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Columna
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Cuéntenos su historia de amor

Hasta las mejores y más tiernas historias carecen, en el mundo de las redes, de credibilidad

Una pareja se abraza debajo de la luna, en Florianópolis, Brasil.
Una pareja se abraza debajo de la luna, en Florianópolis, Brasil.Amauri Nehn (Getty Images)
Juan Arias

El diario de mayor difusión de Brasil, O Globo, acaba de hacer a sus lectores una emblemática petición: que les cuente una historia de amor para publicarla. El coloso de la comunicación escrita y televisiva no deja de saber que ya fracasaron en el pasado todas las tentativas de ofrecer a los lectores “noticias positivas” en vez de desgracias. Y es sabido de todos que las experiencias del pasado en el mundo de periódicos con noticias solo buenas, incluso distribuidos gratis en las calles, acabaron fracasando. Se decía entonces con ironía que a los lectores lo que les gusta “es la sangre”.

Es posible que O Globo, que a mí me llega aún en papel y gratis casi al amanecer en una pequeña ciudad del interior de Río, haya intuido que mientras los periódicos van perdiendo lectores. Además, las redes sociales, cargadas de noticias llamadas negativas, acumulan millones de seguidores.

Los periódicos, y no solo los de papel sino también los digitales, están perdiendo terreno frente a las nuevas tecnologías y más ahora a partir de la inteligencia artificial. Y a pesar de todas las garantías que ofrecen de credulidad y calidad, están viendo que las redes le están ocupando su territorio. Es una realidad que no me atrevo a adjetivar.

O Globo ha dado gran relieve, hasta gráfico en su edición del miércoles pasado, a la llamada a sus lectores: “Cuente su historia de amor”. Pide a sus lectores que les cuente, sin preocuparse de que sea ninguna obra literaria, un texto entre 2.000 y 5.000 caracteres, sobre cualquier historia de amor. Puede ser “amor romántico, largo o fugaz, de un matrimonio largo o que ya acabó. Historia de un hermano o amigo… Y hasta de su animal preferido”. El diario pide a los lectores que escriban su historia de amor con el mayor número posible de detalles.

El diario brasileño ofrece a los lectores todas las facilidades: “No necesita ser escritor. Estamos aquí para ayudarle”. Lo importante, dice, “es que el relato tenga un contenido con emoción genuina”. La historia será publicada en la edición impresa y digital.

Es posible que a muchos la petición de O Globo le resulte hasta infantil. ¿A estas alturas hay que hablar de amor cuando el mundo se revuelca en interrogaciones que abordan hasta el peligro de su existencia ¿Con el fantasma a la vista de una posible guerra mundial, de crisis climáticas y epidemias? ¿Hablar de amor cuando el pilar que sostenía a la modernidad de los valores de la democracia se está desmoronando para dar paso a los nuevos ogros políticos del descalabro mundial?

Aunque parezca una paradoja, la iniciativa encierra un drama que sí es real: el desasosiego generacional que está creando la avalancha de novedades en el mundo de la comunicación global, algo totalmente inédito en la historia de la humanidad. Hoy todos, hasta los analfabetos pueden ser escritores, periodistas, comunicadores, imitadores, artistas con solo un puñado de instrumentos en sus manos. Y en vano las autoridades mundiales se despepitan en congresos mundiales para ver cómo evitar ese nuevo demonio surgido en las venas de la comunicación como el de las fake news.

¿Quién se atreve al abrir el móvil a apostar que lo que está leyendo es cierto o falso o hasta dónde es verdad o inventado? Sí, hasta las mejores y las más tiernas historias de amor, hasta las noticias que podrían ser un consuelo en el desierto de tantos dramas y tantos crímenes, carecen, en ese calderón de las redes, de credibilidad.

Difícil para quien lleva medio siglo trabajando en este oficio del periodismo, entender la cándida iniciativa de O Globo, de pedir a sus lectores que les escriban sus pequeñas o grandes “historias de amor”. Todos sabemos, sin necesidad de Freud, de la porción de masoquismo que el ser humano lleva en su seno. Sabemos que la noticia de una catástrofe o un gran escándalo político tendrán siempre mucha mayor atracción en los lectores que un poema.

¿Por qué entonces, y justamente en este momento histórico un diario pide y suplica a sus lectores y con urgencia que les cuente sus pequeñas o grandes historias de amor?

Cierto, no vale descalificar la iniciativa. Y dado el plantel de grandes periodistas, jóvenes y veteranos, de analistas políticos de su plantilla solo es posible imaginar que han llegado a la conclusión que si no todos, una buena parte de los lectores, está cansada de leer cada mañana, tanto horror, tantos crímenes familiares, tantas catástrofes naturales junto al aumento de graves trastornos psíquicos.

Quizá un motivo para que un gran periódico llegue al límite de pedir a los lectores que escriban sus pequeñas historias de amor, no como ejercicio literario sino como experiencia de vida y casi como terapia, lo sea el aumento que las publicaciones de hoy, de cualquier tipo, insistan en la tragedia del aumento de enfermedades relacionadas con nuestro cerebro y causadas por una especie de estrés universal que causa dolor y arrastra inexorablemente al consumo de drogas cada vez más pesadas.

Sin que parezca ironía, quizá O Globo, haya entendido que hasta una pequeña historia de amor, una caricia psíquica, pueda suplir y ensanchar en este período histórico los corazones del mundo mejor que las nuevas drogas bajo cuya invención suele esconderse siempre el cruel capitalismo.

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