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Martín Kohan: “Solo si se supone que los estudiantes son huecos se puede pensar que el adoctrinamiento funciona”

Este escritor y docente señala que la educación pública está entre los escasos “motivos legítimos de orgullo” de los argentinos

Martin Kohan
Martín Kohan, en el barrio Villa Crespo, en Buenos Aires.Valentina Fusco

El escritor y docente universitario Martín Kohan (Buenos Aires, 57 años) lee un libro de Daniel Bensaïd sobre el entrecruzamiento del imaginario mesiánico y la política en la cafetería de Buenos Aires en la que espera a EL PAÍS. La entrevista tiene lugar unos pocos días antes de las movilizaciones en defensa de la universidad pública que el martes desbordaron las plazas de todo el país, pero Kohan tiene claro que esta forma parte del ADN de la identidad nacional. “Hay un puñado de motivos legítimos de orgullo que podemos tener los argentinos de qué es lo que pasó en este país”. Hace una breve pausa y reduce esos motivos a dos: “La configuración del sistema de la educación pública y el juicio a las juntas militares [de la dictadura] en 1985″. El presidente de Argentina, Javier Milei “los ataca los dos”, asegura este profesor de Teoría Literaria de la Universidad de Buenos Aires, la misma casa de estudios donde se formó y en la que es docente desde hace tres décadas. Es también crítico literario y autor de ensayos, libros de cuentos y novelas como Ciencias morales (Anagrama, 2007) y Confesión (2020), entre otras.

Pregunta. Milei dice que quiere que Argentina vuelva a ser la primera potencia mundial, pero nunca lo fue. ¿Cómo evalúa ese uso discursivo que hace de la historia?

Respuesta. Habría que ver si corresponde llamarlo uso de la historia. Habría que decir uso de la mentira. Plantear como un objeto de la historia que la Argentina fue primera potencia mundial cuando no hay ningún registro histórico de eso es simplemente engañar. Al mismo tiempo, para que ese engaño funcione, y el engaño parece haber funcionado, tiene que tocar alguna forma de deseo o de imaginario específico.

P. ¿Cuál es ese imaginario?

R. Cuando uno recorre históricamente los textos fundacionales de las distintas naciones, todas imaginan futuros de grandeza. En el caso argentino, a esas características generales puede que se haya agregado un imaginario de excepcionalidad en el contexto latinoamericano, la ambición de ser algo así como los Estados Unidos del Sur. Aunque ese destino de grandeza obviamente se desencontró, Milei hace un movimiento falaz que toca con algo que queda en el imaginario, que estábamos destinados a ser potencia mundial. De un modo análogo, hay una maniobra con estadísticas para señalar un paraíso perdido de Argentina.

P. ¿Cómo ayuda el uso del lenguaje mesiánico de Milei y sus referencias bíblicas a la construcción de esa promesa futura de grandeza?

R. Son delirios místicos. Estoy justo leyendo un libro de Daniel Bensaïd sobre el entrecruzamiento del imaginario mesiánico y la política. En Milei ese imaginario mesiánico está combinado con el imaginario sacrificial también de índole religiosa. A la hora de explicar cómo es que este país va a traspasar de esta situación agobiante y desesperante al bienestar, al crecimiento y a la potencia mundial, lo que Milei invoca son las fuerzas del cielo. O sea que todo esa retórica técnica y economicista contiene un enlace completamente mágico.

P. ¿Los que se sacrifican son los argentinos de bien a los que invoca Milei?

R. Nietzsche en La genealogía de la moral dice que el poderoso siempre define el bien señalándose a sí mismo, “el bien soy yo”, y para Milei el argentino de bien es él y quien piensa como él, un mecanismo increíblemente elemental. Los que están haciendo el sacrificio que pide Milei no son los que van a obtener el beneficio. Ya hay quienes están obteniendo enormes beneficios de la situación actual, los grupos de poder financiero, y no están haciendo ningún sacrificio. Encontramos que sufren los que han sufrido siempre y se benefician los que se han beneficiado siempre.

