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Petro acepta la renuncia de Carolina Corcho, el rostro más combativo de la reforma a la salud

La ministra de Salud deja su cargo en la segunda crisis de gabinete del Gobierno

Santiago Torrado
Carolina Corcho
Carolina Corcho, exministra de salud, durante una rueda de prensa en Bogotá, el 16 de septiembre de 2022.Sebastian Barros (NurPhoto via Getty Images)

En la primera crisis de gabinete del Gobierno de Gustavo Petro, hace dos meses, Carolina Corcho apareció al lado derecho del mandatario, casi hombro a hombro, en la tensa alocución en la que anunció la salida de tres ministros. En la segunda crisis de gabinete, que se saldó este miércoles con el relevo de otras siete carteras, la combativa ministra de Salud fue una de las caídas, en pleno trámite legislativo de la profunda transformación del sector que ha sido su gran bandera.

Para bien o para mal, Corcho ha sido el rostro de la reforma a la salud desde la propia campaña presidencial. Ella siempre la ha considerado un mandato popular, antes incluso de que se conociera un texto, a pesar de las resistencias que despierta. También el propio presidente Petro le ha apostado buena parte de su capital político, e incluso de su gobernabilidad. La defensa a ultranza de la versión de Corcho de la reforma que ya comenzó su postergado trámite en la Comisión Séptima de la Cámara de Representantes ha sido no solo un foco constante de fricción política, también la principal causa de la fractura de la coalición de Gobierno.

En la primera crisis de gabinete, Corcho se impuso en el pulso que libró al interior del Gobierno con Alejandro Gaviria, un crítico de la reforma, pero esa ha acabado convertida en una victoria pírrica. Ambos sostenían discrepancias que rayaban en la animadversión desde los tiempos en que él ocupaba la cartera de Salud –en el Gobierno de Juan Manuel Santos– y ella encabezaba un sindicato médico.

La hasta ahora ministra Corcho es una crítica de vieja data del sistema de salud colombiano, al que en más de una ocasión ha señalado de ser uno de los peores del mundo. Considera que la salud debe ser concebida como un derecho y no como un negocio, y que sus recursos no deberían ser administrados por privados. Desde la otra orilla hablan de construir sobre lo construido y buscan resguardar logros como un aseguramiento casi universal y el hecho de que Colombia es el país en América Latina con el menor gasto de bolsillo, el que hacen directamente las familias en las farmacias o los hospitales. En otras palabras, los colombianos están amparados y no se quiebran por pagar un tratamiento.

La visión de Corcho busca de una u otra manera acabar con el rol actual de las Entidades Promotoras de Salud, o EPS, las entidaes privadas, mixtas o públicas que aseguran a los ciudadanos y que se han quejado de que las mantuvieron al margen de la discusión previa. Desde el comienzo, sus críticos acusaron la falta de transparencia y de debate. Los cambios que puedan surgir en el trámite legislativo hacen parte del debate democrático, ha justificado son insistencia la ahora exministra. Pero ese dilatado proceso ha sido particularmente turbulento.

El Partido de la U, el Conservador y el Liberal, cuyo apoyo garantizaría repetir las sólidas mayorías que disfrutó el Gobierno el semestre pasado, entablaron una difícil negociación entorno a la reforma a la salud, la más resistida entre las tres grandes reformas sociales, junto a la de trabajo y la de pensiones –que han tenido más concertación–. Las cabezas de las tres colectividades han coincidido en que los acuerdos que dieron por alcanzados con el presidente Petro nunca se vieron reflejados en el articulado, en medio de cuestionamientos al estilo de la ministra.

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Con esos antecedentes, la reforma pasó raspando esta semana su primer debate en el Congreso, la víspera de la crisis ministerial. Logró apenas 10 de los 21 votos de la Comisión Séptima, una mayoría que solo se sostuvo gracias a que tres congresistas de esos partidos tradicionales se ausentaron. En el tira y afloje, los presidentes de La U, el Partido Conservador y el Partido Liberal han insistido en que no acompañarán el texto que se presentó en el Congreso –más allá de los votos disidentes y las rebeliones internas que se puedan presentar–.

“No entiendo bien por qué esa señora es ministra de Salud, si ha sido la principal interferencia que ha habido para poder hacer un trato, para poder hacer cambios. Ella desconoció por completo que en el Congreso había partidos y dirigentes, entonces se metió a desconocer a todo el mundo”, llegó a quejarse en un video el expresidente César Gaviria, el jefe del Partido Liberal. El propio Petro se animó a responderle en su cuenta de Twitter: “Esa señora es ministra de Salud porque defiende los pacientes, otros defienden solo los negocios con la vida de la gente”, le espetó. Pero esa defensa se agotó este miércoles. Las complejas negociaciones ahora corresponderán al nuevo ministro Guillermo Alfonso Jaramillo, un médico cirujano que ha sido tanto congresista o alcalde de Ibagué, como secretario de Salud cuando el ahora presidente era alcalde de Bogotá. Un perfil con mayor capacidad de concertación. La reforma seguirá su curso en el Legislativo sin mayorías garantizadas.

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Sobre la firma

Santiago Torrado
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia, donde cubre temas de política, posconflicto y la migración venezolana en la región. Periodista de la Universidad Javeriana y becario del Programa Balboa, ha trabajado con AP y AFP. Ha cubierto eventos y elecciones sobre el terreno en México, Brasil, Venezuela, Ecuador y Haití, así como el Mundial de Fútbol 2014.

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