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Fabián O’Neill, el mago del fútbol uruguayo al que se llevó el alcohol

Zinedine Zidane dijo alguna vez que su compañero en la Juventus, muerto esta Navidad a los 49 años, fue el jugador “con más talento” que había visto sobre un campo de juego

Fabián O'Neill
Fabián O'Neill celebra con Nacional un gol por Copa Libertadores contra Universitario de Perú, en Lima, el 14 de abril de 2003.JAIME RAZURI (AFP)

El club de los héroes malditos, el de Garrincha, Paul Gascoigne o René Houseman, esos talentos en cuyas debilidades y sensibilidad el fútbol encuentra un resquicio a tanta demanda de profesionalismo y productividad, despidió durante la Navidad a uno de sus socios más queridos: el uruguayo Fabián O’Neill, un crack a medias que despertó la admiración de Zinedine Zidane en sus años como compañeros de equipo en la Juventus. Ex número 10 de la Celeste a comienzos de siglo, eslabón malogrado entre Enzo Francescoli y Álvaro Recoba, el Mago murió este domingo en Montevideo víctima de una cirrosis crónica. Tenía 49 años.

O’Neill nació en Paso de los Toros, el mismo pueblo de Mario Benedetti, acorde a un futbolista más a gusto con la poesía que con la prosa. Alma libre en el campo de juego, le bastaron tres años en Nacional de Montevideo para pasar en 1996 al fútbol italiano, entonces considerada la liga más competitiva de Europa. Comparable también al Trinche Tomás Felipe Carlovich, el argentino al que lo rodeó un aura de romanticismo -personajes a los que el fútbol les interesaba más como juego que como competencia-, O’ Neill quería más divertirse que ganar. Alimentado siempre por leyendas, algunas incomprobables, un día salió dispuesto a hacerle pasar tres veces la pelota entra las piernas al bravo Gennaro Gattuso, entonces en el Salernitana. Y lo consiguió.

La mitología también le adjudica un elogio de Zidane repetido en estas horas por Tuttosport, el diario deportivo italiano con sede en Turín: “¿El jugador con más talento que he visto? Fabián O’Neill”, respondió el francés hace algunos años. Una de las hijas del uruguayo, internado desde hacía varios meses, confirmó que Zidane estaba en contacto con la familia de O’Neill para seguir el estado de salud de quien fue su compañero en la temporada 2000/01.

El Mago, que fue criado por una de sus abuelas y comenzó a trabajar a los 9 años en un prostíbulo, ya sufría de alcoholismo durante los siete años que jugó en Italia, desde 1996 hasta 2002. Entrevistado en 2017 por el periodista argentino Mariano López Blasco para la revista Don Julio, sobre cómo eludía los controles médicos en la Juventus, el uruguayo respondió: “Me saltaba colesterol alto y me decían: ‘Usted debería estar muerto, no jugando al fútbol’. Yo nunca paraba. Antes de subir al ómnibus para ir a los partidos, las cocineras me guardaban dos vasitos de vino. Los tomaba rápido, me subía y eructaba en la cara de alguno. [Alessandro] Del Piero, [Gianluigi] Buffon y todos los monstruos me preguntaban: ‘¿Tomaste vino, Fabián?’. ‘¡Y sí! ¿Qué voy a tomar? ¿Leche, como ustedes?’, les decía yo. No jugaba nunca, ¿ta? Se fue Zidane al Real Madrid, vino [Marcello] Lippi como técnico en lugar de [Carlo] Ancelotti y ahí era titular, pero después me lesioné”.

Con 19 partidos en la selección de Uruguay entre 1993 y 2003, también estaba lesionado cuando acudió al Mundial 2002 en Corea del Sur-Japón. Sin poder jugar, y fiel exponente de los futbolistas que se sienten mucho más a gusto dentro que fuera del campo de juego, su experiencia en la Copa del Mundo le sirvió para comenzar la relación con quien sería su tercera esposa. “[Diego] Forlán me ayudaba a escribirle, me prendía la computadora, me bajaba las fotos de ella. Si yo nunca entendí nada de eso”, recordó de su paso por el Mundial.

Retirado a los 29 años tras una última temporada en Nacional, en 2003, el dinero que había ganado en su carrera se le fue con la misma facilidad con la que se escapaba de sus rivales. De su biografía Hasta la última gota –best seller en Uruguay en 2013, de los periodistas Federico Castillo y Horacio Varoli-, se quejó de que no cobró un centavo. Del contenido sólo retrucó un dato. “La única mentira que hay en el libro, porque el resto está todo bien, es esta frase. ‘Tengo 39 años y llevo 30 tomando. Es momento de parar’. ¿Momento de parar? Ahora ya está. Voy a tomar hasta la muerte”, le dijo a López Blasco.

Hasta la última gota cuenta en su primer párrafo cómo O’Neill llegó a jugar varios partidos lejos de su mejor condición física: “Abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba en el bar. Miró a los costados, vio la hilera de botellas, las sillas arriba de la mesa y se levantó de ese colchón pelado en el que había pasado la noche detrás de la barra del bar Los Fresnos, un boliche de mala muerte. Era la una menos cuarto y tenía que estar en el estadio Centenario en media hora para jugar contra Central Español. Fabián O’Neill estaba llegando tarde al partido. Y con resaca.”

El Mago dijo decenas de veces que llegó a tener 14 millones de dólares pero que perdió todo, hasta su última casa, al punto que pasó a vivir en habitaciones prestadas. Para justificar su debacle económica repetía una frase adjudicada a Carlos Gardel, la de “Caballos lentos y mujeres rápidas”. Llegó a gastar 250.000 dólares a cambio de 1.000 vacas, acumuló decenas de caballos de carreras en el hipódromo de Montevideo y les pagaba las cuentas de agua, luz y gas a sus vecinos.

-¿No le tenés miedo a nada?,- le preguntaron.

-A la muerte. Es lo único. No quiero morir todavía. La vida es divina.

Una de sus hijas, Marina, lo despidió este domingo en redes: “Que estés en paz papá. Hace tiempo ya habías perdido la chispa, la alegría. Cada vez te veía más triste, más enfermo, con los ojitos perdidos, la mirada caída. Me dolió escucharte decir alguna vez ‘no quiero vivir más’ en tus pocas horas de sobriedad. Deseo también que tu recorrido sirva para entender más sobre el alcoholismo, esta enfermedad que te sedujo a vos y a todo tu dolor desde chiquito, que se llevó todo. Y no podía ser de otra forma, (la muerte fue) el día menos esperado pero a la vez poco me sorprende, siempre llamaste la atención, así que digno de un 25 de diciembre, loquito. Lo más importante: te perdono pa, te juro que te perdono”.

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