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En colaboración conCAF
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CHOCÓ
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El derrumbe en la vía Quibdó-Medellín revela el racismo estructural de Colombia

Esta carretera representa millares de oportunidades perdidas para las comunidades afrodescendientes o de pueblos originarios que viven en el Chocó. El acceso vial debería permitir un flujo constante y seguro de un territorio a otro

Quibdó- Medellín
El derrumbe en la vía Quibdó-Medellín, visto el 13 de enero.Nastassia Kantorowicz Torres
Carolina Rodríguez Mayo

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El pasado viernes 12 de enero se presentaron fuertes derrumbes en una carretera cerca de la localidad del Carmen de Atrato, en el departamento del Chocó, en Colombia. El presidente Gustavo Petro declaró desastre natural, lo que permite que haya un uso de recursos exclusivos y urgentes destinados a la tragedia que dejó más de 35 muertos y al menos diez desaparecidos. Si bien los recursos que se destinen ahora son esenciales para evitar futuras tragedias y accidentes, no podemos obviar el hecho de que la negligencia con la que se ha tratado este acceso vial responde al racismo estructural que mantiene a las comunidades afrodescendientes y de pueblos originarios en situaciones de marginalización.

Para ayudar a entender por qué la falta de acceso libre y fácil a la totalidad de un territorio es diciente de cómo opera el racismo estructural se puede recurrir a un dato: desde 1998 la vía Quibdó-Medellín ha cobrado más de 150 vidas. Es necesario recordar que el racismo estructural se puede definir como la suma de instituciones y dinámicas que benefician a ciertas personas de acuerdo a su identidad o condición racial en los ámbitos económico, social, cultural, político o geográfico, entre otros. De manera que el acceso y movilidad restringidos, especialmente de comunidades afrodescendientes o de pueblos originarios, es significativa a la hora de que se lleve a cabo la ejecución de sus derechos. En otras palabras, esta vía representa millares de oportunidades perdidas por cuenta de las limitaciones que trae consigo una carretera en mal estado. Bien lo señala Audrey Mena, abogada afrocolombiana y subdirectora general de la organización ILEX Acción Jurídica: “La discriminación estructural y sistemática se manifiesta de manera flagrante en la falta de inversión en medidas de seguridad vial y en la ausencia de mantenimiento adecuado de la carretera. Mientras las comunidades afrodescendientes luchan por acceder a servicios médicos de calidad y a educación, la vía que debería ser su puente hacia oportunidades, se transforma en un peligro constante”.

El acceso vial debería permitir un flujo constante y seguro de un territorio a otros. Sin embargo, mantener una vía descuidada por tanto tiempo puede revelar cómo opera el racismo estructural. El caso deja en evidencia que no habido ningún esfuerzo —ni de la sociedad civil, ni de la Procuraduría o los funcionarios el Estado han conseguido su pavimentación completa. La vía Quibdó-Medellín ha sido descuidada sistemáticamente pese a que solo es una línea de 215 kilómetros. No podemos pasar por alto el hecho de que las carreteras en buen estado son determinantes a la hora de facilitar la entrada y la salida de todo tipo de recursos.

Como recuerda la abogada, el departamento del Chocó comprende el 82% de la población afrodescendiente del país. Allí existen 50 consejos comunitarios referentes a la Región Pacífica, además de aproximadamente 12 comunidades indígenas. Por eso, dice, no puede separarse el accidente “del racismo estructural y del abandono estatal que han tejido un manto de disparidad sobre esta población y comunidades. Los accidentes, lejos de ser meras fatalidades, son el resultado de un sistema que antepone ciertas vidas y desatiende otras”, insiste.

