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Catalanes de Madrid

Anabel Abril retrata y pregunta a 50 ‘emigrados’ sobre cómo viven con su identidad en la capital

Anabel Abril, en el Palau Robert, junto a una de sus fotografías.
Anabel Abril, en el Palau Robert, junto a una de sus fotografías. JOAN SÁNCHEZ

Madrid está lleno de catalanes. También de vascos —quizá más— y de andaluces, asturianos, gallegos e incluso de gentes de todo el mundo, como sucede en todas las grandes metrópolis del mundo. Algunos piensan que los catalanes son una tribu especial, entre ellos, los propios catalanes que viven en Madrid. Según el signo de los tiempos, es más fácil o más difícil ejercer de catalán en Madrid. En estos momentos puede ser un poco fatigante.

La periodista Anabel Abril (Barcelona, 1958), que vive en la capital, ha seleccionado a medio centenar de miembros de esta tribu —su tribu—, los ha fotografiado y con el pretexto de la Gran Vía, les ha preguntado por su experiencia en la Villa y Corte. El resultado, Catalanes en Madrid. 50 miradas desde la Gran Vía (Lectio Ediciones) fue presentado ayer en Barcelona por Lluís Bassets.

Dice Abril que escogió la Gran Vía porque está llena de contrastes y paradojas, “está pensada para ser admirada, pero llena de locales olvidados y espacios muy feos; es demasiado estrecha para el empaque y lo bonitos que son los edificios y es, al mismo tiempo, un lugar muy vivo por el que pasa constantemente gente, 24 horas al día, que pasan pero nadie se queda”.

Abril ha seleccionado a catalanes notables, personalidades que interaccionan en el juego capitalino, que no se consideran definitivamente exiliados, aunque algunos duden de que vayan a regresar a vivir a Cataluña. “En el momento que dices: hago un libro de catalanes en Madrid, los catalanes entienden lo que quieres decir y todos parecen tener la necesidad de explicar cuál es la sensación de ser catalán en Madrid”, explica.

Los hay que llevan allí toda una vida, como el actor Josep Maria Pou, el que fuera delegado de la Generalitat, Santiago de Torres, el vicepresidente del Tribunal Constitucional Eugeni Gay y el expresidente del ICO Josep Maria Ayala. Otros llevan décadas yendo y viniendo, como el director del Teatro Español Mario Gas o el presidente de la CEOE, Juan Rosell. Todos detectan el cambio de mirada de los últimos años. “Cuando yo llegué a Madrid, en el año 1966, ser catalán era positivo. Entonces me decían: ‘¿Tú eres catalán? ¡Serás cojonudo, seguro!”, asegura Pou. Ahora, como explica el delegado en Madrid del Grupo Freixenet, Joan Vaqué, “nos hemos vuelto antipáticos”.

Cuando Abril realizó su libro, la ola independentista aún no estaba sobre la mesa, pero ya se intuía. “El punto al que hemos llegado es una sorpresa”, reconoce, “porque no era evidente antes de la gran manifestación del 11 de septiembre, pero sí que puede detectarse en todas las conversaciones”. La incomprensión, la incomunicación y la falta de empatía que los catalanes de Madrid perciben va en aumento, señala, y algunos reconocen que evitan el tema y otros que “sus opiniones se van radicalizando como respuesta a la radicalización que reciben desde Madrid”.

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