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EL CAUCA
Columna
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País partido

El derrumbe que ha dejado un pedazo del Cauca y a todo el departamento de Nariño desconectados por carretera es como una metáfora de lo que pasa con las regiones más vulnerables

Departamento del Cauca, Colombia
Dos personas observan una carretera bloqueada tras el derrumbe del pasado lunes en Rosas, departamento del Cauca, Colombia.Ernesto Guzmán (EFE)

El derrumbe que ha dejado un pedazo del Cauca y a todo el departamento de Nariño desconectados por carretera es como una metáfora de lo que pasa con las regiones más vulnerables: Colombia es un país partido, dividido, alejado uno del otro. En esta ocasión se trata de una vía colapsada que muestra la fragilidad de la infraestructura en la región y también la altísima inequidad regional. Es muy importante atender, como se intenta hacer, la emergencia inmediata: el desabastecimiento, la imposibilidad de movilizarse. Sin embargo, conviene ver en perspectiva un problema recurrente que amerita solución estructural.

Esta emergencia, generada por la avalancha que destruyó un tramo de la vía Panamericana a la altura de Rosas en el Cauca, pone en evidencia varios problemas: la falta de buenas vías alternativas, secundarias y terciarias que conecten mejor a una región marcada por el atraso frente al centro de un país que en su conjunto presenta muchas dificultades en las carreteras. También es bueno recordar los recurrentes problemas de la vía Panamericana en este punto específico y la necesidad de estar preparados para el impacto de los cambios extremos de clima que son cada vez más frecuentes. Los retos son tan grandes que no es fácil ser optimista.

Esta no es la primera emergencia grave en la zona. En abril del año 2019 murieron 32 personas por un derrumbe también en Rosas, cerca del punto que colapsó hace unos días. La vía Panamericana está en una zona complicada de falla geológica. Es también una región de pocas lluvias, paradójicamente. Incluso el Ideam reporta que hacia la cuenca del Patía, en donde se encuentra el municipio de Rosas, el clima es de tipo cálido semiárido. Eso lo convierte en una zona sensible a las lluvias intensas cuando se presentan.

Es por esta razón que desde cuando comenzó a operar la Panamericana en esta región se habló de las dificultades del terreno y de la necesidad de la doble calzada entre Pasto y Popayán incluyendo la variante Timbío - El Estanquillo que evitaría el paso por la zona inestable de Rosas. El proyecto vuelve a estar hoy en el escenario a propósito de la emergencia. El presidente Gustavo Petro dijo en su visita a la zona, que esa solución de largo plazo costaría unos 12 billones de pesos.

Recuerdan en la región por estos días que todos los candidatos presidenciales en campaña en los últimos 40 años o más han hablado de la doble calzada. Mucho se promete y poco se concreta. El asunto es de plata, por supuesto, y de voluntad política. En tiempos de desaceleración económica y de tantas necesidades falta ver si la chequera alcanza.

También desde hace tiempo se ha pedido en la zona trabajar con mayor velocidad en la construcción de la vía San Francisco-Mocoa, que sería otra alternativa de comunicación del departamento de Nariño por el Putumayo hacia el centro del país. Dicen que faltan 27 kilómetros y varios años para que esté lista. Una vía compleja que tendrá 67 puentes y 11 túneles y que se reactivó en febrero del año 2022 en el Gobierno de Iván Duque con una inversión anunciada de 1.2 billones de pesos. Desde la región se pide poner el acelerador al proyecto que, según los planes presentados por Invías en su momento, estaría para entregar en el 2030. Una buena solución alternativa también de largo plazo.

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Lo urgente ahora es habilitar pasos alternos, provisionales, para hacerle frente al aislamiento. Sin embargo, es bueno insistir en que lo urgente no impida ver lo importante para llegar a una solución de fondo y evitar así nuevas situaciones de emergencia.

El suroccidente de Colombia, como toda la zona del Pacífico, espera desde hace siglos acercarse al desarrollo que tiene el centro del país. Quienes nacimos en esta región, en mi caso en la ciudad de Pasto, sabemos que la distancia con Bogotá es siempre inmensa, no tanto por el número de kilómetros sino por lo que falta para llegar a tener los recursos, las vías, la atención que tienen en la capital o en otras zonas del centro del país.

Ser de la periferia, en este caso el suroccidente, es sentir la región siempre a la espera de promesas y proyectos que demoran en llegar o nunca llegan. Ser de la periferia es saber que una tragedia como la que se vive hoy tardará años en sanar y es posible que no se resuelva del todo. En unos días esta historia dejará de estar en el primer plano del debate nacional mientras para las familias afectadas y para toda la región seguirá siendo un problema grave. ¿Será que esta vez se arregla? Ojalá sea así, pero reitero: es difícil ser optimista.

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