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Crónica
Texto informativo con interpretación

Un escenario bajo la baldosa

Emmy Langer fue degollada mientras echaba la siesta en el barrio de Llefià de Badalona

La calle de la Mare de Déu de Lorda, en el barrio de Llefià de Badalona.
La calle de la Mare de Déu de Lorda, en el barrio de Llefià de Badalona. JOAN SÁNCHEZ

En 1932 la calle de la Mare de Déu de Lorda, en el barrio de Llefià de Badalona, era una modesta urbanización llamada la Batllori donde solo había una decena de pequeños chalets en los que habitaba gente humilde. En ese lugar poseía el señor Antonio Carrera una torre de una sola planta, con terraza y un pequeño jardín. El 25 de marzo de ese año por fin había podido echar de allí a un inquilino moroso. Satisfecho con recuperar la propiedad, acudió a hacerle una inspección. En la casa no quedaba mueble alguno, pero al llegar a una de las habitaciones notó que las baldosas del suelo habían sido levantadas y vueltas a colocar con yeso. Intrigado, quitó los primeros baldosines y encontró un agujero de poco más de un metro, en el que había un bulto envuelto en un saco. Cuál no sería su sorpresa al abrir el paquete y encontrarse con un cadáver en avanzado estado de putrefacción.

Una vez practicada la autopsia, resultó pertenecer a una mujer obesa que presentaba muchas contusiones y un gran tajo en el cuello. Pronto todas las sospechas recayeron en Aurelio Martínez, el inquilino en fuga, que a pesar de decir que era aragonés hablaba con un marcado acento argentino. La policía le reconoció como Benjamín Balsano, un ladronzuelo y estafador de poca monta nacido en Buenos Aires. Apuesto y elegante, tenía cierto éxito con las mujeres y varias causas abiertas. En el barrio Chino se le relacionaba con el tráfico de estupefacientes.

Los acusados fueron el ladronzuelo y estafador Benjamín Balsano y su amante Eulalia Maynou

Pocos días más tarde, localizaban en un trapero de La Rambla los muebles que había vendido Balsano, entre los cuales se encontró una jaula con un loro. Gracias a este animal se pudo identificar a la víctima, a través de un familiar de la fallecida que reconoció al pájaro. Se trataba de la ciudadana alemana Emmy Langer, una corpulenta treintañera, viuda del antiguo director de la Compañía Fabril de Carbones Eléctricos, muerto años atrás después de arruinarse. Desde entonces, había deambulado por diversas pensiones de Barcelona, malviviendo de unos magros ahorros. También averiguaron que Balsano había huido con su amante, la joven Eulalia Maynou, empleada en una vaquería. A primeros de abril, y gracias a las fotografías que publicaron los periódicos Mundo Gráfico y Crónica, les atraparon a ambos en una pensión de Madrid y les devolvieron a Barcelona. El jefe superior de policía afirmó ante los periodistas que, a partir de ese momento, las autoridades iban a abrir un fichero con fotos de todos los detenidos.

Trasladado a comisaría, Balsano señaló a un nuevo sospechoso, Santiago Romero, de quien contó que era miembro de la banda de estafadores Pickman, y que 12 años antes ya había alquilado el mismo chalet de Badalona. Siempre según Balsano, el tal Romero era el amante de la viuda Langer y fue él quien la alojó en el chalet, donde le hacía frecuentes visitas. Solo un día más tarde localizaban a Romero, que llevaba en la cárcel desde mucho antes del crimen. Los vecinos de Llefià afirmaron haber visto solamente a Balsano, que llegaba muchas noches a su domicilio con compañía femenina. Según los agentes que investigaban el caso, este habría conocido a Emmy en una pensión de la calle de los Talleres e inició con ella una relación. Más tarde la convenció de invertir todos sus ahorros (unas 2.500 pesetas) en una tienda de comestibles en la calle de Rosellón. Pero una vez allí, como la viuda no le daba el dinero, Balsano se impacientó y la mató. Después alquiló la torre de Llefià y trasladó el cuerpo dentro de una caja, con el único fin de hacer desaparecer sus restos bajo el piso de la casa.

La prensa del momento lo resumió como el caso del argentino que mató a la alemana
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A Emmy Langer le hicieron una segunda autopsia, por la que se supo que había sido degollada mientras echaba la siesta, después de comer. Los amantes fueron llevados a Badalona para reconstruir los hechos, aunque Balsano se negó a confesar y Eulalia parecía no saber gran cosa. El tribunal se reunió en junio de 1933. La sala se llenó de mujeres, que parecían embelesadas con la apostura del acusado. Alguna de ellas le envió cartas amorosas a La Modelo. Por la tarde ya eran miles los curiosos rodeando la audiencia. Y el 8 de junio, cuando se dictó sentencia, la cola para entrar daba tres vueltas al edificio. El fiscal pedía 21 años de cárcel para Balsano, a quien el jurado popular aumentó la pena a 22, por el delito de asesinato y falsificación de documentos. Eulalia fue condenada a seis años y un día de prisión por encubrimiento. La prensa lo resumió como el caso del argentino que mató a la alemana, y se hicieron muchos chistes sobre el loro de Langer. Dos años más tarde, Eulalia Maynou era puesta en libertad.

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