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Colombia, zona de alto riesgo sísmico: “Todos los hogares deben tener un kit de emergencia contra terremotos”

Las ciudades de Colombia con mayor peligro de sufrir un terremoto devastador son Cali, Quibdó, Tumaco y Popayán, en el Pacífico; Armenia, Pereira y Manizales, en el eje cafetero, y Bucaramanga, en Santander. Bogotá y Medellín tienen un riesgo medio

Una mujer camina frente a una casa que resultó dañada por un terremoto en Quetame, al sureste de Bogotá, el 25 de mayo de 2008.
Una mujer camina frente a una casa que resultó dañada por un terremoto en Quetame, al sureste de Bogotá, el 25 de mayo de 2008.Fernando Vergara (AP)
Juan Miguel Hernández Bonilla

Colombia, como Turquía, es uno de los pocos países del mundo en los que confluyen tres placas tectónicas. La parte continental del país andino está ubicada sobre la placa Sudamérica, las islas de Gorgona y Malpelo están sobre la placa Nazca y las islas de San Andrés y Providencia sobre la Caribe. Esta locación geográfica en la punta norte de Sudamérica, privilegiada para el comercio y el turismo, hace que el país se asiente en una zona de alto riego sísmico. Así lo reconoce John Makario Londoño, doctor en geofísica de la Universidad de Kioto en Japón y actual director técnico de Geoamenazas del Servicio Geológico Colombiano. “Colombia está en una zona sísmicamente muy activa”, dice Londoño en entrevista con EL PAÍS. Y añade: “Cada mes tenemos al menos 2.500 pequeños sismos. Nos movemos. Eso es innegable”.

Londoño explica que el choque entre estas tres placas tectónicas hace que se produzcan sismos de subducción, fenómenos que ocurren cuando una placa se hunde por debajo de otra, que pueden ser muy destructivos. Estas colisiones de placas “han apretujado a Colombia y han hecho que se formen tres cordilleras con picos muy altos”. Cuando las montañas empiezan a ascender, dice Londoño, se producen fracturas en la tierra y nacen las fallas geológicas que en algún momento liberan grandes cantidades de energía acumulada y producen terremotos.

Además del triple choque de placas, Colombia está ubicada en el cinturón de fuego del Pacífico, la región más activa sísmicamente del planeta. Tiene, también, uno de los pocos nidos sísmicos de la región, un lugar en Santander en el que todos los días hay sismos. La suma de estos factores, dice Londoño, hace que Colombia esté siempre expuesto a “un sismo de magnitud considerable”.

Vehículos dañados por un terremoto a lo largo de la carretera en Quetame, al sureste de Bogotá, el domingo 25 de mayo de 2008.
Vehículos dañados por un terremoto a lo largo de la carretera en Quetame, al sureste de Bogotá, el domingo 25 de mayo de 2008.Fernando Vergara (AP)

¿Cuáles son las ciudades de Colombia con más peligro sísmico?

La profesora Gina Villalobos, ingeniera civil y doctora en sismología, explica por teléfono que hay ciertas zonas de Colombia que tienen un peligro real de sufrir sismos devastadores. “Las ciudades de la región pacífica como Cali, Quibdó o Popayán tienen un peligro sísmico muy alto por estar cerca del llamado cinturón de fuego del Pacífico”, dice Villalobos. La científica, que tiene un posdoctorado en atenuación sísmica de la Universidad Autónoma de México, agrega que la alta peligrosidad también afecta a las ciudades del eje cafetero: Armenia, Pereira y Manizales, donde ya ocurrió un grave terremoto el 25 de enero de 1999.

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Villalobos afirma que Bucaramanga en Santander, Ibagué, en el Tolima y Neiva en el Huila también están en peligro sísmico alto. “Todas las ciudades y poblaciones de esas regiones tienen que estar preparadas para un sismo grande en cualquier momento”, advierte la investigadora. Y recuerda que en 1906 hubo un terremoto cerca a Tumaco que acabó casi con todo en la región.

Sin embargo, Villalobos explica que ciudades como Bogotá y Medellín tienen un riesgo medio de sufrir terremotos graves. John Londoño, del Servicio Geológico Colombiano, coincide con la investigadora: “Es imposible predecir la ocurrencia de un sismo de manera exacta, pero sí podemos saber en qué lugares y con qué intensidad pueden ocurrir”. Londoño cuenta que el Servicio Geológico tiene unos mapas históricos que muestran dónde y cuándo ocurrieron los terremotos más graves de los últimos cuatro siglos en Colombia.

El análisis de esos datos permite ver, por ejemplo, que el último gran terremoto en Bogotá fue hace más de 100 años, el 31 de agosto de 1917 a las 6 y 36 minutos de la mañana. Con este sismo se afectaron las cúpulas y las fachadas de la Catedral primada, de la iglesia de Monserrate y de San Francisco, entre otras. A pesar de no haber sido el epicentro de muchos sismos, la capital de Colombia tiene al menos tres fallas geológicas grandes alrededor que podrían afectar una parte importante de la ciudad por la expansión de las ondas.

¿Colombia está preparada para un sismo con la magnitud del de Turquía?

El geólogo Flover Rodríguez, director de la Asociación de Geólogos y Geofísicos de la Energía de Colombia, afirma que al país todavía le hace falta mucho trabajo de prevención para resistir un terremoto como el que sufrió Turquía. “El 88% de los planes de ordenamiento territorial de los municipios en Colombia, que son los encargados de establecer las normas sísmicas, están desactualizados”, denuncia Rodríguez por teléfono, en entrevista con EL PAÍS. “Colombia está en mora de establecer una política clara de ordenamiento territorial para proteger a sus ciudadanos de la situación sísmica”.

