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¿Qué hacer para restaurar los bosques después de los incendios? Los científicos piden no a ir los cerros a sembrar árboles

Los expertos proponen remplazar poco a poco las especies de plantas invasoras como el pino, la acacia o el retamo espinoso por árboles nativos, incluidos el cedro, el encenillo y los sietecueros

Soldados combaten el incendio en las colinas del oriente de Bogotá, el 23 de enero.
Soldados combaten el incendio en las colinas del oriente de Bogotá, el 23 de enero.ANTONIO CASCIO (Reuters)
Juan Miguel Hernández Bonilla

La temporada de incendios en los cerros orientales de Bogotá ha afectado hasta el momento a más de 60 hectáreas de bosque. Aunque al día de hoy los principales focos del fuego están controlados, las autoridades no descartan que las llamas regresen pronto con su fuerza devastadora. “Por lo que viene en términos del clima, se prevé que pueda haber muchos más incendios en febrero”, dijo este miércoles el alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán. “Es realmente triste y dramático que esto haya ocurrido. Hemos tenido 136 incendios. Debemos trabajar cada vez más para hacer prevención”, insistió Galán durante una rueda de prensa. Y añadió: “El proceso de restauración va a tomar tiempo, pero lo haremos con sustento científico”.

Germán Jiménez, doctor en ciencias biológicas y coordinador de la maestría en restauración ecológica de la Universidad Javeriana, explica en diálogo con EL PAÍS que estos incendios son una oportunidad para comenzar a reemplazar las especies de plantas invasoras por árboles nativos, que generen menos combustión. “Hemos recomendado no correr a hacerlo ya”, advierte Jiménez. Según el científico, hay que darle un tiempo al sistema afectado para que empiece a recuperarse por sí mismo. Lo primero, dice, es hacer una evaluación de lo que queda después del fuego. “Si la gente empieza a subir a los cerros a sembrar árboles, se puede agravar la situación”.

En eso coincide José A. Muñoz, miembro del Grupo de Investigación y Docencia en Ecología del Paisaje y Modelación de Ecosistemas de la Universidad Nacional de Colombia. “Entiendo la desesperanza y la impotencia de la ciudadanía por no poder hacer nada para ayudar en esta emergencia, pero la recomendación es no participar en las jornadas de siembra que se han promovido por medios y redes sociales”, dice Muñoz por teléfono, en entrevista con EL PAÍS. El investigador propone, en cambio, aprovechar la ocasión para retirar de forma gradual algunos pinos, eucaliptos, acacias, retamo espinoso y otras especies exóticas que llegaron a los cerros de Bogotá a mediados del siglo pasado y se han apoderado del bosque.

“Estas especies han evolucionado con el fuego”, dice Muñoz. Por sus características genéticas son capaces de tolerar un incendio y aprovechar los efectos negativos que producen las llamas para su beneficio y expansión. Los pinos, por ejemplo, ayudaron a avivar las quemas e hicieron más difícil su control. Muñoz cuenta que las hojas delgadas y puntiagudas de los pinos, llamadas acículas por la ciencia, se secan y se caen constantemente. Generan un colchón en el suelo, que es inflamable y a veces alcanza hasta un metro de profundidad. Tiene propiedades impermeables, por lo que el agua casi no lo penetra. “Cuando hay una chispa, esas acículas se prenden muy fácil y llevan el fuego por todo el piso del bosque”, explica el científico, candidato a doctor en Ciencias de la Nacional.

Una brigada conformada por bomberos, Defensa Civil, Policía y Ejército asciende el cerro El Cable para mitigar el incendio.
Una brigada conformada por bomberos, Defensa Civil, Policía y Ejército asciende el cerro El Cable para mitigar el incendio.Andrés Galeano

Algo similar pasa con el retamo espinoso, que se trajo de Europa en los años 50 para el control de la erosión en los embalses en Bogotá y que ahora es una de las especies invasoras más agresivas a nivel mundial. “El retamo tiene una predisposición genética para acumular necromasa, vegetación muerta, que facilita la propagación del fuego porque es material seco”. En el libro Sumario de plantas oficiosas, Efrén Giraldo escribe: “Al retamo cuesta agarrarlo, es indócil al machete. Resiste al fuego, vuelve a brotar de las cenizas”.

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Los eucaliptos, que llegaron de Australia en la segunda mitad del siglo XIX y ahora están desperdigados por todos los cerros de la capital, también toleran muy fácil las altas temperaturas. “Tienen cortezas muy gruesas que protegen la parte interna y por eso rara vez mueren después de un incendio. Pueden estar prendidos y mantener el fuego incluso por días”, explica Muñoz. Si el árbol logra sobrevivir, aprovecha el desastre para arrojar todas las semillas en el área quemada. Nacen nuevas plantas, que desplazan a la vegetación nativa que esté tratando de nacer. “Varios sistemas tropicales, como los bosques andinos y páramos, no crecieron con el fuego y no saben bien como soportarlo”, cuenta Muñoz. Pasa lo mismo con las acacias que inundan los bosques. “Generan bancos de semillas que duran varios años. El calor de los incendios las ayuda a germinar. Son las primeras en nacer en un lugar quemado”.

Por eso, el profesor Jiménez y Muñoz están de acuerdo en que es necesario controlar estas especies invasoras antes de sembrar las nativas. Además, los pinos, los eucaliptos, las acacias y el retamo espinoso tienen altos niveles del compuesto que hace que la madera sea combustible, y en sus hojas y tallos hay resinas y aceites que los hacen más inflamables. “Tampoco podemos talar todos estos árboles de una, eso también afectaría el ecosistema”, insiste Jiménez, “hay que hacerlo despacio”.

Otro paso previo a la siembra de árboles nativos es revisar el estado del suelo y tratar de recuperarlo. “La actual temporada de incendios se proyecta por meses, por eso no podemos ir a plantar ahorita. No habrá material orgánico disponible y las nuevas plantas no van a resistir el calor, las heladas, ni los cambios bruscos de temperatura”, concluye Muñoz. Y añade: “lo mismo en los páramos, no se puede ir a sembrar miles de frailejones en este momento. Lo mejor es dejar que se recuperen a su ritmo y sin la intervención humana. Hacer jornadas de siembra allá sería muchísimo peor. Mantengamos la calma”.

Una vez la temporada de incendios haya pasado, se logren reducir las especies invasoras y el suelo esté recuperado, se puede iniciar la introducción de especies nativas pioneras. “Son hierbas o arbustos que crecen rápido, aguantan estrés ambiental y toleran la radiación solar. Una buena opción es la hierba mora o las asteráceas, como los chilcos o arbolocos”, explica Muñoz. Después de unos cinco años, cuando el bosque andino se esté recuperando por su cuenta, se pueden sembrar árboles nativos como el cedro, el encenillo, el nogal y el sietecueros, que en el futuro ayudarán a reducir los incendios.

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Sobre la firma

Juan Miguel Hernández Bonilla
Periodista de EL PAÍS en Colombia. Ha trabajado en Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS, en Madrid, y en la Unidad Investigativa de El Espectador, en Bogotá. En 2020 fue ganador del Premio Simón Bolívar por mejor reportaje. Estudió periodismo y literatura en la Universidad Javeriana.
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