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Xavier Solà, un monaguillo ascendido a Richelieu

El 'segundo' de Mascarell, ex jefe de los servicios jurídicos de la ACM fuerza hasta el límite los reglamentos para salirse con la suya

Xavier Solà y Ferran Mascarell, en una comparecencia conjunta.
Xavier Solà y Ferran Mascarell, en una comparecencia conjunta.

Tan afable en el trato como inflexible en sus posicionamientos. Y especialista en forzar las normas para adaptarlas, cueste lo que cueste, a sus necesidades. Así describen dentro y fuera de su partido a Xavier Solà, secretario general del departamento de Cultura, quien ha saltado a la primera línea de la actualidad por los negocios que hizo a través de su antiguo cargo como jefe de los servicios jurídicos de la Associació Catalana de Municipis.

Solà sabe muy bien donde pisa. “Si quisiera hacer alguna cosa fea no fundaría una empresa, sino que la compraría”, dijo a este diario para justificar su relación con Procomu, la empresa que fundó junto a su amigo Josep Maria Matas -exsecretario general de la Asociación Catalana de Municipios (ACM)- y el abogado Salvador Cuadreny.

Como abogado, Solà es consciente de que los accionistas que fundan una empresa son fácilmente localizables con una simple ojeada en el registro mercantil, mientras que si se compra cuando ya está constituida es mucho más difícil seguir el rastro de sus propietarios. Quizás por esto, Solà sí compró una empresa ya constituida cuando quiso facturar a la ACM 193.000 euros fraccionados en 65 facturas de unos 2.900 euros cada una. Con este gesto, Solà no solo conseguía diluir el cobro en una empresa en la que no figuraba entre los socios constituyentes sino también evitar sospechas de Hacienda.

Los expertos aseguran que el número dos de Cultura creó una sociedad instrumental

Los expertos consultados no dudan en tildarlo como el típico caso de sociedad instrumental. Solà, en cambio, asegura que todo el dinero que facturó -de un proyecto que él mismo había impulsado- se corresponde con su trabajo como abogado.

En Vic, donde ha desarrollado casi toda su carrera política, tiene fama de no ir de frente. Dirigentes de su propio partido (CDC) explican con todo detalle las maniobras del actual número dos del consejero Ferran Mascarell para apear al anterior alcalde Jacint Codina (CiU), con quien mantenía una pésima relación. Codina no quería a Solà en las listas porque desconfiaba de sus formas, pero Solà fue más ágil y consiguió que los nacionalistas cambiaran de candidato a última hora en las elecciones de 2007. Desde entonces es alcalde de Vic Josep Maria Vila d'Abadal, quien sí aceptó sin problema alguno a Xavier Solà como su número dos. Fue entonces cuando el abogado acaparó os cargos de primer teniente de alcalde, responsable del Área de Territorio y Urbanismo y edil de Cultura.

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En una ocasión el concejal de Iniciativa Xavier Tornafoch llegó a calificar públicamente a Solà como “un cardenal Richelieu que sobrepasa sus funciones y actuando como el alcalde de la ciudad”. El califictativo no es gratuito en un político que más que de su poder siempre ha presumido de haber sido monaguillo en la Escolania de Montserrat, donde cultivó su pasión por la música que le ha llevado a dirigir una coral muy popular en Osona.

Su paso por la Escolania y su pronta vinculación con las Joventuts Nacionalistes de Catalunya le han brindado buenas relaciones en el partido. Tanto es así que ha llegado a la categoría de amigo de Artur Mas, quien ha comido en casa de Solà en alguna ocasión en sus visitas a Vic. Desde entonces, el salto de Solà a la política catalana era cuestión de tiempo.

Lo consiguió hace 14 meses cuando Ferran Mascarell, recién aterrizado al gobierno de CiU procedente del PSC, tuvo que buscarse un colaborador bien visto por los nacionalistas: Solà cumplía los requisitos: conocía el mundo de la cultura, había trabajado con Mascarell en la SGAE y, sobretodo, era amigo de Artur Mas. Hoy esta amistad es su principal coraza ante las sombras que envuelven su gestión en la ACM.

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