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Del Vaticano para San José de Apartadó: “El Papa nos dijo que no estamos solos en nuestro dolor”

La comunidad campesina colombiana recibió un mensaje de apoyo del pontífice. El corregimiento ha resistido décadas de violencia con la ayuda de algunos miembros de la Iglesia católica

papa francisco
El Papa Francisco durante la misa del Domingo de Ramos, desde la plaza de San Pedro, en el Vaticano, el 24 de marzo de 2024.Guglielmo Mangiapane (REUTERS)
Camila Osorio

El mensaje fue corto pero viajó miles de kilómetros en segundos. Ocurrió el Domingo de Ramos, al comenzar la Semana Santa, cuando el papa Francisco hizo una oración desde la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, dirigida a un minúsculo corregimiento rural colombiano. “Expreso mi cercanía a la Comunidad de San José de Apartadó en Colombia”, decía el pontífice en la oración. “Donde hace unos días fueron asesinados una joven y un niño. Esta comunidad en 2018 fue premiada como ejemplo de compromiso con la economía solidaria, la paz y los derechos humanos”, añadió. Esas fueron las primeras frases de una plegaria corta en la que Fracisco mencionó las tragedias humanitarias en Gaza y Ucrania, y las víctimas del ataque terrorista en Moscú. El drama que vive San José de Apartadó tuvo, por primera vez en su historia, un lugar en las palabras de un pontífice.

“Acá sentimos que el Papa nos envió una mano”, cuenta a EL PAÍS Arley Tuberquia, miembro del Consejo Interno de San José de Apartadó, quien estaba reunido con otros miembros de la comunidad cercana al Darién cuando se enteraron del mensaje. “Recuerdo escuchar comentarios de gratitud, mucha sorpresa de que el Papa nos tuviera en cuenta. Lo vimos como la oportunidad para decir: ‘Nallely y compañero Edinson, sus muertes quedarán en la impunidad, pero no en el silencio’. El Papa nos dejó un mensaje de que no estamos solos en nuestro dolor, en nuestro sufrimiento”, añade.

Nallely Sepúlveda y Edinson David
Nallely Sepúlveda y Edinson David, asesinados en San José de Apartadó (Colombia) el pasado 19 de marzo.cdpsanjose

Tuberquia y el Papa se refieren a un niño de 15 años llamado Edison David y una mujer de 30 años llamada Nallely Sepúlveda, madre de tres hijos. Los dos fueron asesinados en su casa, ubicada en la vereda La Esperanza, el 20 de marzo. Eran la esposa y el hermano de un coordinador humanitario de la comunidad, quien no se encontraba en el hogar en el momento del asesinato. “Fuerzas oscuras quieren reeditar el paramilitarismo en el noroeste del país”, dijo el presidente Gustavo Petro al conocer los hechos. La comunidad ha señalado al Clan del Golfo, la mayor banda de narcotraficantes de Colombia, herederos del paramilitarismo y dominantes en la zona, como los responsables.

Fueron solo dos frases del Papa, pero tuvieron una resonancia espiritual, política e histórica. San José de Apartadó es un corregimiento campesino que en 1997 se declaró como territorio neutral: decidió no acoger en su territorio a la guerrilla ni a paramilitares, pero tampoco a la fuerza pública del Estado. Se declararon Comunidad de Paz y, desde entonces, la Iglesia católica fue fundamental. “Al principio, cuando se empezó a crear la comunidad, la diócesis de Apartadó nos acompañó a misiones humanitarias a las veredas de donde nos desplazamos, para buscar los animales y la comida que se quedaron”, cuenta Tuberquia.

Fue también en un Domingo de Ramos, el 23 de marzo de 1997, cuando se oficializó la Comunidad de Paz. “La idea original la había lanzado el primer obispo católico de Apartadó [la ciudad más cercana], monseñor Isaías Duarte Cancino”, escribe uno de los padres que más ha acompañado a la comunidad, el padre jesuita Javier Giraldo, en su libro Fusil o Toga. “El contexto de la Semana de Pasión en que nació la Comunidad de Paz de San José de Apartadó pareció darle una marca trágica: muchos de sus líderes y primeros integrantes iban a sufrir un martirio tan cruel como el de Cristo”, añadió el padre.

