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Geopolítica
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Reinterpretar la geopolítica

Solemos estar acostumbrados a considerar este término como una especie de sinónimo de las relaciones internacionales pero no lo es: le interesa el impacto espacial, a diversas escalas, de las relaciones de poder

Guerra Israel Gaza
Joe Biden, presidente de EE UU, junto a Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, el pasado 18 de octubre.Europa Press/Contacto/Avi Ohayon

La geopolítica, que va más allá de un simple adjetivo, es tendencia. El servicio online Ngram Viewer, que permite medir la frecuencia con la que algunas palabras aparecen en los libros a lo largo del tiempo, es claro: el incremento en la utilización del término Geopolitics está siendo exponencial, en inglés, desde la década de los 1980. Durante los últimos años, si cabe, con mayor intensidad: acontecimientos globales como la pandemia, la guerra en Ucrania, las tensiones entre China y Estados Unidos o el conflicto de Gaza están catapultando el uso de una herramienta de análisis que permite realizar lecturas ágiles y multidimensionales de la realidad

Tradicionalmente, uno de sus puntos débiles ha sido la relativa indefinición de su objeto de estudio: durante gran parte del siglo XX estuvo más claro lo que eran la geografía o la economía que la geopolítica. Esa ambigüedad de partida permitió que su utilización pseudocientífica e interesada se convirtiera en norma en la Alemania nazi, en la Italia fascista o en el Japón imperial. Y ese fue el motivo por el que, después de la Segunda Guerra Mundial, la geopolítica perdió prestigio en Occidente. En la Unión Soviética, mientras tanto, nunca fue del agrado de las autoridades que la consideraron una extravagancia maleable “al servicio del imperialismo”.

El elemento que catalizó la reinvención de la geopolítica fue su reformulación progresiva, durante los primeros años de la globalización, como un ‘campo de problematización’ en el que convergen disciplinas como la geografía, la ciencia política, la economía e incluso el derecho o la sociología. Ese giro la liberó de corsés disciplinarios ayudándola a superar algunos lastres, como el Nacionalismo Metodológico o el Estadocentrismo. Critical Geopolitics, un texto publicado por el geógrafo irlandés Gerard Toal en 1994, es el referente de una propuesta que permite cuestionar, ante todo, valores y prejuicios capaces de condicionar nuestra visión del mundo.

En un contexto global como el actual, cambiante e inestable, su utilización va en aumento porque permite analizar fenómenos contemporáneos como las migraciones, la criminalidad organizada o el cambio climático, complejos de abordar disciplinariamente. Solemos estar acostumbrados a considerar a la geopolítica como una especie de sinónimo de las Relaciones Internacionales pero no lo es: a la geopolítica le interesa el impacto espacial, a diversas escalas, de las relaciones de poder. También estamos acostumbrados a considerar ciertas agendas, como las armamentísticas o ‘zonas calientes’, como Oriente Medio, como “geopolíticos” por antonomasia. Tampoco.

De hecho, el análisis geopolítico de algunas problemáticas contemporáneas coincide cada vez menos con las temáticas tradicionales. Y no pasa nada: si en los grandes medios ya puede hablarse de geopolítica “de las grandes tecnologías”, también puede hacerse de los crecientes desafíos a los que se enfrenta el Canal de Panamá; de la inquietante deforestación de la Amazonia o de la futura revisión del Tratado Antártico. La realidad latinoamericana, dinámica y heterogénea, demanda enfoques y herramientas que permitan captar las sutilezas y aristas de fenómenos típicos del Sur Global como la inseguridad, el land grabbing o el extractivismo.

Pese a ello, los datos de Ngram Viewer sugieren una disminución en el uso del término geopolítica, tanto en castellano como en portugués. Es engañoso: a lo que ese dato remite es a un cambio de tendencia: en América Latina se publican cada vez menos libros de geopolítica. Es un hecho. Sin embargo, en lo que va de siglo, en las Universidades de la región se ha multiplicado la defensa de tesis doctorales y la publicación de artículos científicos con esa temática. Existen, por consiguiente, una producción y un debate académico que demuestran un interés creciente; la utilización de nuevos enfoques críticos y una visibilidad, cada vez mayor.

Esa tradición, además, no es artificial. La producción geopolítica es antigua: Los intereses argentinos en el mar, primer texto especializado que se publicó en América Latina, comenzó a distribuirse en 1916. Fue producto de dos conferencias impartidas por el almirante Segundo Storni, que llegó a ser, brevemente, ministro de Relaciones Exteriores. Otro interesante aporte de aquella época inicial, clave en su momento para el desarrollo de la geopolítica en esta parte del mundo, es El factor geográfico en la política sudamericana, publicado en 1919 por el diplomático catalán y posterior diputado, durante la Segunda República, Carlos Badía Malagrida.

Más de cien años después la actividad no ha cesado. Existen algunas ideas/fuerza que han ido diseccionando las especificidades locales: desarrollo, dependencia, integración regional, influencias externas, recursos naturales, desigualdades territoriales y cada vez más, crisis ambientales. Actualmente, en los albores de un nuevo ciclo de las relaciones internacionales, la geopolítica puede aportar consistencia y agregar valor al análisis de realidades complejas. América Latina merece reconocimiento, en ese marco, no solo como objeto de estudio: también como escenario de un ingenioso debate intelectual capaz de aportar, siempre, nuevos matices.

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