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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los bobalicones

"Cuando en estos o en otros rincones del País Valenciano recurrimos a la semántica de la estupidez, de la impertinencia o de la poca formalidad, utilizamos el término 'borinot"

Que sepamos, en las comarcas norteñas valencianas que configuraron la decimonónica provincia de Castellón escasean los abundios, pichotes, capirotes, palotes, bobos de Coria o tontos del bote. Cuando en estos o en otros rincones del País Valenciano recurrimos a la semántica de la estupidez, de la impertinencia o de la poca formalidad, utilizamos el término borinot: un insecto, un abejorro negro de nocturno y ruidoso vuelo, que se da de bruces contra las paredes en busca de luz. La geografía castellonense no ha aportado a la estulticia expresión alguna como lo aporta la laboriosa ciudad cacereña de Coria, que está en el mapa, como Castellón. En Coria se le aplicó injustamente el nombre de tonto al constructor de un puente sin río. Pero según las versiones más fidedignas sí existió en su momento el río, aunque su cauce fue desplazado por un movimiento sísmico. Nada que ver pues con aeropuertos sin aviones o pistas donde técnicamente no se puede aterrizar. Olvidémonos, en estas líneas, sobre la tontería, de la tierna figura del Bobo de Coria, el bufón velazqueño cargado de humanidad. Y es justo relacionar las procacidades de Camilo José Cela con Castellón, porque, para Cela, el tonto de Coria era aquel que conocía, en sentido eufemístico y bíblico, a su madre y a su hermana, y le preguntó al cura en el confesionario si acostarse con la abuela era pecado. No, de verdad, a la estulticia no le aportó la geografía provincial castellonense topónimo alguno. Hasta ahora.

Porque ahora la clique del famoso Carlos Fabra, cuya sombra alargada está rebosante de estómagos agradecidos, provinciales y provincianistas, viene a decirnos que Castellón, gracias a su carismático líder está en el mapa, como lo está la noble y antigua ciudad de Coria. Y es que nos toman por abundios, pichotes y tontos de capirote. Porque aquí, hasta los votantes conservadores, fueron un día a la escuela y tropezaron con los mapas, en primer lugar. Y en segundo, porque sabemos que el mapa geográfico de la provincia está escasamente relacionado con los procesos, las imputaciones y los millones de euros de fianza con que los juzgados se ocupan, de una forma demasiado laxa, del secretario provincial del PP de por estos lindes. También vienen a decirnos que somos bobos de Coria y tontos del bote, cuando califican de aportaciones voluntarias y benéficas las entradas a espectáculos taurinos, cuando el dinero lo pagan de forma obligatoria los Ayuntamientos, y a los municipios que no pagan se les descuenta la cantidad de la aportación que les corresponde del mal llamado Gobierno provincial. Los munícipes de Vila-real tachan la faena taurina de “impuesto revolucionario”. Los ejemplos son interminables. Porque no somos bobalicones, y porque sabemos por qué la clique de Carlos Fabra abandonó la sala de congresos de Sevilla, cuando el presidente de la Generalitat empezó a hablar de moralidad y política. Y es que la camarilla intenta colocarnos en el mapa de la estulticia.

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