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António Vitorino: “Cada vez más migrantes se desplazan por el cambio climático”

El director general de la Organización Internacional para las Migraciones defiende que el fenómeno “no es una fotografía estática de un país”, sino “un proceso que requiere de la cooperación de todos”

Francesco Manetto
António Vitorino, secretario general de la Organización Mundial para las Migraciones (OIM).
António Vitorino, director general de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

La migración es quizá el principal engranaje de la convivencia y de las relaciones diplomáticas en América. Sus desafíos determinan equilibrios políticos, repercuten en las sociedades y en los servicios públicos, modifican los ecosistemas económicos y, en definitiva, son un crucial motor de cambio. Al mismo tiempo, los detonantes de los flujos regionales, de una dimensión sin precedentes en la historia reciente, son un reflejo del fracaso de un modelo: la violencia, la miseria, los conflictos sociales y, de una forma cada día más evidente, los cambios climáticos que “están introduciendo alteraciones profundas en el sistema de producción, sobre todo en las zonas rurales”. Así lo apunta António Vitorino (Lisboa, 66 años), director general de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de Naciones Unidas, de visita en República Dominicana para participar en la XXVIII Cumbre Iberoamericana. Exministro de Portugal y antiguo comisario europeo de Justicia, Vitorino defiende que el fenómeno migratorio, tanto en Latinoamérica con el resto del mundo, “no es una fotografía estática de un país”, sino “un proceso que requiere de la cooperación de todos”. La colaboración es crucial, subraya en conversación con EL PAÍS, para proteger a los migrantes y luchar contra las mafias.

Pregunta. El principal fenómeno migratorio regional es el venezolano. Después de años de éxodo, ¿cuál es hoy la situación?

Respuesta. La situación sigue siendo muy preocupante, hay más de siete millones de venezolanos que han salido del país, seis millones de ellos están en América del Sur, la mayor parte está en Colombia, casi 2,7 millones, después viene Perú y tenemos países como Ecuador, Brasil, Chile. Hay gente que sigue saliendo de Venezuela, aunque es verdad que hay quien está volviendo, pero de todas maneras los migrantes y refugiados en la región siguen necesitando apoyo humanitario de emergencia y medidas de integración en las sociedades de acogida. Y eso representa una sobrecarga para esas sociedades, lo que exige que el apoyo de las comunidad internacional se dirija también a esos países por la presión sobre los servicios sociales, la educación o la salud. Dicho esto, quisiera subrayar que el ejemplo de acogida de los países de la región es notable. La generosidad muestra una gran capacidad de solidaridad de las comunidades de acogida, que por eso mismo también deben ser apoyadas.

P. Una multitud de venezolanos ha cruzado la selva del Darién, entre Colombia y Panamá, uno de los territorios más peligrosos del mundo. Ahora se han sumado haitianos, ecuatorianos, cubanos... ¿Cuán preocupante es lo que está pasando allí?

R. Nos preocupa muchísimo. Los datos que tenemos muestran que en 2021 cruzaron el Darién 133.000 personas, lo que corresponde a la cantidad de todos los cruces en la última década. Y en 2022, 250.000 personas. Es un gran número de personas que está en situación de enorme vulnerabilidad, sus vidas corren peligro. Todos los días, cada minuto, tenemos informes de violencia, de violaciones, hay seguramente un agente criminal, quizá más de uno, y mucha gente no tiene conciencia de que atravesar el Darién es un peligro total. Muchos mueren desafortunadamente en esa travesía. El año pasado el número más significativo de los que pasaban por el Darién eran venezolanos, este año las cosas han cambiado un poco por los haitianos, pero hay también un número creciente de ecuatorianos.

P. El paso de las caravanas por Centroamérica, la concentración de migrantes en Chiapas y lo que pasa en la frontera norte muestra que se trata de un reto que trasciende las decisiones y la acción de un país.

R. Lo que estamos viendo es un crecimiento del número de personas que cruza a México tras llegar de Centroamérica y Suramérica y México se encuentra hoy bajo una doble presión: la del sur y la del norte por la dificultad de entrada en Estados Unidos. El año pasado 188.000 personas pasaron por Honduras y ahora México, que tradicionalmente fue un país de origen y de tránsito, se ha convertido también en un país de destino. Por eso el reto para México es muy complejo, porque ya no tiene que gestionar solo la situación en la frontera.

P. En Tapachula se concentran decenas de miles de personas, por ejemplo.

R. Personas que necesitan de todo, abrigo, agua, protección...

P. Empezando por la protección frente a las mafias.

R. En todos lados, detrás de estos movimientos masivos hay organizaciones criminales transnacionales. Por eso la cooperación entre todos los países afectados es necesaria porque la migración no es una fotografía estática de un país, es un proceso, y eso requiere de la cooperación de todos los países para proteger la dignidad fundamental de los migrantes y luchar contra las mafias.

P. Mencionábamos Estados Unidos. Esta semana se cumplen tres años de la aplicación del llamado Título 42, que permite expulsiones en caliente... ¿Qué expectativas tiene con respecto a esa medida?

R. Las decisiones que los tribunales han tomado están bajo un recurso en la Corte Suprema y por lo que sé estamos a pocos días de tener la decisión de la Corte. Eso va a ser sin duda muy importante para clarificar el marco, porque en este momento todos se mueven en la incertidumbre. Es verdad que la Administración estadounidense ha adoptado una nueva modalidad de admisión, un cupo de 40.000 personas cada mes, venezolanos, cubanos, nicaragüenses y haitianos, lo que sin duda es positivo. Pero eso es apenas una parte de los migrantes y tendremos que ver cuál va a ser la decisión de la Corte Suprema para comprender qué destino van a tener esas personas que están en la frontera.

P. El Mar Caribe a menudo está fuera de foco, pero son cada vez más frecuentes los naufragios.

R. El Mar Caribe es muy peligroso, en 2021 hemos registrado 180 muertes y el año pasado 349, lo que es una subida muy significativa, pero además hay que decir que tanto en el Mediterráneo como aquí estos números son solo los que podemos comprobar. Desgraciadamente, cuando se trata de naufragios y ahogamientos muchos cuerpos no son ni encontrados y el 60% de los fallecidos confirmados no han podido ser identificados.

P. El panorama migratorio global está hoy determinado en buena medida también por la guerra en Ucrania. ¿Cuáles son los principales retos que afronta la OIM a corto plazo?

R. Hay un crecimiento significativo del número de personas que desplazan por razones distintas. Por conflictos, sin duda, por la pobreza, pero cada vez hay un número creciente de migrantes que se desplaza por los cambios climáticos. Los cambios climáticos están introduciendo alteraciones tan profundas en el sistema de producción, sobre todo en las zonas rurales, que la gente no tiene más medios de subsistencia y se mueve o porque, por ejemplo, no tiene acceso al agua. Y estamos viendo un crecimiento significativo de las ciudades, en África, pero también aquí en el Caribe. Y eso exige que pensemos en cómo adaptarnos a esos cambios, modificando la naturaleza de las producciones agrícolas, haciéndolas más amigas del medio ambiente pero también construyendo la resiliencia de esas comunidades. Porque la gente no quiere desplazarse, la gente es forzada a desplazarse. Esa agenda afortunadamente ha sido reconocida en la COP 27 y ahora tenemos que enfocarnos en qué apoyos puede la comunidad internacional traer a esas comunidades especialmente vulnerables a los cambios climáticos.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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