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Alimentación, protección y enseñanza en estado salvaje: ellas son las “jefas” del reino animal

Ser madre es una labor llena de amor y entrega, pero también un trabajo duro. Imaginemos ahora la maternidad en la jungla o a la intemperie, huyendo de depredadores o enfrentando los estragos de la escasez de recursos día y noche. Así es la maternidad en estado salvaje

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Ricardo Pineda

A ellas no se les festeja ni reconoce el 10 de mayo, pero su entrega, paciencia y amor están presentes en todo momento y de forma desinteresada con sus crías. Y aunque entre cada especie, manada y ecosistema los códigos y maneras pueden cambiar de forma radical, ser mamá en el reino animal es, en esencia, igual de importante, amoroso e incondicional que en la especie humana.

Pese a los diversos puntos de vista evolucionista, teorías especistas o las múltiples perspectivas biológicas, el común denominador apunta a que todos los seres vivos (plantas, insectos y microorganismos incluídos) sostenemos una historia en común, por lo que no es extraño explicar nuestro propio devenir en patrones, similitudes e incluso diferencias frente al reino animal, uno en donde la figura materna es tanto o más importante que la de los seres humanos.

Salvo en escasas excepciones, la maternidad de los mamíferos siempre nos está recordando la nuestra. En su libro Pequeño mamífero. El cachorro humano y otros lactantes (Ediciones Martínez Roca, 2017), el neonatólogo del Hospital Joan XXIII de Tarragona, España, Adolfo Gómez Papí, afirma que las similitudes de pautas instintivas, cuidados, incluso actitudes y cualidades con las poco más de 5.500 especies de mamíferos registradas en el planeta van más allá de lo evidente. De acuerdo con el especialista, pese a ciertas diferencias biológicas, al igual que nosotros todos los mamíferos gestan y son amamantados, poseen pelo, sangre caliente y así como cuatro cámaras del corazón o ciertas coincidencias en huesos craneales.

Esto nos hace reconocer la maternidad como un valor universal determinante para la vida y necesario para enfrentar al mundo, uno en donde aprender a obtener cobijo, alimento, defenderse de los peligros latentes o desarrollar ciertas habilidades para convivir en grupo), sugieren la sobrevivencia, a través de un trabajo de paciencia y entrega por parte de la madre para con sus cachorros. Si echamos un vistazo al reino animal descubriremos que las mamás no recibieron una capacitación o se informaron en algún sitio para prepararse para preservar y proteger a su especie, llegando a veces a extremos increíbles.

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Defensoras implacables

Si buscamos un ejemplo de protección incondicional y de que la maternidad es también un trabajo que rinde los mejores resultados en equipo o mediante una red de apoyo, los elefantes pueden enseñarnos mucho y al respecto, ya que las manadas de hembras e hijos suelen viajar juntas y en círculo, con el miembro más joven del grupo al interior, para cuidarlo del acecho de los depredadores. Si un bebé elefante queda huérfano, el resto de la manada lo adoptará.

Cuando una mamá elefante pierde a su cría, de igual forma que nosotros una madre elefante afligida se comporta deprimida durante días, mientras la manada crea un entierro para sus muertos. Incluso se tiene registro de que años después, algunos elefantes vuelven a visitar el sitio donde uno de los suyos ha muerto.

¿Recuerdan todos esos testimonios de madres en vela, durmiendo pocas horas para atender el llanto o cuidar de la salud de su bebé? Las jirafas nos pueden hablar de mantenerse vigilantes para que no le pase nada malo a sus crías. Sólo 30 minutos de sueño son suficientes para las mamás jirafas en plan vigilante. Y cuando una vaya a buscar comida, las otras jirafas cuidarán a las crías. En correspondencia, el instinto de apego por parte de los bebés es tan fuerte y evidente, que los veremos casi siempre esperar horas en el último lugar donde vieron a mamá, hasta que ésta llegue completamente sana y salva a casa.

Los osos polares, los leones, los leopardos, los tigres, los gorilas e incluso las arañas tienen también un fuerte instinto maternal que es igual de vital que el de los humanos desde tres objetivos primordiales para preservar la vida: proteger, alimentar y enseñar a valerse por sí mismo.

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Alimento e independencia

Al igual que con los humanos, la etapa de lactancia es determinante para el desarrollo primario de las crías. Es curioso constatar que las diferencias naturales de tiempo entre cada especie muchas veces determina el tipo de relación con la madre o con la manera en la que se enfrentarán al mundo.

No por nada las ballenas están consideradas como una de las matriarcas más respetadas y asombrosas del reino animal. No sorprende que la ballena se encuentre entre las matriarcas más grandiosas del planeta, ya que los cachalotes amamantan a sus crías durante más de dos años, lo que detona un vínculo estrecho duradero con sus hijos. El tiempo y la dedicación de las orcas a lo largo de su vida se traducirá en una unión inigualable, ya que la cría se separará de su madre sólo unas cuantas horas para alimentarse y aparearse.

Caso distinto es el de la foca, que es amamantada durante 12 días seguidos sin parar, tiempo durante el cual la madre no come un solo bocado y pierde en promedio 3.18 kilogramos por día. En contraste, la leche de foca puede contener hasta un 50% de grasa, por lo que las crías aumentan de peso rápidamente, alrededor de 2.27 kilogramos por día. Cuando las crías ronden los 38 kilogramos, la madre dejará que el bebé se las arregle solo de forma abrupta. Éste debe ser capaz de adaptarse y sobrevivir a esta transición de forma rápida y eficaz. Apenas se les deje descubrir cómo sumergirse y pescar su comida por cuenta propia, las crías tendrán que vérselas solas.

Esta ingeniería de alimentación y preparación primaria dista de las especies que no echan mano de la gestación vía útero y placenta. Los marsupiales como canguros, koalas o demonios de Tasmania son un gran ejemplo. Pese a que su periodo de gestación es relativamente corto (en muchos casos sólo semanas), las mamás brindan alimento y protección contra los depredadores durante un largo tiempo de lactancia dentro de sus bolsas especiales, incluso casi un año con ciertas especies, tiempo en el que los bebés aumentan de peso hasta 2.000 veces.

Por su parte, la vertiente ovípara condensa en las paredes de sus huevos todos los nutrientes necesarios para el desarrollo de su cría desde el día uno. Tras la puesta de huevos por parte de la madre, algunos padres estiman culminada su labor, aunque otros siguen defendiendo los huevos y proporcionando alimentos recién nacidos los bebés.

Entre similitudes y variaciones maternas llenas de entrega incondicional, las excepciones también existen. En unas escasas especies, el macho es quien proporciona el cuidado primordial, como en el caso de los caballitos de mar, donde encontramos el embarazo masculino, un ejemplo además en donde la función de cuidado de la madre caballito de mar termina una vez que ha depositado sus huevos en la bolsa del macho.

Ya sea en el reino animal o en la especie humana, estos ejemplos nos hablan de que la maternidad es compleja, poderosa, pero sobre todo diversa y esencial para la vida en prácticamente todas sus formas.

Sobre la firma

Ricardo Pineda
Es branded content analyst para El PAÍS México. Periodista, locutor y especialista en contenidos y estrategias digitales. Trabajó en Forbes México, El Financiero, Radio UNAM e Infosel Financiero. Ha colaborado también como columnista sobre temas culturales en diversos medios locales. Es egresado de la UNAM y actualmente vive en Ciudad de México.
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