Y la ‘boina’ se coló en la agenda
En 2011 supimos que la capital superaba los límites legales de contaminación Ana Botella decidió pedir una prórroga a Bruselas y presentó un plan de calidad del aire que quiere luchar contra el tráfico cobrando más a los conductores
“Creo que este año se ha dado un salto cualitativo en cuanto al nivel de conciencia o conocimiento del problema de la calidad del aire en Madrid”. Lo dice Juan García Vicente, madrileño de Carabanchel Bajo —aunque nacido en 1947 en Garcihernández, Salamanca, su pueblo materno— y miembro de Ecologistas en Acción desde su fundación. “Se ha puesto en la agenda del equipo de Gobierno y de los partidos de la oposición”, añade. Pero ha tenido que ser a base de malas noticias.
Todo empezó en enero, cuando la entonces concejal de Medio Ambiente, Ana Botella, tuvo que admitir que Madrid había cerrado el año anterior con más contaminación de la que permite la ley. Anunció que iba a pedir una prórroga de cinco años a la Comisión Europea porque para cumplir tendría que reducir el tráfico a la mitad, “lo cual no parece posible”, dijo. Solo unos días después llegó un persistente anticiclón y la célebre boina madrileña se instaló en los cielos de la capital durante más de dos semanas.
Dióxido de nitrógeno
Es el problema de la capital, el único contaminante del que rebasa los límites. El parque madrileño, muy dieselizado, es el problema.
Lo notaron los alérgicos, los asmáticos y casi todos los demás. Era difícil no percibir aquella mancha grisácea en el horizonte, por más que Botella haya dicho alguna vez que ella no la ve. Oficialmente no se superó ningún límite, pero el Ayuntamiento tuvo que reaccionar de alguna manera ante la evidencia. Cataluña había tenido que dar marcha atrás a su decisión de eliminar el límite de los 80 kilómetros en los accesos a Barcelona. Allí, el anticiclón también estaba dejando niveles de contaminación alarmantes. Madrid optó por una solución algo menos coercitiva: usar los paneles de la M-30 para pedir a los conductores que usaran el transporte público. Prácticamente nadie hizo caso.
Este año también se ha puesto nombre al enemigo: no son los coches viejos, son los diésel, incluso los jóvenes. El hasta ayer mismo concejal de Hacienda, Juan Bravo, intentó hacer llegar al Gobierno una propuesta para penalizarlos, pero no llegó a buen puerto. Hace solo unos días Botella presentó el Plan de Calidad del Aire con el que tiene que convencer a Bruselas para que le dé la prórroga. Reducirá la contaminación cobrando más por aparcar en el centro, o eso dice. Juan García, sociólogo reconvertido en especialista en concentraciones de dióxido de nitrógeno, tiene claro el principal reto de la nueva alcaldesa para el año que viene: “Una movilidad más sostenible”.
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