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Horacio Rosatti, presidente de la Corte Suprema argentina: “Si la dolarización elimina el peso es inconstitucional”

En una entrevista en medio del juicio político impulsado por el Gobierno kirchnerista, la máxima autoridad del poder judicial se expide sobre el estado de la justicia, los conflictos con el poder político, el peronismo y las propuestas de dolarización de Javier Milei

Horacio Rosatti, en su departamento en la Ciudad de Buenos Aires.
Horacio Rosatti, en su departamento en la Ciudad de Buenos Aires.Tiago Ramírez

Cada mañana Horacio Daniel Rosatti (Santa Fe, 67 años) ubica las noticias en los casilleros imaginarios de la Constitución nacional. Si lee dolarización piensa en el artículo 75, inciso 19; si lee medio ambiente, en el artículo 41 y así sucesivamente. Profesor de Derecho Constitucional durante cuatro décadas y autor de múltiples publicaciones sobre la materia, fue ministro de Justicia de Néstor Kirchner (2003-2005), juez de la Corte designado por Mauricio Macri en 2016 y ahora enfrenta un juicio político impulsado por el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner.

Redactor de fallos del tribunal supremo en una computadora sin internet, publica este mes los dos tomos de la historia de Boca Juniors y Angelito, su primera novela, como parte de una diversificación de temas que en los últimos años incluyó ensayos breves sobre la muerte, el prejuicio y la justicia. Tiene por delante terminar un trabajo sobre el Guasón y la risa y su tesis en Filosofía Política, su tercer doctorado después de dos anteriores en Historia y Derecho.

En esta entrevista con EL PAÍS, la primera con un periódico desde que es presidente de la Corte, habló del peronismo, el lugar del fútbol en las pasiones argentinas, el estado de situación de la Justicia, las tensiones con el poder político y los límites constitucionales a la dolarización de la economía, una de las propuestas del candidato de la derecha más radical Javier Milei. Lo que sigue es una síntesis de dos extensas conversaciones matutinas en su departamento de Recoleta, en la ciudad de Buenos Aires.

Horacio Rosatti
Rosatti en su departamento de Buenos Aires.Tiago Ramírez

Pregunta: Argentina está en una situación de gran fragilidad económica, social y de incertidumbre política por las elecciones presidenciales ¿Cuánto pesa ese cuadro en las próximas decisiones de la Corte Suprema?

Respuesta: Cuando yo llegué a la Corte se decía que en años electorales la Corte no tiene que fallar en determinados temas. Acá, hay años electorales cada dos años. Nosotros fallamos en causas complejas todo el tiempo. Cuando hay una causa, hay gente que espera una decisión sobre esa causa. Por supuesto que hay una cierta sensibilidad, un cierto sentido común, un “estoy en la República Argentina”, desde ya. Pero de ahí a inhibir el ejercicio de la competencia propia, no.

P: En su libro La Palabra de la Corte Suprema, basado en su doctorado en Historia, expone la creciente demanda de la sociedad de resolver sus conflictos en la Justicia desde la recuperación de la democracia en 1983, a pesar de ser una institución muy cuestionada.

R: Yo no sé si llamarlo una contradicción, porque sería muy irrespetuoso con el poder judicial decir esto, pero hay instituciones que se cuestionan y que cuando se pregunta “¿y usted cómo lo resolvería?”, la respuesta es con más de esta institución. Suele ocurrir con la Policía y la Justicia. En otros países la imagen de la Justicia tiene una aceptación entre 30 y 35%. La creciente judicialización proviene de una incapacidad en la sociedad para resolver los conflictos sin que esté un juez. Que se vayan resolviendo en instancias previas serían un muy buen ejercicio de ciudadanía. Y también, digámoslo, porque hay un creciente desplazamiento de responsabilidades desde el poder político hacia el judicial.

P: La llamada judicialización de la política...

R: No solamente ocurre en Argentina. Yo fui ministro de Justicia, de un lado, y ahora soy Presidente de la Corte y estoy del otro. La incomprensión es recíproca. El político tiende a pensar que el juez le traba los cambios que quiere llevar adelante. Y el juez tiende a creer que el político quiere llevar los cambios adelante de cualquier manera y no conforme a lo que dice la ley. Entonces, ahí tenemos una tensión estructural, originaria. Pasa en la Argentina, pasa en Latinoamérica, pasa en distintos lugares del mundo. Hay patologías en todos los lugares.

