Trump y Milei, personajes de 2024
Me atrevo a afirmar que el verdadero objetivo de los dos presidentes es un cambio cultural de fondo. Meterse en el cerebro y el corazón de los estadounidenses y argentinos, respectivamente, y desandar los valores que les han inculcado
Mala prensa. Lo primero que viene a la cabeza cuando se piensa en Trump y Milei es que, antes de ganar la presidencia, los medios les dieron hasta con la sartén. De ambos se han dicho las peores cosas. Hay que reconocer que ambos son personajes pomposos, grandilocuentes y con aspectos polémicos. Sin embargo, ambos ganaron, y no en cualquier país. Mandarán en los polos geográficos de las Américas y en los polos opuestos del desempeño económico. De un lado en la opulenta, pujante y creativa Estados Unidos, y, del otro, la decadente, empobrecida y abusada Argentina.
El mensaje de ambos mandatarios se centra en la economía. En el caso de Trump es 1) recuperar la producción de EE. UU., pues considera que se extravió en China y México; 2) frenar los inmigrantes ilegales y deportar a millones que se colaron; 3) bajar los impuestos y subir los aranceles (tariffs en inglés).
Para Milei es 1) bajar el déficit fiscal a punta de reducir el gasto público, no de subir los impuestos; 2) frenar la inflación y la devaluación del peso; 3) cortar a hachazos la aplastante regulación que asfixia al argentino de a pie, y lo afecta desde cuando busca comprar para comer o transportarse, hasta producir y vender. La medida del éxito de ambos hombres será económica.
Una amiga de Buenos Aires me dice: “Milei es el único presidente en muchas décadas que ha identificado correctamente las causas de nuestra decadencia: (i) la mala calidad de la política económica, frecuentemente subordinada a intereses políticos, y (ii) las crisis macroeconómicas recurrentes, originadas principalmente por un déficit fiscal crónico. Su estrategia ha abordado estas dos raíces del problema al eliminar tanto la mala política económica como las condiciones que provocaban estas crisis recurrentes”.
Uno puede estar en desacuerdo con sus formas, y su enfoque puede parecer simplista en varios temas. Si bien los van a medir por la economía, lo que movió la decisión de sus votantes está más allá de los ingresos, los gastos y el empleo. Me atrevo a afirmar que el verdadero objetivo de Trump y Milei es un cambio cultural de fondo. Meterse en el cerebro y el corazón de los estadounidenses y argentinos, respectivamente, y desandar los valores que les han inculcado, los demócratas-progresistas de un lado, y la llamada casta peronista-rentista, del otro.
En efecto, a los norteamericanos los han limitado a pensar sólo lo políticamente correcto. Todo el mundo debe aceptar el credo de DEI, que significa Diversidad (de género y racial), Equidad (igualdad como valor primordial), e Inclusión (dar mayor participación a minorías). Esa agenda, que en la letra suena bien, se arroga la superioridad moral para monopolizar de ahora en adelante y para siempre, la educación escolar y universitaria, y el comportamiento en el trabajo y la calle.
En las universidades, los profesores dan clase como caminando sobre cáscaras de huevo, pues cualquier frase que un alumno pueda interpretar como remotamente irrespetuosa puede llevar a una acusación grave. Eso lleva a serias investigaciones de las directivas y severas reprimendas al profesor. Los profesores son vilipendiados, castigados y expulsados, como sucedió en la revolución cultural de Mao en China, en los años sesenta.
La DEI mutó en una inquisición diseminada e incesante, como los curas dominicos en el siglo XVI. La academia pasó de ser el sitio donde se jugaba con las ideas, se debatía y se podía cometer errores intelectuales, donde la crítica y el debate nos acercaban a la verdad, a convertirse en la realización del dios DEI sobre la tierra, con unos sacerdotes que ofician en las facultades de literatura, sociología, estudios de género. Se ha tomado las agencias multilaterales, al punto que el Banco Mundial, el FMI y el BID más parecen sectas religiosas del DEI y el cambio climático, que organizaciones para acabar con la pobreza y el subdesarrollo.
Una cruzada de Trump es volver al tiempo donde se podía escribir el nombre sin la imposición de una policía secreta intelectual, de tener que aclarar al lado de la firma, si se es he-him, she-her, they-them o ninguna de las anteriores. La diversidad requiere poder disentir profundamente, algo que DEI impide.
La cruzada cultural de Milei es contra los valores del estatismo. En Argentina lo que él llama “la casta” impuso que el ciudadano supedite sus decisiones a las determinaciones que hace años tomó una secta de burócratas, sindicalistas y empresarios-sanguijuela, que crearon un laberinto descomunal de normas, limitaciones y regulaciones para servirse a sí mismos.