Los deslizamientos de tierra o los desastres pueden presentarse en cualquier momento. Para tratar de prevenir los riesgos, se deben hacer evaluaciones meticulosas de acuerdo a las necesidades específicas del terreno. Pero, de nuevo, el racismo estructural se ve en la falta de cuidado con la que se han realizado avances en el mantenimiento de la vía, puesto que las contrataciones para hacerlo han estado a cargo de personas del Gobierno nacional, no del regional ni del municipal desde 2002. Esto es muy relevante, ya que en Chocó llueve entre 287 a 300 días al año, lo que implica que la inversión que se haga debe atender de manera más que minuciosa a la compresión de una de las regiones más lluviosas del mundo, pero lo que se ha visto hasta el momento son medidas paliativas que no ven la importancia y la necesidad de hacer cambios duraderos al lado de consultores que conozcan la región.

El Chocó es uno de los corredores que comunica a dos de las principales ciudades de Colombia, Quibdó y Medellín, y resulta alarmante que lleve el apodo ”corredor de la muerte”. El hecho de que los medios más importantes de Colombia se refieran a esta carretera de dicha manera, no solo es una muestra de la negligencia estatal que lleva años sin dar una solución permanente al problema del mal estado de la vía y los deslizamientos; también es un ejemplo contundente de que los medios masivos aún no comprenden el impacto que tiene su trabajo sobre la racialización ni la revictimización de una comunidad y su territorio. Puesto que las formas en que nombramos situaciones, grupos de personas, dinámicas de cualquier tipo contribuye a nuestros imaginarios colectivos, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿por qué nombrar una problemática tan dolorosa con amarillismo y espectacularización? Nombrar las cosas con una perspectiva ética sí puede contribuir a una imagen del Pacifico y del Chocó menos tendenciosa.

El racismo estructural es un problema para todas las personas. Este caso trágico nos muestra que la manera en que se distribuyen los presupuestos sí tiene un sesgo y sí responde a modelos sociales que se relacionan directamente con lecturas de raza, de clase y de género. Como lo explicó la escritora chocoana Velia Vidal en una entrevista para el medio La Silla Vacía sobre el derrumbe: “Colombia tiene obras de ingeniería que se destacan a nivel internacional, tiene túneles tremendos, hemos hecho cosas de altísima tecnología, pero ninguna de este tipo de inversiones llega al Chocó. Nosotros no tenemos una propia salida al mar en el departamento. Quedó en evidencia con Medicina Legal que no tenemos la capacidad de procesar la cantidad de cadáveres que resultaron de esta tragedia. No tenemos la capacidad médica de atender a las víctimas y los heridos en una tragedia de esta magnitud. Aquí estamos observando asuntos mucho más profundos”, dijo. Lo que dejó ver el derrumbe fue un desconocimiento abismal del territorio, una negligencia estatal que lleva décadas impune y un vacío epistémico en medios sobre lo que es el racismo estructural.

Lo evitable de esta tragedia es uno de los factores más dolorosos y más determinantes de cómo opera el racismo. Esto también dijo Velia Vidal en su columna para Cambio: “Los chocoanos no aguantamos poner un muerto más en nuestras carreteras. La única explicación a esta tragedia cíclica es el racismo estructural, que ha impedido una solución de fondo a esta problemática que año tras año nos recuerda que nuestras vidas son las que menos importan en este país”. Esperemos que los 128 millones de dólares que Gustavo Petro se comprometió a asegurar y a trasladar al Instituto Nacional de Vías vengan acompañados de una visión a largo plazo que tenga en cuenta las características únicas del territorio, de las comunidades que lo habitan y lo transitan y los millares de señalamientos que ha hecho la gente en Chocó sobre la urgencia de conectar al Pacífico con el resto de Colombia de manera efectiva y segura.

Sobre la firma

Carolina Rodríguez Mayo
Profesora y escritora. Ha publicado en revistas colombianas como Literariedad, Sombralarga, Sinestesia, Volcánicas y Manifiesta. Fue parte de una antología de jóvenes poetas, Afloramientos por Fallidos Editores. Produce el podcast Manifesto Cimarrón donde conversa sobre negritudes, diversidad y resistencia.
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