Kohan en un café de Villa Crespo.
Kohan en un café de Villa Crespo.Valentina Fusco

P. Ese relato de sacrificio, tan religioso, choca con una Iglesia que sale a criticarlo y le acusa de insensibilidad. ¿Carece de empatía Milei?

R. Esta situación en la que está dejando a mucha gente de lado no solo no suscita en él alguna clase de mortificación y de solidaridad sino que le da un enorme placer, disfruta muchísimo del sufrimiento de las personas a las que les está haciendo sufrir. En el caso de los despidos, se producen sobre trabajadores que ya estaban en una situación de precarización laboral y, por lo tanto, ni siquiera cuentan con las formas de protección de un trabajador formal, como indemnización. Se quedan sin nada. Al anunciarlo se muestran gozosos y eso se ve con ciertas maniobras, por ejemplo, suponer que todo trabajador del Estado cobra y no trabaja. No solo no hay solidaridad, hay crueldad.

P. ¿Por qué hay gente que celebra los despidos y los cierres de organismos?

R. En parte la idea de que hace falta sufrir y después vamos a estar bien, funcionó y todavía funciona. ¿Cuánto tiempo puede sostenerse eso? No lo sé, es muy difícil establecer cuáles son los plazos de una esperanza.

P. Milei carga contra el colectivismo, pero en Argentina no sólo lo público sino también lo colectivo es muy importante. ¿Cómo y cuándo comenzó esa campaña de desprestigio contra lo colectivo?

R. En el caso de Milei tiene una derivación un tanto delirante, que es que él ve el mundo dominado por el comunismo. En Davos dijo que el mundo está siendo dominado por el comunismo en todos los países excepto en la Argentina. Su discurso parece una novela distópica de parodia de la Argentina. Imaginemos que alguien dice “escribamos una novela paródica donde subimos la megalomanía argentina al límite de lo inverosímil”. Ponemos un presidente en Davos diciendo el comunismo domina el mundo y la Argentina lo va a vencer. Lo que uno reivindica como el espacio público en nuestro país, con nuestra tradición de lo público y nuestras prácticas comunitarias, él lo ve como comunismo. Donde dijiste el rito del asado, él ve a Stalin. En ese contexto de resistirme a los mitos de la superioridad argentina sí pretendo aferrarme a un puñado de motivos legítimos de orgullo que podemos tener los argentinos de qué es lo que pasó en este país.

P. ¿Cuáles son?

R. No son muchos. Podría mencionar dos y los dos los ataca Milei: la configuración del sistema de educación pública en la Argentina y el juicio a las juntas militares en 1985. Ahí sí uno puede decir qué bien eso que se hizo en la Argentina.

P. ¿Cómo ve la educación pública hoy en Argentina?

R. La educación pública viene siendo dañada y hostigada desde hace mucho tiempo. En principio de manera presupuestaria. Yo soy docente. No hay modo de que la precarización salarial del trabajador de la educación no dañe la calidad educativa. A la vez, estaba tan bien hecho ese sistema que resiste. Es como si tuvieras un coche y durante 15 años no le hacés ningún mantenimiento y anda de todos modos. Ahora, dicho esto, quiero detenerme en el nivel de daño y de menosprecio que se está registrando ahora. El sistema de educación pública en la Argentina es históricamente motivo de orgullo. Ser como soy, desde hace más de 30 años, docente en la universidad pública argentina es motivo de orgullo. Y hay un viraje notable y muy lamentable, que pretende hacer de eso motivo de abochornarse, porque sos empleado público y porque vivís del Estado. Un viraje al que estamos resistiendo.

P. ¿Hay adoctrinamiento en la educación pública?

R. Decir que hay adoctrinamiento es subestimar fuertemente a los estudiantes, suponerlos receptores pasivos de los que se les diga. Solamente suponiendo que los estudiantes son huecos se puede pensar que hay un adoctrinamiento que funciona.

