeros cuyo comportamiento hoy escandaliza, y que puso en duda la viabilidad de su integración en el Sistema Institucional de Protección (SIP) con Cajastur, Caja Cantabria y Caja de Extremadura: “Ya veremos qué dura la fusión”, dijo meses antes de romperse.

Con todo, el legado faraónico de la gestión de Virosque es un lastre para la Cámara. La supresión de la obligatoriedad de las empresas de pagar las cuotas a estos organismos ha reducido sus ingresos de forma dramática, poniendo en riesgo su continuidad, lo que ha obligado a la Cámara a contraerse, a reducir el personal y a emprender un viaje cargado de incertidumbres en el que la carga de Virosque no ayuda a lograr la estabilidad en el trayecto.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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