La rebelión del “Viva la Libertad, Carajo!” es un grito de independencia contra ese yugo. No había casi ningún ámbito de la vida de una familia argentina que no estuviera supeditado a una regla de la cual alguien secretamente se beneficiaba. Importar, exportar, comprar, vender, trabajar, tener dólares, obtener un crédito, emprender, estudiar eran parcelados a alguien con influencia en el monstruo leviatánico del justicialismo.
Esos cambios culturales necesitan tanto ejércitos como ángeles exterminadores. En Estados Unidos, Elon Musk (llamado the first buddy, el primer amigote) y Vivek Ramaswamy, liderarán el Departamento del Gobierno Eficiente (DOGE por su sigla en inglés); buscarán desmantelar la burocracia estatal, eliminar el exceso de regulación, cortar el gasto basura y reestructurar agencias estatales. Se ha dicho que apuntan a ahorros de dos billones de dólares, lo que equivale a seis veces el PIB de Colombia.
En Argentina la desregulación, la mayor eficacia estatal y liberar al ciudadano de la casta están a cargo del ministro de economía Luis Caputo y del economista Federico Sturzenegger, quien ha cerrado más de 200 entidades públicas. Lo que están haciendo es objeto de admiración y miedo, y ya se menciona en el parlamento alemán como un posible ejemplo a seguir.
Curiosamente, 2024 ha resultado en Argentina el año de más baja conflictividad en este siglo, algo notable en medio de un ajuste fiscal con honda repercusión social. Los sindicalistas y los piqueteros entendieron, en un paro general convocado en enero pasado, que el rechazo a la casta los incluye a ellos. Aparte, la aprobación de Milei a final de noviembre había subido a 47%, según una encuesta de Statista.
Por fuera de las batallas económicas y culturales, un tema central para ambos es el apoyo en el congreso. En el primer año, Milei ha resultado mejor de lo esperado en ese frente, a pesar de su pequeña representación parlamentaria. En el caso de Trump, tiene una mayoría endeble en la Cámara, que puede cambiar a la vuelta de dos años. Por lo tanto, el efecto rápido de las reformas es crítico.
¿Hay vasos comunicantes entre Trump y Milei? Algunos afirmas que sí, pues el argentino fue invitado a la posesión en Washington, y se espera que haya presión de la nueva administración para que el FMI sea benevolente en aprobar un crédito de emergencia a Argentina, clave para terminar el llamado cepo cambiario y motivar a la banca privada internacional a ver con mejores ojos al país. Musk ha expresado admiración por lo que se ha logrado en Argentina en tan solo un año, señalando que está siguiendo de cerca el caso argentino para sacar enseñanzas para el caso norteamericano.
El mayor desafío en ambos casos será la carrera contra el tiempo. Trump ya empezó a gobernar tanto en política internacional como doméstica. Sus anuncios sobre terminar las guerras de Ucrania y Gaza, y evitar un ataque de China a Taiwán han desencadenado movimientos cautelosos en los tres frentes. En lo interno, muchas empresas han empezado a ceñirse a las nuevas directivas, por ejemplo al redireccionar plantas de automóviles que estaban por construirse en México, y llevarlas a EE. UU. La gran duda frente a la reducción de impuestos, el aumento de aranceles y el combate a la inmigración ilegal es si crearán inflación, el coco de los hogares americanos.
Milei necesita consolidar rápido la recuperación económica, tumbar aún más la inflación y que permanezca baja, atraer muchos dólares, liberar el tipo de cambio, que despegue la producción y el empleo, aumentar el recaudo tributario para poder bajar impuestos, crear un círculo virtuoso que compre paciencia social para las siguientes medidas y para ganar las siguientes elecciones. Nada fácil. Se vaticina que la economía argentina podría crecer 5%. Si 2024 fue espectacular para Trump y Milei, 2025 será el año crítico para ambos.
Ahora, el anti-personaje de 2024. Este es un presidente que delira por horas dentro de su laberinto mental, plasma en X sus elucubraciones y mezcla temas inconexos en sus discursos, para el asombro del público. Ha arrastrado al desorden a su país, y ha llevado a sus correligionarios a creer que las equivocaciones son en realidad aciertos; que la destrucción construye; que decrecer suma y el caos es la fórmula del progreso; que no hacer carreteras es bueno para los pobres, destruir la salud sirve para que la gente no se enferme, regalar diésel es bueno para el cambio climático, perder negocios es la ruta para la mayor empresa del país, poner más impuestos sirve para pagar mesadas a unos badulaques para que no atraquen en la calle, que asesinos, violadores y terroristas deben ser premiados con una paz sin condiciones, para que perdonen al resto del país. Es el hazmerreír de las conferencias internacionales, no llega a tiempo a los compromisos nacionales, no dirige a su gobierno, y tiene un gabinete a la deriva, poblado de personas que conocen poco a sus sectores y no entienden las crisis que inducen en las carteras a su cargo. Pero no tienen tiempo de conversar eso con el jefe, pues nunca los atiende. Adivine de quién se trata.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.