P. Ni Jorge Luis Borges saldría indemne en este momento. Usted escribió un perfil donde con ironía lo describe como alguien que “fracasó en el sector privado” e “intentó vivir de la teta del Estado”

R. Figuras como Borges se nutrieron de las políticas culturales de este país, del Fondo Nacional de las Artes, de la Biblioteca Nacional de la que ahora están echando a medio mundo y diciendo que son ñoquis [que cobran sin trabajar]. Borges recibió el Premio Nacional de Literatura, ¿es un orgullo? Hoy a eso lo llaman vivir de la teta del Estado.

P. ¿Argentina ha normalizado el discurso violento que habilita Milei?

R. Si el presidente insulta está habilitando el insulto. En una conferencia de prensa si alguien le plantea algo que a él no le parece, denigra. El Poder Ejecutivo puede tener sus desacuerdos con el Poder Legislativo y a lo largo de la historia en todos los países hay encuentros, desencuentros o tensiones. Pero Milei no discute políticas legislativas o alianzas de bloque, les dice “nido de ratas”. A representantes que cuentan con la misma legitimidad democrática que él, que fueron tan votados como él. A la periodista que le preguntó por Keynes, le gritó burra.

P. ¿Qué cree que está pasando con el miedo que genera esa violencia?

R. La gente que desestima el miedo es porque no le tocó. Cuando te toca es espantoso porque tiene la forma del linchamiento discursivo. Hay un dato gravísimo, pero muy sintomático, que es que cuando eso traspasó a violencia física, la reacción en la sociedad fue relativamente tibia o indolente. Fue el intento de matar a Cristina Kirchner. Fue un hecho gravísimo y no se vivió como un hecho gravísimo. Dicho esto, quisiera agregar que yo entré a la universidad en el año 1986. Los docentes con los que yo me formé vivieron en condiciones de terrorismo de Estado, así que si hay que lidiar con este miedo, lidiaremos con este miedo.

P. Hablaba del poder de las palabras y quería preguntarle por la necesidad de renombrarlo todo del Gobierno: el Salón de las Mujeres ahora es Salón de los Próceres, el Salón de los Pueblos Originarios se cambió por el de Malvinas, al CCK le buscan nuevo nombre. ¿Qué hay detrás de esa batalla cultural?

R. A Milei le falta muchísimo espesor de elaboración conceptual para que merezca ser llamado batalla cultural. Son reacciones en espejo. Me decís blanco, te digo negro. Me decís River, te digo Boca. Reacciones en espejo combinadas con provocación. Detectan y probablemente detecten bien que eso fastidia y entonces lo hacen. Tengo que buscar dónde tratar de darle espesor, pero es como tratar de poner levadura a una galleta tremendamente chata.

P. Pero el discurso de la vicepresidenta, Victoria Villarruel, es más elaborado y ataca ese otro pilar que mencionaba, el juicio a los responsables del terrorismo de Estado.

R. Victoria Villarroel es distinta, ahí sí uno podría decir acá hay una batalla ideológica, política, cultural. Sus maniobras discursivas no son de negacionismo, son de reivindicación del aparato represivo del Estado. Reabrir una discusión puede ser muy necesario, pero no podemos reabrirla como si nunca lo hubiéramos discutido. Está verificado y estudiado históricamente que todo el desarrollo de la represión por parte del terrorismo del Estado de ninguna manera se circunscribió a contrarrestar la violencia de los grupos de lucha armada. El terrorismo del Estado apuntó a contrarrestar y desarticular toda forma de participación social, de solidaridad social y de presión cultural.

P. Parte del Gobierno de Milei no reivindica el terrorismo de Estado, pero sí defiende la represión de manifestantes o mano dura contra los que incumplen la ley. ¿Hay un vínculo entre ambas posturas?

R. Sin dudas. Si miramos con atención, en todo lo que tiene que ver con políticas sociales, reparación de daños e inequidades, gestión educativa, gestión de políticas culturales, ahí son estadofóbicos. Pero para todo lo que tiene que ver con el aparato represivo del Estado, son fuertemente estatistas.

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