P. ¿Cuáles serían las patologías argentinas?

R. [Se ríe] Patologías es querer desde la Justicia hacer la política de todos los días y desde la política cooptar a la Justicia. Nosotros, en la Corte, resolvemos casos. La única forma que nosotros no resolvamos casos es que no nos lleguen. Mi guía es siempre la Constitución. Hay temas que tienen ribetes nuevos. La igualdad, la extensión de la igualdad, la incorporación de sectores renegados, la discriminación, las cuestiones medioambientales, los derechos de los consumidores: todo esto viene de la Reforma Constitucional de 1994 para acá.

P. ¿Por qué está en contra de la ampliación de la Corte, que actualmente tiene cuatro miembros y espera cubrir una vacante?

R. Muchas veces se usa una regla de tres simple: más jueces, más casos se resuelven. Es al revés, eso hay que decirlo. Los expedientes circulan por todos los ministros de la Corte. Se imagina, si somos cinco, circulan por cinco. Si somos cincuenta, circulan por cincuenta. ¿Se quiere más celeridad? Tienen que entrar menos causas a la Corte. Estamos al límite.

P. Hace cuatros años, en una entrevista en CNN, usó la metáfora del horno para referirse a los tribunales federales de Comodoro Py que llevan, entre otros, casos sensibles de corrupción gubernamental. Dijo que Comodoro Py se mueve al calor de las coyunturas políticas. ¿Sigue pensando lo mismo?

R. Esas etapas se han ido superando…

P. ¿Entonces hubo una depuración de Comodoro Py o una mejora?

R. Hubo una mejora y ha habido un cambio generacional, un cambio subjetivo, pero también de condiciones objetivas. Hay cuestiones como metodologías que no resisten el paso del tiempo. Veo otra mentalidad. Y esa problemática también estaba vinculada con la fuertísima inserción e incidencia de los servicios de inteligencia, yo no sé si regulares, irregulares, paranormales, normales, que ha ido menguando sustantivamente. La Justicia Penal argentina está en un solo edificio. Cuando un juez penal del interior lee esto le da una gran indignación, porque cree que pasa todo por ahí. No pasa todo por ahí.

P. Leo un párrafo de su Tratado de Derecho Constitucional. “Inconstitucionalidad de la adopción de una moneda extranjera como moneda nacional. ¿Podría el Estado argentino adoptar como propia moneda nacional una moneda extranjera? Constitucionalmente, esta posibilidad está vedada por los siguientes motivos: porque se trataría de una moneda que no podría emitir el Estado nacional… y porque se trataría de una moneda cuyo valor no podría ser fijado por el Estado Nacional”.

R. Yo estuve en la comisión de redacción de la reforma Constitucional del ‘94 y es una cláusula que incorporamos ahí. ¿Qué dice la cláusula? Impone al Congreso defender el valor de la moneda. O sea, claramente, tenemos que tener una moneda. Esto no significa que no pueda haber otras, pero una moneda hay que tener. Cuando veo este tema en Derecho constitucional, siempre digo a mis alumnos: una cosa es que a mí me guste Julia Roberts y otra cosa es que yo le guste a Julia Roberts. Las monedas tienen un respaldo en la economía de cada país. Yo no la puedo emitir a Julia Roberts. Yo puedo emitir a Horacio Rosatti. ¿Y cómo voy a hacer? Tengo que defender el valor de mi moneda. Ahora, si en la defensa del valor de la moneda la estrategia es vincularla a otra, es hacer una moneda flotante, es tener una canasta de monedas, ya son decisiones políticas. En las decisiones políticas la Justicia no podría intervenir. Sí podría intervenir si dicen “acá no hay moneda”.

P. ¿Si se intentara eliminar el peso sería inconstitucional?

R. ¿Cuál es la moneda de un país? La que emite: puede ser peso o patacón o lo que sea. Si una dolarización elimina la moneda argentina es inconstitucional. Si abandono una moneda y me voy enteramente a la otra es un camino que, para mí, es inconstitucional.

P. Entonces los planes de dolarización, que están en la conversación pública por la propuesta de Milei, deberían advertir este límite constitucional.

