El ultraderechista brasileño Bolsonaro y el enjambre de abejas
El Gobierno de Lula no sabe qué hacer con el expresidente ultraderechista, que sigue libre y activo pese a las múltiples denuncias que enfrenta
El nuevo Gobierno progresista de centro izquierda de Brasil no sabe qué hacer con el ultraderechista Jair Bolsonaro, quien, con una quincena de acusaciones graves a sus espaldas, sigue libre y activo apoyando a sus candidatos en las emblemáticas elecciones municipales de octubre próximo. Elecciones consideradas clave para las presidenciales del 2026 ya que serán el primer test sobre la fuerza política real de la derecha en los municipios donde se concentran el verdadero poder.
Si quisiera, el Gobierno de Lula podría juzgar y encarcelar a su antecesor, ya que cuenta con la mayoría a su favor de los miembros del Supremo que debería sentenciarlo. No lo hace por miedo, se comenta en los ámbitos políticos, a convertirlo en un mártir de la extrema derecha que, aún derrotada en las presidenciales, sigue viva y coleando y preparando sus posibles candidatos en las próximas presidenciales.
Bolsonaro y sus acólitos saben de las dudas del Gobierno sobre encarcelar o dejar libre al líder de la derecha. ¿Hasta cuando? El líder ultraderechista es consciente de los titubeos de la justicia con él y hasta ha permitido que le organicen para el próximo 7 de septiembre, fiesta de la Independencia de la República, un acto público de masa en São contra el Supremo para medir la fuerza real de la derecha.
Lula, con su olfato político de tantos años de lucha y de Gobierno, deja por ahora a Bolsonaro no sólo libre sino activo y hasta desafiando a la izquierda. Y el derrotado líder derechista en las urnas sigue distribuyendo a los amigos y hasta a jefes de Estado, (el último, al argentino Javier Milei) la medalla que ha hecho acuñar con las tres “is”: inmortal, imbrochavel (que nunca falla sexualmente) e incomible, por lo duro que es.
Un curioso incidente de días atrás que tuvo lugar en el sur del país durante un mitin, subido a un camión con altavoces, acabó adquiriendo un tinte político. De repente, mientras Bolsonaro arengaba a sus seguidores, un enjambre de abejas se lanzó sobre su rostro. En vano intentó librarse de los insectos que lo acosaban y descendió corriendo del camión mientras el locutor aprovechaba para parar el tiro y gritar en el altavoz, que Bolsonaro es “tan dulce que las abejas intentaron comérselo”.
Lo cierto es que entre bromas y serio, la duda para el Gobierno de qué hacer con el ultraderechista, que sigue capitaneando a las derechas de todos los matices, no es pequeña. Y es posible que si la jactancia bolsonarista revelara en las próximas elecciones municipales que cuenta aún con un ejército real a su favor, Lula deberá tomar alguna decisión en vistas a las presidenciales en las que, por el momento, no aparece en el horizonte nadie de izquierdas ni de centro capaz de derrotar al conjunto de las derechas.
Quizás por ello Lula, que conoce muy bien el percal, aparece tan activo hasta en la política mundial que lo fortalece en su posible nueva y cuarta disputa presidencial de su larga historia política. ¿La edad que tendrá en 2026, con más de 80 años? No le preocupa. Ya ha advertido: “Le he dicho a Dios que voy a vivir 120 años”. Si algo no le falta al que un día el expresidente estadounidense Barack Obama llamó “el político más popular del mundo”, es optimismo político. Quizás por ese optimismo sigue dejando a Bolsonaro vivo y coleando. No parece temerle. Las urnas ya en octubre empezarán sin embargo a descifrar ese no pequeño enigma político brasileño.
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