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Narcotráfico
Columna
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Dos historias del narcotráfico

Por un lado, se plantea que hay que permitir que aquellos que van a consumir droga sepan qué están adquiriendo, mientras por el otro se mantiene oculto el inmenso negocio del lavado de activos

Un funcionario utiliza una prueba para comprobar la sustancia que compone una píldora, en Cartagena (Colombia).
Un funcionario utiliza una prueba para comprobar la sustancia que compone una píldora, en Cartagena (Colombia).Long Visual Press (Long Visual Press/Universal Imag)

Esta semana Colombia ha vivido dos particulares momentos atravesados por el narcotráfico que deberían ser promotores de acciones y reflexiones. Uno de ellos tiene un matiz particular, pues es ver a un miembro del Gobierno haciendo una acción positiva hacia el reconocimiento del consumo de drogas como una realidad a la que no se le puede dar la espalda. El otro es una fotografía de otra situación que parecemos negar, pero que sin duda hace parte del dinamismo económico que hace del nuestro un país sui generis en términos de flujo de dineros.

Este fin de semana en Bogotá se lleva a cabo el festival musical más importante de cada año: Estéreo Picnic. Una fiesta polirrítmica y multicultural que logra congregar a decenas de miles de entusiastas de los más diversos géneros musicales en largas tardes y noches, acompañados de algunos de los artistas de moda y muchas bandas legendarias.

Allí, como ha venido ocurriendo desde hace varios años, una ONG llamada Acción Técnica Social instala su puesto de testeo de drogas, bajo el genial nombre de ‘Échele cabeza cuando se dé en la cabeza’, con un objetivo bastante loable: permitir que aquellos que van a consumir sea lo que sea tengan la certeza de que aquello que compraron es lo que les dijeron que les vendían y no otro producto que tal vez termine por convertir una inigualable fiesta en una absoluta pesadilla.

La novedad este año es que el viceministro del Interior, Camilo Umaña, hace presencia en el puesto de ‘Échele cabeza’ como reconocimiento a un trabajo necesario en tiempos donde las drogas están más que nunca al alcance de todos y en el que estas mismas cada día se ven más enmarcadas en el consumo recreativo como lo es el alcohol.

El mensaje del viceministro es claro: el Gobierno no debe estigmatizar a aquellos que consumen, sino que debe acompañar el consumo responsable. Para él un aplauso.

La otra historia es algo que está en la antípoda de este relato, pues nos lleva al innegable mundo del lavado de activos y las últimas revelaciones hechas por la genial periodista Paula Bolívar de Sigue La W, según las cuales la compra de los polémicos carrotanques para la Unidad de Gestión del Riesgo habría sido una operación para lavar dinero de origen desconocido.

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Según reveló Paula, tanto los camiones como los tanques fueron comprados con gigantescas consignaciones de dinero en efectivo que suman miles de millones de pesos. ¿De dónde salió ese dinero? ¿Quién llega a un banco con 300 o 400 millones de pesos en efectivo y los consigna impunemente?

Aunque aún falta mucho para que las autoridades nos cuenten todo lo que hay detrás de ese escándalo urge que tanto los bancos como la Unidad de Inteligencia Análisis Financiero (UIAF) nos cuenten si existe un verdadero seguimiento a las inmensas cantidades de dinero en efectivo que se manejan en ciertas regiones como Nariño y Norte de Santander, ambas permeadas por el narcotráfico. ¿Están los bancos aportando información y alertando a tiempo? ¿O unos y otros se cubren la espalda porque no hay nada mejor que mantener el sistema financiero bien irrigado, así sea con dineros calientes? Aquí no hay nada que aplaudir.

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