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“No vemos al volcán como un monstruo”: por qué quienes viven más cerca del Nevado del Ruiz regresan a sus casas

De las mil personas que debieron evacuar en el departamento del Tolima solo lo han hecho 130, y de forma parcial. Tras casi dos meses de espera, aseguran que deben trabajar para subsistir

Volcan Nevado del Ruiz
Un campesino que se levanta cada mañana a ordeñar sus vacas en Herveo, Tolima, el 26 de abril de 2023.Santiago Mesa
Emma Jaramillo Bernat

A ocho kilómetros en línea recta desde el cráter del volcán Nevado del Ruiz, Julián Hernández es uno de los primeros testigos de cada uno de sus movimientos: siente si tembló, si la tierra está más caliente, si aumentó la emisión de ceniza. Y pese a que en ocasiones el polvillo se le mete entre los ojos y hace que le ardan, cuenta que no puede resistir la tentación de voltearse a mirarlo y dejarse deslumbrar por su belleza.

No debería estar allí, según las indicaciones de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres Naturales (UNGRD) que, de acuerdo con el mapa de amenazas entregado por el Servicio Geológico Colombiano, estableció que todas las personas que vivieran en un radio de 15 kilómetros del cráter debían ser evacuadas. Esto luego de que el pasado 30 de marzo se declarara que la actividad del volcán había pasado a nivel naranja.

Desde entonces, varios indicadores sugieren que existe una probabilidad significativa de que el Ruiz haga una erupción mayor a las que ha hecho en los últimos días y semanas, que no han revestido riesgo. Los geólogos continúan registrando el fracturamiento de la roca en el interior del que llaman edificio volcánico, algunas anomalías al fondo del cráter y un aumento tanto de la altura de la columna de gases como de la energía sísmica.

Julián, sin aparatos de medición ni imágenes satelitales, llega a la misma conclusión: “El volcán está en un proceso natural. Va a hacer erupción. Cuánto tiempo se demora: no lo sabemos. Qué tan grande sea la dimensión: tampoco lo sabemos”. Al comienzo, como muchos, siguió las indicaciones. Como campesino que vive del ganado y la agricultura, trabajaba en su finca de día y bajaba al casco urbano de Murillo de noche, aunque a costa de sus ingresos. En una economía paralizada por la declaratoria de la emergencia, lo que trabajaba apenas le alcanzaba para solventar la gasolina para ir y volver en moto todos los días. Para Julián se necesitan ayudas para combustible, más allá de mercados que se acaban demasiado rápido.

La indicación de evacuar aplica para la zona rural de otros tres municipios tolimenses: Villahermosa, Herveo y Casabianca. Pese a que el volcán se encuentra más hacia el vecino Caldas, afecta más al Tolima, ya que en esa vertiente fluyen muchos ríos que pueden crecer súbitamente en caso de una erupción. La lava derretiría el hielo, que convertido en agua podría desbordarlos; y al mezclarse con rocas, ceniza y tierra podría generar una avalancha, como sucedió en 1985. Aquella vez, la explosión generó una avalancha de tal magnitud que borró un pueblo entero del mapa: Armero. La doble condición de volcán y nevado que hace al Ruiz tan peligroso dejó esa vez cerca de 25.000 muertos.

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Bajo el fantasma de esta tragedia, las autoridades no pueden escatimar esfuerzos. Sin embargo, “no ha sido fácil”, relata Andrea Mayorquín, directora de gestión del riesgo del Tolima. “El censo nos da que habrían tenido que salir mil personas”, pero al sumar los evacuados las cifras oficiales apenas llegan a 130 personas, que además solo han hecho una evacuación parcial: duermen en la cabecera municipal, donde algún familiar o amigo, pero el jefe de hogar se devuelve durante el día a trabajar en su finca. Los únicos que se han quedado en el municipio son los adultos mayores, que ante alguna emergencia no podrían ser transportados rápidamente en moto.

