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La inflación en Colombia sigue hacia el objetivo: baja al 5,41% en octubre

Tras el primer mes con una reducción desde la pandemia, el fortalecimiento del dólar y su influjo sobre la deuda pública y la canasta familiar es la gran sombra de cara a 2025

Camilo Sánchez

Colombia cierra la semana con un dato de previsiones alentadoras. Los precios se redujeron un 0,13% en octubre, lo que sitúa la tasa interanual de inflación en 5,41%. Se trata de un deslizamiento pronunciado desde el 10,48% en que se encontraba un año atrás. A pesar de los imprevistos internacionales y climáticos, todo parece indicar que la batalla contra la inflación sigue la ruta adecuada. ¿Cuáles han sido los sectores que aún frenan el proceso? La directora del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), Piedad Urdinola, ha presentado el boletín con los resultados sobre el filo de las 6 de la tarde del viernes y ha señalado que los licores, el tabaco y la salud tuvieron la mayor variación mensual (0,21%). La educación ha sido en lo corrido del año el nicho que más se ha encarecido: 10,65%. Y como sorpresa positiva, los alimentos, por su parte, fue la división que más bajó con -0,76%.

Los resultados, de cualquier forma, están por debajo de las proyecciones del grueso de los analistas. La inflación mensual fue de 0,13%, 11 puntos básicos por debajo del registro de octubre. De momento queda por ver el impacto real del reciente fortalecimiento del dólar, que los expertos prevén se sentirá en Colombia desde principios de 2025. Para Jackeline Piraján, economista jefe de ScotiaBank Colpatria, se trata de una “inflación muy controlada”. En su análisis resalta que la variación en el precio de los alimentos, uno de los dolores de cabeza recurrente en los últimos tiempos, ha sido casi simbólica. “Es interesante ver el progreso. De pronto, en los meses siguientes continúa, pero a una menor escala. Pero destacamos que no debería ser disruptiva”, concluye.

ScotiaBank sitúa la tasa inflacionaria para final de año en 5,31%. Bancolombia la ubica en 5,6%. Estos registros, en contra de la creencia usual, no se traducen en un abaratamiento de la vida, sino en una menor velocidad del aumento de los costos. Por eso, el síntoma más evidente es que la inflación se traga la capacidad adquisitiva y de ahorro de los ciudadanos. Alejandro Useche, economista y académico de la Universidad del Rosario resume: “Mucha gente se pregunta por qué cuando vamos a hacer mercado, a comprar ropa o a pagar servicios públicos están cada día más caros. En eso tienen razón. El punto central es entender que una baja en la inflación no significa que los precios están bajando, sino que el ritmo de aumento es cada vez menor”.

El Banco de la República, encargado de gestionar la política monetaria, ha decidido que el rango meta ideal, o tolerable para una economía como la colombiana, está entre 3% y 4%. Por eso, mientras el país baja peldaño a peldaño, los responsables del emisor consideran que todavía se halla en zona de cuidado. Al final se ha impuesto la receta como una especie de mantra que se replica en la mayoría de países que salieron descompensados de los confinamientos pandémicos. Desde entonces, cada oleada inflacionaria deja en estado de alerta a los economistas. ¿Qué repercusiones tendría un rebrote como el que ha padecido Brasil?

En Colombia los grandes implicados en esta historia han sido, en general, la energía y los alimentos. La segunda mayor contribución en lo que va de año, de hecho, es la división de alojamiento agua y electricidad con una contribución de 2,45 puntos. Y es que los precios de los arriendos han supuesto un peso plomizo para el también denominado Índice de Precios al Consumidor (IPC). Y la variación anual de todo el sector está en 8,07%La directora del DANE lo confirma: “Durante los últimos meses veíamos que las rentas, tanto la renta imputada como la renta efectiva, eran las que dejaban este rubro en positivo. Esto sigue siendo cierto, pero es sobre compensado por las caídas en los precios de electricidad y gas, sobre todo electricidad”.

La gerente de investigaciones del banco Itaú Colombia, Carolina Monzón, clarifica que dentro del “proceso de corrección” inflacionario, los rubros mencionados muestran un “sesgo bajista”. Es decir, ya no tienen el ímpetu de otros meses. Lo cual sirve de insumo para que la analista coincida con las proyecciones de Bancolombia de cara al cierre de año: 5,6%. Una reducción catalogada por Alejandro Useche como una excelente noticia para el bolsillo de los consumidores y el presupuesto empresarial.

