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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Copagos

"Ahora el copago, el nuevo, el de la crisis, se ha convertido en el estribillo pegadizo que más suena, no en la Eurovisión sino en la eurozona"

El tiempo que todo lo barre remite la memoria al olvido. Quienes peinan canas o lucen calvas, que no las generaciones de las últimas décadas, conservan quizás todavía el recuerdo de una realidad en el pasado; una realidad escolar de maestros y maestras de primeras letras, muy bien considerados socialmente y muy mal pagados por la autoridad competente. El decir de las gentes relacionaba el hambre con las tareas escolares de los maestros. Por eso en tantos pueblos y aldeas de la geografía agrícola hispana, los lugareños, de forma espontánea, tenían establecido una especie de copago tácito que ayudaba a subsistir a los económicamente maltratados docentes: había quien acudía a la escuela con un capazo de patatas y quien llegaba a la escuela municipal con los cuadernos, lápices, enciclopedia, dos lechugas o unos kilos de naranjas. Manuel Rivas dejó constancia de ese copago en esa joya narrativa que es La lengua de las mariposas: el sastre, padre del pillastre de pocos años, le confecciona agradecido un traje al maestro de su chaval, porque los maestros mal pagados eran “las luces de la República”. También en la esfera de la asistencia sanitaria, entonces no generalizada, existía esa delicada forma de copago. Y no era extraña la imagen de la campesina que cargaba en su masía con dos conejos o el más lustroso gallo de su corral cuando los achaques la empujaban a la consulta médica del galeno rural. Las clases pudientes de entonces, sin problemas de liquidez, desconocían la práctica del copago tácito que se daba en las capas sociales con economía débil. Ayer como hoy, los débiles tienen también necesidades primarias y escasos recursos. Claro que la estampa del peculiar copago pasó al olvido de casi todos, borrada por la esponja del llamado estado del bienestar, o por la ficción de ese estado de bienestar como vino a ser el desarrollismo de las últimas décadas.

Ahora el copago, el nuevo, el de la crisis, se ha convertido en el estribillo pegadizo que más suena, no en la Eurovisión sino en la eurozona. Este nuevo copago no lo ha originado la falta de recursos en el medio rural, sino una sarta de despropósitos harto conocida: nefasta política bancaria, bajos créditos engañosos, endeudamiento e irresponsabilidad en la administración de la hacienda de todos, demagogia sin límites en materia de inversiones públicas como llevar el AVE donde no se necesita, y otras lindezas que no se pueden borrar ni olvidar. El copago de una u otra forma está generalizado desde los inicios de la crisis en casi todos los países de la eurozona, y parcialmente en Dinamarca, Grecia e Irlanda. En Alemania pagan un tanto mayor o menor según sea el importe de la receta médica y 15 euros trimestrales por tener asistencia donde el oftalmólogo. Aquí también existe un copago de forma parcial, que ahora se quiere generalizar. Confiemos en que las dramáticas cifras del paro no obliguen a los débiles a acudir de nuevo a las patatas, los conejos o las valencianísimas naranjas.

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