La visita “casi real” de Harry y Meghan a Colombia
Los duques de Sussex, que tienen un alto perfil en el campo de la filantropía, recorren Bogotá y Cali para hablar sobre discriminación racial y matoneo
Tras semanas de controversia, el príncipe Harry y Meghan, duques de Sussex, pisaron por primera vez tierra colombiana. Antes de contar cómo fue conocerlos en Bogotá, precisemos algunos antecedentes interesantes. Como se recuerda, el Daily Mail, uno de los tabloides más vendidos y truculentos del Reino Unido, cuestionó la seguridad de la pareja, “en uno de los países más peligrosos, si no el más peligroso del mundo”, según un exescolta real. La publicación “picó” la lengua de varias fuentes, dado que el segundo hijo de Carlos III y Lady Di tiene un pleito con su Gobierno, porque dejó de proveerle guardia en las islas una vez que él y su esposa dimitieron como miembros activos de la monarquía en 2021. Harry asegura que no va allá con su pareja y sus hijos, Archie y Lilibet, porque sin esa protección siente que sus vidas corren riesgo. El reproche del periódico para Harry entonces fue: “Te sientes inseguro en el Reino Unido, pero vas al lugar más turbulento del planeta”.
Creo que el problema del Daily Mail no es con Colombia, sino que usó al país y sus problemas para su costumbre de enganchar a la audiencia con titulares explosivos, más si se trata de los duques. Al cierre de esta columna, el periplo, cuya escala final es Cali este domingo, había trascurrido sin anomalías. Además, a pesar de las dificultades de orden público, al país vienen cada año miembros tan o más importantes de la realeza que ellos y nunca ha ocurrido nada que lamentar, pues hemos cumplido con las exigencias de seguridad y han sido recibidos con toda la gracia, hospitalidad y respeto al protocolo. En 2023, estuvieron Letizia de España y Sophie, duquesa de Edimburgo, tía política de Harry. En febrero pasado, hizo lo propio Máxima de Holanda. El propio Carlos llegó con Camilla en 2014.
Lo cierto detrás de la polémica es que en Gran Bretaña no gusta nada de lo que la pareja hace desde que renunció y aireó las miserias de la disfuncional familia real en público. El Daily Mail, en particular, no los quiere, pues ellos lo han vencido en los estrados judiciales. Hay que saber que influyentes tabloides como este mantienen una relación perversa con los Windsor. Por un lado, llevan décadas enriqueciéndose con sus trapos sucios. Por el otro, son los mayores sostenedores del trono, entre otras cosas, porque en ellos tienen sus capitales miembros de la nobleza, poderosa clase social que dejaría de existir si se suprime a la Corona.
En ese contexto, esta visita “casi real” suscitó resquemores en los medios diplomáticos, en los cuales, según The Times, de Londres, se cree que con este viaje y el reciente a Nigeria ellos estarían desarrollando una acción independiente de política exterior británica sin supervisión del Gobierno. Desde el punto de vista de los Sussex, lo único que pudieron llevarse de la monarquía, aparte del ducado, fue su alto perfil en el campo de la filantropía, y trabajan para afincarse en él en la escena internacional. Resulta que la sangre azul es la mayor recaudadora de fondos para causas benéficas, pues los donantes se motivan al ver su nombre ligado a su prestigio. Harry (hijo de una campeona del tema, Lady Di), lo sabe, y si bien no dudo de sus buenas intenciones y las de Meghan, también es verdad que el trabajo solidario es una plataforma para que el mundo no los olvide.
A Colombia llegaron por iniciativa de la vicepresidenta y ministra de la Igualdad Francia Márquez, quien en principio solo pensó en invitar a Meghan, pues la ve como un referente para el empoderamiento de las mujeres. Los duques han querido promover en el país causas muy caras a su corazón, como la lucha contra el acoso, la falsedad y la discriminación en Internet. Pero es preciso tener en cuenta que ellos igualmente intentan hacer de sus nombres una empresa millonaria para sostener una vida principesca sin la chequera del acaudalado Carlos III. Meghan es una mujer de negocios y no es del todo descabellado suponer que este desembarco en Colombia sea una especie de siembra para abrir Latinoamérica, a la cual la realeza británica no mira tanto. Hace poco, ella anunció su marca de estilo de vida, American Riviera Orchard, que aspira a distribuir productos en línea alrededor del globo.
Ahora sí, ¿cómo fue verlos en carne y hueso tras años de cubrir su vida y milagros para revistas como Jet-set y Semana y ahora en mi sitio Realeza Confidencial? Presencié su participación en el foro Futuro digital responsable en la Universidad EAN. Lo hice como cualquier parroquiano, y gracias a ello los observé más de cerca que mis colegas periodistas en su “corral”, desde la segunda fila del auditorio. Harry es alto, esbelto y su característico pelo no es tan rojo sino “auburn”, que tira al marrón. Tal es un argumento que se ha usado para desmentir el rumor de que es hijo de James Hewitt, el amante de Diana, que de joven lo tenía más colorado. Si algo me impactó es cómo se ha borrado de su expresión la sonrisa espontánea y la picardía con que se ganó de niño el amor de los británicos, cuando les sacaba la lengua a los fotógrafos en brazos de su inolvidable madre. Al parecer, el peso que lleva desde que se enemistó con su familia y el verse “desclasado” de cierto modo, lo ha impregnado de un aire sombrío y casi siempre preocupado. Rió muy pocas veces en el escenario, entre ellas cuando saludó en español, “buenas noches”, lo poco que sabe del idioma. Meghan lo habla, pues vivió en España y Argentina.
Ella es hermosa y gana en persona frente a las fotos. Su rostro se ve más anguloso, cuida mucho la coquetería del vestido y siempre está divinamente peinada y maquillada. En su primer día en Bogotá usó al menos cuatro cambios de ropa en tonos neutros, aunque en el Centro de Artes Delia Zapata Olivella subió un poco el tono con un Johanna Ortiz étnico. Sonríe todo el tiempo y se conduce con movimientos pausados, que le dan un aire regio. El efecto es grato, pero, en últimas es distante, misteriosa. Esa compostura se rompió un momento, cuando no ocultó su turbación porque notó que me estaba haciendo una selfi con ella a metro y medio de distancia, mientras esperaba para volver a su puesto. Vi su vulnerabilidad, las huellas que le ha dejado el “deporte” mundial de detestarla. No olvidemos que por años los Sussex han denunciado matoneo y discriminación racial en su contra en las redes sociales. A su vez, el equipo en la casa real acusó a Meghan de “bullying”. Quizá por esos precedentes ellos y Márquez han controlado la narrativa del viaje y el acceso a la prensa (a la cual Harry odia) ha sido muy restringido.
No en vano participaron en un foro sobre los retos morales en la esfera digital y sus intervenciones no dejaron duda de que se toman en serio su activismo, de manera casi que visceral, como se refleja en estas palabras de la discutida duquesa en el foro: “Quizá sus abuelas también les hayan dicho: ‘Si no tienes nada amable que decir, no digas nada’. ¿Qué pasó? La era digital casi que ha creado una cultura de: ‘Si no tienes nada cruel que decir, no digas nada’”.
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