El académico refuerza el mensaje: “Esta baja de la inflación tiene un beneficio adicional. Y es que según los resultados del Índice de Precios al Consumidor este año, se ajustarán muchos precios y también los salarios el año entrante. Con una inflación menor, el salario mínimo subirá menos en el 2025. Esto, por supuesto, es un punto de mucho debate en Colombia. Pero la parte positiva es que un incremento menor del salario mínimo permite a los empresarios contratar a más personas con los presupuestos con que cuentan y luchar contra el desempleo”. Hoy, no obstante, la gran sombra que se cierne está relacionada con la apreciación del dólar. La divisa estadounidense no ha hecho otra cosa que ganarle terreno al peso colombiano y a lo largo de la semana ha oscilado entre los 4.300 y 4.400 pesos por cada billete verde.

Un asunto que inquieta a los observadores. Colombia, no en vano, es un país muy dependiente de los bandazos de la divisa de referencia mundial. Primero, porque el 19% de los productos que conforman la canasta básica del país están sujetos al valor de las importaciones. Estados Unidos es el mayor socio comercial. Y segundo, gran parte de la abultada deuda pública se paga en dólares y cualquier eco alcista resulta desfavorable para las arcas del Estado. “Desde abril de 2021, el aumento de la tasa de depreciación se convirtió en el determinante macroeconómico de corto plazo más importante de la inflación”, explica Liz Londoño, doctora en Economía y académica de la universidad EAFIT de Medellín.

El fenómeno ha sido una montaña rusa que rozó los 5.000 pesos en octubre de 2022. En esto, como en la mayoría de asuntos económicos, se entreveran las teorías con las opiniones. Resulta difícil establecer certezas más allá de la correlación entre una maraña de datos y sucesos políticos. Más aún cuando uno de los conceptos más usados es el de la confianza, antigua virtud inmaterial con múltiples problemas a la hora de medir. “El aumento reciente [del dólar] generará mayores presiones inflacionarias”, sentencia Londoño. Por eso sostiene que el Banco de la República debe mantener la cautela en las dos reuniones que quedan este año para graduar las tasas de interés. Un tema que está en manos de los 7 miembros de la junta directiva del emisor y que ha suscitado múltiples debates.

No todo es, en principio, negativo. Jackeline Pirajá recuerda que la petrolera de mayoría estatal Ecopetrol, la empresa más grande del país, podría salir beneficiada en un momento en el que su operación ha tenido algunos bemoles financieros y administrativos: “Podría ser bueno, en teoría, para sus ingresos”. Pero también reconoce que cumplir con las responsabilidades crediticias tendrá un costo extra para el país: “Puede encarecer lo que necesite pagar. Por ejemplo, el crédito con el FMI. O cualquier tipo de cupón de bonos internacionales. Esa deuda, sin lugar a dudas, se encarece. Esperamos que la tasa de cambio retorne a niveles más bajitos a mediano plazo y que no tenga repercusiones estructurales en el costo de las importaciones o la deuda externa”.

La tasa de inflación y los tipos de interés son dos indicadores engarzados de cerca en esta coyuntura. Por un lado, el precio de la vida, y por el otro, el del dinero y los créditos. Tras la salida de la pandemia, muchas economías tuvieron una fase de gasto desmedido. La situación recalentó el sistema y disparó la inflación. El remedio escogido por los banqueros centrales fue encarecer los tipos. Es decir, frenar o dificultar el acceso a las hipotecas y otros servicios bancarios en aras de enfriar el apetito y controlar los precios. La cura ha resultado tortuosa para muchos. El dinero caro ha mermado la demanda. También ha reducido, en teoría, los precios. Vivir cuesta más. Y ha triturado a empresas, restaurantes y constructores. O a deudores que han debido abandonar el pago de sus cuotas para comprar vivienda así como también ha supuesto un hachazo para miles de emprendedores.

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Sobre la firma

Camilo Sánchez
Es periodista especializado en economía en la oficina de EL PAÍS en Bogotá.
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