La evacuación va en reversa, dice Mayorquín. “Las personas se han ido devolviendo poco a poco, precisamente porque ya vivieron la erupción de 1985, y como en esos cuatro municipios solo cayó ceniza, entonces dicen: ‘Yo no me voy porque a mí no me pasó nada’. Por el otro lado, digamos que no se sienten con las garantías y con la seguridad de poderse ir totalmente”.

Julián, quien fue elegido como presidente de la junta de acción comunal de su vereda, la Cabaña, asegura que los pueblos cercanos al volcán nunca se han visto afectados por una explosión, como sí ha pasado con los de la parte baja, como Armero. Es consciente de que podrían caer piroclastos (fragmentos sólidos de material volcánico), pero cree que con una alerta temprana se podrían evitar daños mayores. “Murillo —insiste— no ha puesto muertos en ninguna erupción”. Cuando pasó lo de Armero, solo recuerda que sus “praderas se llenaron totalmente de un tapete de arena y no hubo comida. Por ahí a los 20 días empezó a salir pasto”.

Como la UNGRD no puede obligar a la gente a evacuar, ha creado un sistema de alistamiento, con un registro diario de todas las personas que salen y vuelven a entrar a la zona. La Gobernación y las alcaldías han entregado mercados a las familias mientras trabajan en la adecuación de albergues. Mayorquín asegura que ya hay refugios en los 14 municipios catalogados en riesgo en el Tolima, pero que no están del todo adecuados. Tienen algunas colchonetas y cobijas, pero están pensados más para atender a los posibles damnificados en caso de una emergencia que para recibir a las familias que evacúen de forma preventiva.

“Otros se devolvieron por temas familiares”, comenta el encargado de la Gestión del Riesgo para Murillo, Cristian Rodríguez. “Una muchacha se vino con su niño, pero sus papás están enfermos y se niegan a retirarse de la finca. Entonces se devolvió para poderlos atender”.

Cristian cuenta que desde Murillo también han solicitado al Gobierno los elementos para crear un emisora de radio abierta. La mala comunicación fue uno de los graves problemas del pasado. Pese a que la Cruz Roja ha entregado radios enlazadas con la UNGRD, con una persona que hace monitoreo las 24 horas, no hay una radio para cada familia y en las veredas las casas están separadas por kilómetros de distancia. Allí una emisora sería clave, ya que a menudo falla la red móvil y la población queda completamente incomunicada. Mediante una emisora todos podrían ser avisados a tiempo en caso de una explosión inminente. Una vez cambie a nivel rojo, tendrían una hora para evacuar.

Murillo vive de la papa y de la leche. Un poco de la cebolla y de las hortalizas, en un paisaje de páramo que contrasta con el de los municipios cálidos de la mayoría del Tolima. De la región es el que más depende del turismo. Con el cierre del Parque Natural de los Nevados, donde está el Ruiz, ese ingreso económico prácticamente ha desaparecido. “Nos están estigmatizando a los que vivimos en la parte alta. Nunca los pueblos que viven alrededor del volcán han sufrido un impacto mayor por una erupción”, reitera Hernández.

Para ellos, el volcán es un orgullo. Cuando Julián lo mira, desde los 3.500 metros de altura en los que queda su finca, no lo ve como una fuente de desgracia sino como una bendición. “El volcán siempre nos ha traído a nosotros los que vivimos a pie de él mucha riqueza, y nos ha dado tanto que cada vez que el volcán nos bota ceniza, nos bota minerales y las praderas terminan abonándose”.

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Sobre la firma

Emma Jaramillo Bernat
Es periodista de la edición de El PAÍS en Colombia. Ha trabajado en 'El Tiempo', como editora web, y en la Agencia Anadolu, de Turquía, como jefe de corresponsales para Latinoamérica. Graduada de Comunicación Social de la Universidad Javeriana de Bogotá y máster en Creación Literaria de la Universitat Pompeu Fabra.

Más información

Jhon Jairo Flores, 50-year-old farmer from Herveo, Tolima

Sin miedo al volcán: antes morir que irse del Nevado del Ruiz

VANESSA DE LA TORRE | Villamaría (Caldas)

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