R. Bueno, todos los candidatos deberían leer la Constitución. Esto es la letra de la Constitución, no es mi interpretación rebuscada, retorcida. Insisto, puede haber mil implementaciones de economistas sobre el tema. Hay que tener una moneda que se emita en la Argentina. Yo no puedo regular el valor de la moneda de otro país. Esa fantasía hay que terminarla. Se ha planteado un debate así, maniqueo, al estilo argentino, el todo o nada. Dolarización sí, dolarización, no. Hablo de la Constitución, hablo de lo que ya escribí, hablo de los fallos que ya firmé sobre este tema. Yo por dolarización puedo entender, por lo que estoy percibiendo, dos cosas. Una es en sentido estricto la dolarización. Me paso de una moneda a la otra. Yo no puedo defender la moneda de Estados Unidos, está claro eso, porque no tengo los resortes, porque no puedo emitir, porque no puedo regular la base monetaria. Hay cosas que sí se pueden y ya se han hecho. Ligar el valor de una moneda, la propia, a una moneda extranjera, o a un conjunto de monedas.

Horacio Rosatti durante la entrevista.
Horacio Rosatti durante la entrevista.Tiago Ramírez

P. ¿Eso sería la ley de convertibilidad (que fijó en 1991 la paridad del peso con el dólar)?

R. Por ejemplo. Entonces, Argentina dice “uno a uno el peso con el dólar” no es que Estados Unidos diga “un dólar vale un peso argentino”. Entonces me parece que cuando se habla de esto, y esto con todo el respeto hacia la política y hacia los economistas, pero esto es la Constitución y la Constitución nos rige a todos, al economista, al político, al juez. Cuando uno dice dolarización me parece que habría que ser un poco más preciso y decir “¿qué querés decir con esto?”.

P. Este año, en un evento de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina (Amcham por sus siglas en inglés), habló de la emisión indiscriminada y su carácter inconstitucional. La emisión excesiva es una crítica al Gobierno nacional.

R. Bueno, ¿qué dije? Si yo voy a defender el valor de la moneda, una forma de despreciarla es la emisión incontrolada. ¿Qué es incontrolada? Lo verán los técnicos en función de las necesidades, de la base económica, de las reservas, de lo que sea. La economía se guía mucho por la psicología, las expectativas, y a veces puedo no tener todo el dólar, las divisas en el Banco Central, pero si tengo expectativas me alcanza igual. Y a veces puedo tener todo y no me alcanza porque las expectativas no dan. Claramente, una emisión incontrolada no defiende el mandato constitucional de defender el valor de la moneda.

P. En algún momento Milei, que ahora está primero en las encuestas, dijo que sería ideal que la Corte Suprema designara a su ministro de Justicia. ¿Qué le parece la idea?

R. Yo esperaría que concretara ese anuncio. Valoro que se respete la opinión de la Corte, esa es la conclusión que saco de la expresión del candidato. Implica una ponderación de la palabra de la Corte. De ninguna forma estoy diciendo que vamos a proponer a alguien. Corresponde a otro Poder.

Cuando duerme en la ciudad de Buenos Aires, el presidente de la Corte Suprema tiene a escasos metros de su cama el reloj despertador del general Juan Domingo Perón en sus años de exilio madrileño en Puerta de Hierro y las 21 llaves de entrada divididas en cuatro manojos. Rosatti, un entusiasta coleccionista de objetos, se hizo peronista durante la guerra de Malvinas. Tenía 27 años. Vio en el peronismo una gran tranquera -esa es la imagen que usa- en la que podían entrar izquierdistas y derechistas, gente del norte y del sur, de arriba y de abajo. Rosatti había crecido en una familia no peronista -padre director de personal de una empresa y madre maestra-, y se recibió de abogado a los 19 años. Hizo toda una carrera en el peronismo santafesino -de asesor legal a intendente de la capital- y tuvo dos momentos estelares en la política nacional: fue vicepresidente de la Constituyente de 1994 y ministro de Justicia de Kirchner en los primeros dos años de Gobierno, hasta que tomó una década sabática en su vida de Estado.

Cuando duerme en su casa de la ciudad de Santa Fe, tiene a la mano objetos de la historia de Boca: los autógrafos de los jugadores que recolectaba cuando el plantel viajaba a su provincia y pasaba el día entero en la puerta del hotel, remeras, guantes, banderines, posters, croquis de planteos tácticos o goles y hasta las manos del arquero Antonio Roma estampadas en un cuadro con base de cemento. Historia de Boca Juniors, una pasión argentina, su nuevo libro, cuenta 100 años de la historia del club.

