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El Ecuador que recibe Noboa: con déficit, la inseguridad disparada y dificultades para gobernar

El presidente electo se encontrará con unos enormes retos que deberá enfrentar en 16 meses de mandato

Daniel Noboa, presidente electo de Ecuador
Daniel Noboa, presidente electo de Ecuador.CORTESÍA
Juan Diego Quesada

Daniel Noboa, el presidente electo de Ecuador, tiene 16 meses por delante para enderezar el rumbo de un país en crisis. Su campaña ha estado llena de promesas que difícilmente podrá cumplir en tan poco tiempo y con tan poca estructura política detrás. Pero, si quiere que realmente haya cambios, que es lo que le exigen los ecuatorianos, tendrá que tomar decisiones impopulares que a la larga podrían perjudicar su imagen y, por tanto, su reelección en 2025. El joven empresario se enfrenta a un dilema nada más llegar al Gobierno que medirá su altura política.

En primer lugar, recibe un país en el que se ha disparado la violencia en los últimos años. El presidente saliente, Guillermo Lasso, vio como el asunto se le fue de las manos, fue incapaz de ponerle remedio. Si se atiende a los casos de Colombia y Perú, naciones vecinas, queda claro que frenar a los carteles de la droga, una vez que se han infiltrado en el sistema, en la propia raíz del Estado, no resulta nada sencillo. Los analistas esperan, sin embargo, que Noboa dé un golpe de efecto en este asunto nada más sentarse en el sillón del despacho presidencial.

Ese poder criminal ha germinado, irónicamente, en las cárceles. Desde ahí se sospecha que se ideó el crimen de Fernando Villavicencio, el candidato-periodista que fue asesinado en plena campaña por sus valientes denuncias contra los criminales. Por tanto, una de esas primeras medidas podría ser tratar de recuperar el control de las prisiones, ahora mismo en poder de las bandas criminales. Los funcionarios apenas pueden ingresar en los pabellones, donde los presos deciden por sí mismos y se organizan como quieren.

Los líderes delincuenciales cobran al resto el derecho a dormir en una cama o a tener útiles para asearse. Ellos son la autoridad. Noboa, en campaña, ha deslizado la idea de militarizar las cárceles, igual que las aduanas y los puertos, por donde pasa todo el tráfico de drogas. Está por ver qué estrategia se utiliza para retomar el control de esas prisiones, sin que el ingreso de las fuerzas de seguridad se convierta en un derramamiento de sangre.

Noboa enfrentará problemas económicos. “El reto en materia económica es inmenso”, dice al otro lado del teléfono la politóloga María Paz Jervis, presidenta ejecutiva de la Cámara de Industrias y Producción. A finales de año habrá un desajuste fiscal de 5.000 millones de dólares. “¿Cómo va a pagar las nóminas y el bonus navideño a los empleados públicos? De ese nivel de gravedad estamos hablando”, añade Jervis. El Gobierno, además, no contaba con el fenómeno de El Niño ni con la paralización de la explotación petrolera en el Parque Nacional Yasuní (PNY). Problemas que se superponen unos a otros.

Y aquí es donde, señala Jervis, llega el momento de tomar medidas graves que no serán populares entre la gente. “Va a haber un debate profundo en él sobre cómo ser popular y a la vez actuar sin que eso ponga en riesgo su reelección”, vaticina. Noba tendrá entonces que sortear esos obstáculos sin haberse enfrentado antes a escenarios parecidos. El mandatario podría optar por el inmovilismo, por dejar el país en piloto automático, pero las consecuencias serían graves y se le compararía con Lasso, que deja del Gobierno con una imagen por los suelos.

A su alrededor, Noboa tendrá que crear un clima de gobernanza que ahora mismo no existe. Lasso no lo tuvo, de hecho que la Asamblea quisiera hacerle un juicio político por corrupción fue el motivo que le llevó a decretar la muerte cruzada, es decir, la disolución de la cámara y la convocatoria inmediata de elecciones. Le ocurría algo parecido a Pedro Castillo en Perú, que con el Congreso en contra estuvo atado siempre de pies y manos. Sin plataforma política que lo respalde, y con solo 13 asambleístas, Noboa está en minoría. El correísmo, el movimiento político en torno al presidente Rafael Correa, al que ha derrotado en segunda vuelta, sin embargo, es la primera fuerza política. Sus propuestas pueden acabar chocando contra la pared. Luisa González, la derrotada, le ha ofrecido unidad, pero sus propuestas son tan antagónicas que inexorablemente van a colisionar.

Pedro Donoso, director general de Icare, una consultora de reputación, sostiene que lo primero que tiene que realmente entender Noboa es el país que va a gobernar, que no es el mismo que el de hace dos años. “Ecuador es ahora hijo de la violencia. Se ha destruido el tejido social”, señala. Cuenta que, según ha leído en prensa, en algunas provincias de la costa las empresas aseguradoras ya no aseguran bienes por temor a los robos, o que ha crecido la mora en los microcréditos porque los pequeños empresarios se ven obligados a pagar extorsiones. Por si fuera poco, nueve de cada 10 ecuatorianos, según la encuestadora Perfiles de Opinión, se muestra pesimista respecto al futuro, y solo 2 de cada 10 tienen confianza en el Estado.

Además, Donoso destaca la soledad en el poder de Noboa. Como ya hemos dicho, no tiene estructura partidista y posee muy pocos legisladores. “El tema de la gobernabilidad va a ser complejo. Aunque no descartaría que sea un pragmático y él analice su postura frente al correísmo y alcance acuerdos. Lasso tenía eso en 2021 con la Revolución Ciudadana, pero destruyó ese acuerdo. Eso le impidió gobernar. Creo que Noboa va a actuar de otra forma”, añade.

En definitiva, el joven presidente se sube a un toro de rodeo. En sus manos está enfrentar estos retos con sabiduría y atino o convertirse en una triste prolongación del mandato inane de Lasso. Los ecuatorianos están a la espera.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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