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Gustavo Petro
Tribuna
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Cuando expropiar es bien visto

La expropiación de tierras para buscar el bien común es un camino que puede cambiarle la cara a la sociedad, como ocurrió en Bogotá cuando se expropió una porción del exclusivo Country Club

Vista aérea de un torneo de golf en el Country Club de Bogotá.
Vista aérea de un torneo de golf en el Country Club de Bogotá.Stan Badz (US PGA TOUR)

Han pasado más de veinte años desde la última vez que una expropiación se volvió tema de debate nacional. En aquel entonces fue un alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, quien tomó la trascendental decisión que puso los pelos de punta a los ricos y poderosos socios del Country Club de Bogotá, pero que llevó a la ciudad y a la sociedad a una reflexión sobre si el goce privado que tenían unos pocos sobre una de las zonas verdes más importantes y extensas del norte de la capital de Colombia debía estar por encima del uso y goce público que toda la ciudadanía podría darle si este espacio se convertía en un gigantesco parque abierto a todos.

Hoy la mayor parte del terreno que Peñalosa quería convertir en parque sigue cerrado por altas cercas que garantizan su uso exclusivo para los miembro del Country Club. Sin embargo, un pedacito de este, el terreno que antes ocupaban las canchas de polo de dicho club social, sí se convirtió en parque metropolitano. Allí todos los días se ve a los vecinos haciendo deporte, se hacen festivales de música como Jazz al Parque, jóvenes y ancianos encuentran un oasis en medio de una de las zonas comerciales más vibrantes de Bogotá. Es indiscutible que se hizo un regalo a la ciudad. Un regalo fruto de la expropiación.

El proceso para conseguir que ese parchecito verde en medio de la ciudad fuese de todos no resultó sencillo ni inmediato. De hecho, en el año 2000 la administración Peñalosa anunció la expropiación, pero la toma del predio no fue inmediata. Comenzó un pleito judicial que tuvo su primer fallo en 2011 cuando un juez de Bogotá avaló la decisión de la alcaldía y en 2014 vendría el fallo de segunda instancia por parto del Consejo de Estado dejando en firme la expropiación. En total fueron casi 15 años para que la justicia diera el visto bueno a una acción que el mismo Peñalosa explicó en un trino del 19 de agosto de 2014: “Expropiación no es comunismo: se usa en EEUU, Francia, cualquier democracia donde prevalezca el interés general sobre el particular.”

Hay que dejar en claro que en el caso del Country Club la expropiación de la cancha de polo no fue a cambio de nada. Hubo un primer pago hecho por la ciudad de Bogotá al club por más de cinco mil millones de pesos y queda un remanente que aún no ha sido pagado pues hay diferencias entre los montos que el club espera que le paguen, unos 190 mil millones de pesos, mientras que el avalúo que se hizo cuando se entregó el terreno no sobrepasaba los 11 mil millones.

Han pasado 23 años y aún no termina de aclararse la situación de expropiación CON PAGO de 7 hectáreas en pleno corazón de Bogotá. ¿Ahora entiende porqué la administración Petro habla de una expropiación exprés para avanzar en su prometida reforma agraria?

El mismo Peñalosa lo dijo: no es comunismo. Colombia lleva un siglo esperando que se concrete una reforma agraria que ayude a aliviar las tensiones sociales que nos desgarran y desangran. En un primer momento el gobierno buscó negociar con los dueños de las tierras para poder avanzar en ese objetivo, pero los pasos fueron discretos, muy alejados de la meta definitiva. De ahí que uno pueda entender el paso que quieren dar.

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Expropiación para el bien común, lo demostró Peñalosa, es un camino que puede cambiarle la cara a la sociedad. Siempre y cuando se pague a los dueños de la tierra.

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