P. En el libro compara esa historia de Boca con la Argentina reciente: “La historia de Boca es la historia de los logros colectivos en un país del ‘sálvese quien pueda’, una historia de compromiso militante en el contexto del yo argentino, que es por contraste una historia que nos pone frente a la dolorosa evidencia de lo que no hemos podido llevar en el terreno de la sociedad y la política”.

R. Sí, sostener algo, mantenerlo, conseguir resultados en el tiempo sobre la base del esfuerzo. Eso ha costado mucho en nuestro país. Difícil encontrar continuidades. Ha habido más rupturas, sobre todo en el siglo XX. El argentino en general expresa sus afectos, su solidaridad, la persistencia de sus sentimientos en su familia, en sus amigos y en su club de fútbol. Nos gusta y nos emociona esto. Recién ahora uno ve que hay un apasionamiento por la selección argentina y Messi. Organizados pudimos después de muchos fracasos. Hasta esta selección los hinchas argentinos habían preferido siempre a su club. Y este es un dato que también habla de nosotros como sociedad: la parte al todo.

P. Usted sostiene que Boca es una pasión más duradera que cualquier otra pasión argentina. ¿Cómo llegó a esa conclusión?

R. Desde el punto de vista cualitativo, la pasión en el hincha, de cualquier equipo, trasciende otras pasiones. Hay pasiones sentimentales, que, bueno, pueden durar toda la vida, pero pueden no durar toda la vida. Es muy difícil que alguien cambie de club, diría casi imposible. Desde el punto de vista cuantitativo, Boca, desde las encuestas que hay de los años veinte o treinta en adelante, siempre fue el club mayoritario. Es una pasión mayoritaria. Yo no encontré otra pasión argentina que se sostenga en el tiempo: estamos hablando de 1905 a la fecha. Si uno dice “bueno, otras pasiones argentinas…” Bueno, el peronismo, sí. Habría que revisar hoy cuánto de pasión tiene el peronismo. Es un fenómeno con altibajos, sobre todo en los últimos años.

P. ¿Y cómo explica, pensando en esos altibajos, que el peronismo gobernante haya salido tercero en las elecciones primarias de agosto)?

R. No lo he estudiado ni lo he profundizado. Pienso que tal vez la pasión está muy vinculada a un cierto contenido y cuando ese contenido originario va mutando y hay más pragmatismo, bueno, entonces es más la razón que la pasión.

P. ¿Cuando formó parte del Gobierno de los Kirchner no sentía que participaba de una épica?

R. Sí. Los dos primeros años que yo estuve, sí. Los dos primeros años del gobierno de (Raúl) Alfonsín [presidente entre 1983-1989} y los dos primeros años del Gobierno de Néstor Kirchner me parecen que fueron dos, digamos, períodos breves de una enorme épica y entusiasmo. Nosotros trabajábamos con el tema de deuda externa y lo hacíamos con una enorme pasión porque se nos decía que la Argentina necesitaba treinta o cuarenta años para salir.

P. ¿Dónde ubicaría el fin de esa épica?

R. Yo me fui en 2005.

P. Leía los diarios, estaba al tanto de lo que ocurría.

R. La verdad que nunca problematicé ese tema. Y cuando me fui y volví a Santa Fe me dediqué a mi profesión.

P. ¿Mantiene la afiliación al peronismo?

R. No, uno cuando empieza en la Justicia la tiene que cortar y además olvidarse de eso. Las veinte verdades ahora son la Constitución. La única foto que yo tengo en mi escritorio con un político es con Alfonsín, con quien compartí la Convención Constituyente de 1994, que fue el último acto político para lograr el consenso. Después de la Convención del ‘94, nunca vi una asamblea que reuniera tantas opiniones diferentes que terminaran jurando la misma Constitución.

P. ¿Usted dejó de adherir a las ideas del peronismo?

R. Deberíamos conversar sobre qué se entiende hoy por el peronismo. Decir hoy “ser peronista” es como decir “soy argentino”. No quiero rehuir a la sustancia de su pregunta, diría que adhiero al espíritu de la Constitución. Y la Constitución tiene un programa de gobierno y tiene un programa de relación entre la sociedad y el Estado, que es el capitalismo humanizado. Yo a eso adhiero. Adhiero a la visión espiritualista en el tratamiento del medioambiente y a todo lo que está en la Constitución en varios artículos que se incorporaron en la Reforma del ‘94.