Londoño reconoce que, a pesar de los avances que ha habido en las normas sismorresistentes en las grandes ciudades, todavía hay muchas construcciones que no cumplen con los requisitos mínimos de seguridad. “Muchísimas viviendas de interés social y popular no cumplen con estas normas”, se lamenta Londoño. Para él es casi seguro que si ocurre un terremoto de la magnitud del de Turquía, muchos edificios donde viven las familias más pobres de distintas regiones del país colapsarían. “Eso es un peligro grandísimo para la gente más vulnerable”.

Una mujer pasa junto a unos carros dañados por un terremoto en Quetame, al sureste de Bogotá.
Una mujer pasa junto a unos carros dañados por un terremoto en Quetame, al sureste de Bogotá.Fernando Vergara (AP)

Desde Tampico, en México, Gina Villalobos insiste en que el problema no son los terremotos en sí mismos, sino la caída y el derrumbe de las construcciones: “Los sismos no han matado a nadie. Si a uno lo agarra un sismo grandote en una cancha de fútbol, lo tumba y ya, no lo mata. Lo que mata es la infraestructura civil colapsando y aplastando gente”, escribió en su cuenta de Twitter. Villalobos afirma que a su juicio la ingeniería y los diseños colombianos son muy buenos, pero el problema está en la construcción. “Muchas veces las obras no siguen los diseños para ahorrar tiempo o dinero y se saltan las normas sísmicas vigentes”, dice por teléfono.

Villalobos, sin embargo, cree que el principal problema frente a la prevención de estos desastres en Colombia está relacionado con la forma en la que se diseñan y se gestionan las políticas de riesgo. “Tomamos decisiones con nuestra escala de tiempo y no con la escala temporal de estos fenómenos, que es distinta, mucho más larga”. La científica explica que muchas veces las personas creen que si ellas o sus papás o sus abuelos no han vivido un terremoto, pues eso no ha pasado y es muy difícil que pase. “Los tiempos de ocurrencia de fenómenos geológicos, como explosiones volcánicas o terremotos, tienen una temporalidad más espaciada y abarcan más generaciones”. Por eso es muy grave que los países o las ciudades tomen o dejen de tomar decisiones con ese criterio temporal. Un ejemplo contundente de esto es que en Turquía no había ocurrido un sismo tan grande desde 1939. “Nuestra memoria temporal es cortoplacista y miope”, concluye Villalobos.

¿Qué puede hacer una persona para reducir los riesgos en un terremoto?

“Cada hogar en Colombia debe tener un kit de emergencia para terremotos”, dice John Londoño. Para el funcionario, la gestión del riesgo es un proceso social y todas las personas deben asumir las precauciones necesarias, más allá de lo que haga el Estado. “Cuando yo vivía en Japón, me enseñaron que un pequeño maletín con agua potable, comida no perecedera, un radio, un pito y una linterna puede salvar muchas vidas. Yo lo tengo en mi casa y todo el mundo debería hacer lo mismo“.

Londoño insiste en que la gente tiene que tomar conciencia de que Colombia es un país sísmicamente activo y en cualquier momento puede ocurrir un desastre. “Es un riesgo al que siempre vamos a estar expuestos y las personas deben asumir esa responsabilidad”. Para el científico, es clave conocer los planes de emergencia del barrio y de la localidad en la que se vive, establecer rutas de evacuación en la casa y en la oficina y acordar un punto de encuentro con los familiares.

Un soldado vigila el exterior de una iglesia destruida por un terremoto, en Pereira, el martes 26 de enero de 1999.
Un soldado vigila el exterior de una iglesia destruida por un terremoto, en Pereira, el martes 26 de enero de 1999.OSWALDO PAEZ (ASSOCIATED PRESS)

Sin embargo, Flover Rodríguez, director de la Asociación de Geólogos, y la profesora Gina Villalobos, creen que sí es necesario aumentar la inversión pública en campañas de prevención del riesgo para que las personas interioricen el peligro. “Desde el presidente de la República hasta el campesino de la vereda más alejada del país, todos deberían saber cuáles son los riesgos sísmicos del lugar en el que viven. Hoy en día no los saben”, dice Rodríguez. Y concluye: “Pareciera que en Colombia no nos interesa prevenir, sino esperar el desastre. No es suficiente un simulacro anual para prepararnos para un terremoto”.

Villalobos, por su parte, explica que de la gestión de riesgos que haga cada país depende el impacto que tenga el terremoto en la población. “En Chile hubo un sismo de magnitud 9 y murieron 200 personas, mientras que en Haití, hubo un sismo de 6.8 de magnitud y hubo 200.000 muertos”. Según la profesora, el nivel de afectación no depende solo de la fuerza y de la profundidad del evento sísmico, sino de la calidad de las construcciones, del rigor de las normas y de la preparación de la sociedad. “Estamos en deuda con las escuelas y los colegios de Colombia. Hay que enseñarles a los niños sobre terremotos, sobre los riesgos y las formas de prevenirlos”.

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Juan Miguel Hernández Bonilla
Periodista de EL PAÍS en Colombia. Ha trabajado en Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS, en Madrid, y en la Unidad Investigativa de El Espectador, en Bogotá. En 2020 fue ganador del Premio Simón Bolívar por mejor reportaje. Estudió periodismo y literatura en la Universidad Javeriana.

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