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Ese Jueves Santo, apenas cuatro días después el nacimiento, cuenta luego, al menos tres personas fueron asesinadas y otras tres desaparecieron. En los 27 años que lleva la Comunidad de Paz, han ocurrido varias masacres y decenas de asesinatos. En 2022, la Comunidad informó a la Comisión de la Verdad de al menos 1.462 casos de violencia ocurridos en su territorio en las últimas décadas.

Esta Semana Santa, el padre Giraldo se encuentra incomunicado en las veredas San José, a donde acude cada año. “Él lleva 27 años viajando allí; muchos de los que tengan esa edad, o menos, fueron bautizados por él”, cuenta Carlos Garaviz, quien ha trabajado junto al padre en el banco de datos del CINEP, un centro de investigación jesuita enfocado en el conflicto armado. “Él hace bautizos, primeras comuniones, acompaña las celebraciones de Navidad”, añade.

Pero, además de su trabajo espiritual, cuenta Garaviz, Giraldo acompaña a la comunidad en temas políticos —al hacer denuncias públicas, por ejemplo— y en los esfuerzos por preservar la memoria de la guerra. Eso, sin embargo, ha sido a un costo, en particular porque la Comunidad ha sido estigmatizada por políticos de derecha (como el expresidente Álvaro Uribe) y por instituciones estatales (como el Ejército) de ser aliada de la guerrilla.

“El padre Javier ha sido perseguido por el Estado, e incluso Estados Unidos le quitó hace unos años la visa”, cuenta Germán Romero Sánchez, abogado que ha acompañado a la Comunidad. “Ahora, si el Papa respalda a la Comunidad, me parece que su mensaje pone en entredicho la estigmatización de parte del Estado o de grupos paramilitares. Por eso, para mí el mensaje del Papa tiene una dimensión política muy importante”, añade Romero.

¿Cómo llegó la noticia de los dos asesinatos en San José de Apartadó hasta el Vaticano? Después de todo, en una comunidad con tantas tragedias y un país con tanta violencia, los dos homicidios no estaban en las primeras planas de las noticias internacionales. El padre Jorge Weimar Orrego, quien trabaja en la diócesis de Apartadó, explica que en marzo el Papa se fijó especialmente en el Urabá colombiano, la región fronteriza con Panamá en la que se encuentra San José de Apartadó.

Primero, el 19 de marzo el Papa nombró al nuevo obispo de Apartadó, Carlos Alberto Correa Martínez. Segundo, ese mismo día envió un mensaje en el que, citando el momento en que los discípulos le preguntan a Jesús dónde organizar la paz (“¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?”), dice que este último hoy respondería: “En el Darién, con los hermanos y las hermanas migrantes”. Y es que el municipio de Apartadó, además de la violencia del conflicto, vive la crisis migratoria con miles de personas que paran allí antes de cruzar la selva de El Darién.

Los obispos de Colombia, Costa Rica y Panamá se reunieron ese 19 y 20 de marzo en Panamá, para hablar de los pasos que la iglesia debe seguir para apoyar a los migrantes. “En el evento había representantes del Vaticano, y cuando ocurrieron las muertes de San José, los colombianos les contaron lo que pasó”, dice el padre Orrego desde Apartadó. Los delegados del Vaticano le habrían pasado el mensaje el Papa quien, en 2018, había conocido a algunos miembros de la comunidad que viajaron a verle.

Arley Tuberquia, sin embargo, entiende el mensaje del Papa más como un acompañamiento espiritual que como un mensaje que le llegue a los grupos armados. “Desafortunadamente, nos queda claro que a los asesinos no les importa el pronunciamiento de nadie”, dice. “Lo verdaderamente importante de este acompañamiento espiritual es volver a las palabras de Cristo sobre el perdón. Así como Jesús dijo en la cruz ‘Perdónalos, porque no saben lo que hacen’, indudablemente lo que más nos ha traído ese acompañamiento de la Iglesia, a pesar de todo lo que hemos vivido, es nuestra infinita capacidad de perdonar”.

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Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.
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