P. Macri, que lo nombró como parte de una representación peronista, dice en sus memorias de presidente que se arrepintió de la designación.

R. Es el mejor elogio que le pueden hacer a un juez. Que digan “no votó como yo quería”. No quiero ironizar de ninguna manera.

P. ¿Usted cree que se equivocó en aceptar la designación por decreto?

R. Yo no asumí hasta que no tuve el acuerdo del Senado. Teníamos la decisión con Carlos Rosenkrantz (otro de los jueces) de no asumir si no teníamos el acuerdo del Senado. Nuestros pliegos fueron los más votados en la historia del Poder Judicial en Argentina, a nivel de Corte. Yo tuve sesenta votos del Senado sobre un total de setenta y dos.

P. Cristina Fernández de Kirchner se ha pronunciado de diversas maneras sobre la Corte este año: la ha llamado “un mamarracho indigno”, una “mafia político judicial”- y propuso un nuevo diseño institucional que contemple una remoción de jueces para quitarle lo que cree que son vestigios monárquicos. ¿Usted está abierto a esta discusión?

R. No, no me expreso sobre opiniones ajenas. Yo creo que es una discusión muy profunda. El diseño de la división de poderes, digamos, que programó Montesquieu hace varios siglos, es un diseño que cada tanto cruje. Lo mismo que los límites de la democracia para resolver los problemas concretos de la gente. Cada tanto hay tensiones. Hay países donde los jueces son elegidos por la ciudadanía. Son modelos. Hay controles de constitucionalidad, que es lo que hace fundamentalmente la Corte argentina, la Corte norteamericana, que en otros países funcionan de otra manera. Los controles son más parlamentarios que judiciales. No veo en eso algo dramático. Hay que considerarlo, hay que verlo, como todo. Eso requiere una reforma constitucional. Y las reformas constitucionales se pueden concretar con muchísimos acuerdos de la política.

P. Uno de los cuestionamientos a la Corte desde el cristinismo es la demora en fallar en la causa por la venta de dólares a futuro. La Cámara Federal de Casación ya dictaminó que no se pueden juzgar decisiones de política económica y el tema está en la Corte desde hace más de dos años.

R. La Corte no tiene un tribunal por encima. Entonces, para lograr un resultado, hay que tener consenso. Los votos necesarios. No es tan sencillo. Mire, lo de “va rápido, va lento” yo lo escuché en todas las épocas de la historia argentina, de la Corte y de los tribunales.

P. El Gobierno cree que la Corte ha excedido sus facultades en la condena a la Nación a elevar la parte de los impuestos que envía a la ciudad de Buenos Aires y le inició un juicio político a principios de este año.

R. Yo creo que no me corresponde opinar. El juicio político es una institución, está en la Constitución, es una atribución del Congreso. La Corte ha prestado su colaboración total en todos los informes que se han pedido.

P. El primero de marzo, en el inicio de las sesiones ordinarias del Congreso, el presidente Fernández criticó severamente a la Corte. ¿Qué fue lo que más le llamó la atención de las cosas que escuchó en persona?

R. Todos los primeros de marzo hay que estar porque nosotros representamos al Poder Judicial. Solamente habla el presidente. Está en su derecho de decir lo que quiera decir.

P. Pero usted que fue ministro de esa fuerza política ¿le resulta indiferente las cosas que dijo?

R. A mí lo único que me enerva es cuando se violenta la Constitución. Yo tengo mucha paz interior. Soy un ser humano muy feliz, muy agradecido de la vida. Tengo mi pasión, mis inquietudes, mis hobbies. A mí sólo me corren de la línea las desventuras que puedan tener mis afectos. Todo lo demás, no. No son momentos agradables, no voy a decir que me da lo mismo. No me da lo mismo. Pero a mi me pone más nervioso que Boca pierda la final de la Libertadores…

P. ¿Más que el discurso de Fernández?

R. Sí, porque es mi mundo, el mundo de mis afectos. Lo otro es el mundo de la responsabilidad. Soy dueño de lo que digo y lo que callo.

P. ¿Su intención y voluntad es seguir en la Corte?

R. Sí, mi intención es seguir hasta los 75 años.¿Vio que hay gente que detesta la rutina y hay gente que ama la rutina? Yo soy de los que ama la rutina y para mí la rutina es levantarme, bañarme, afeitarme, tomar mates con mi mujer e ir a trabajar. De la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Esa es mi vida.

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